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“Poder que mata”

Pronto se estrena uno de los filmes más interesantes y polémicos de los últimos años, “Fair Game”, de Doug Liman. Al menos cuatro razones nos urgen a disfrutarlo y reflexionar sobre su intenso relato: thriller político, disyuntiva entre verdad y mentira y drama familiar de gran calidad técnica y estética.

Pronto se estrena uno de los filmes más interesantes y polémicos de los últimos años, “Fair Game”, de Doug Liman. Al menos cuatro razones nos urgen a disfrutarlo y reflexionar sobre su intenso relato: thriller político, disyuntiva entre verdad y mentira y drama familiar de gran calidad técnica y estética.
Trata un tema político militar reciente y de alcance mundial con rigor y sentido crítico, sin caer en la caricatura. Además, recuerda los innumerables abusos que se ejercen desde la cumbre del poder, no importa la ideología, la religión o los falsos ideales con que se (en)cubran. En este caso, la cadena de mentiras con que se justificó la invasión y guerra en Irak por parte de la Administración Bush, a partir de una falsificación del origen de los convenientes (para los halcones del gobierno) atentados a las Torres Gemelas (además, hay razones para dudar de la versión oficial). El filme que recomendamos enfatiza en el enorme engaño de las armas de destrucción masiva –que, como luego se comprobó, no existían- (otro filme notable, protagonizado por Matt Damon, es “La ciudad de las tormentas”).
 
 
 
“Poder que mata” cuenta la ordalía del exembajador (que se le plantó a Sadam Hussein en defensa de sus compatriotas al inicio de la Guerra del Golfo) Joe Wilson, que se atrevió a desmentir públicamente un aspecto crucial –que a él le constaba- de esa red de falsedades que asimismo enfrentó a sectores del aparato de gobierno, finalmente subyugados por el poder vertical del vicepresidente Cheney, ligado a los intereses que luego de destruir Irak lo reconstruyen con negocios descomunales.
La esposa de Wilson, Valerie Pflame, valiente y talentosa, agente encubierta de la CIA, es usada de chivo expiatorio para destruir mediática y financieramente a la pareja, castigada por su osadía. Como le señalan a Wilson frente a la Casa Blanca, allí viven los seres humanos más poderosos de la historia, a eso es a lo que él se enfrenta.
Más allá de la denuncia puntual y su lamentable vigencia, el filme facilita comprender los límites de la libertad de expresión y su importancia, así como la corrupción de periodistas y medios.
En ese sentido, Wilson (la pareja) es un clásico “héroe americano”, el individuo que se enfrenta a una maquinaria o a un sistema abrumador, como en “Avatar” (solo que en esa el héroe, lamentablemente extranjero, dirige una gama de pueblos), o en “Los valientes andan solos”, con Kirk Douglas (favorita de mi niñez junto a “Zorba el griego”).
El asunto se las trae porque tanto en el siglo pasado como en éste hemos visto cómo muchos intelectuales toman partido por un líder, organización o país, y a partir de esto ven todo en blanco y negro y sirven a alguno de los poderes de hecho, supuestamente para no favorecer al “enemigo”, sin comprender, u obviando, que el enemigo es todo lo que dañe a las personas y a la naturaleza, no una encarnación satanizada. Son pocos (y no sorprende, pues es muy duro sobrevivir en esa soledad) quienes se mantienen independientes y defienden valores y no causas con nombres y apellidos. Yo le digo en sorna a mucha gente que coincido con sus críticas, mas me aparto cuando los veo defender lo indefendible porque lo juzgan útil conforme una visión maniquea. En ese sentido valga recomendar, también, el notable documental/confesión del comunicador sueco Peter Torbiornsson sobre el atentado de La Penca, para el que él mismo fue utilizado por mandamases sandinistas (que de Sandino no les queda más que el mote), “El último capítulo: Goodby Nicaragua”.
“Fair Game” es una frase que se le atribuye a Karl Rove (el cerebro de las campañas republicanas, que atrajo a la derecha religiosa) y significa caza legal, o mejor dicho, ¡se vale aniquilarla!
Hábilmente, el filme privilegia el drama familiar, el colapso del matrimonio de dos seres humanos excepcionales mas casi opuestos en personalidad, y disimula su rotunda acusación política, tan actual. Para eso su joven realizador neoyorquino (autor de la eficaz “Sr. y Sra. Schmidt”, y de dos obras de la preciada serie de Jason Bourne, otro lobo solitario) trabaja con una pareja de intérpretes excepcionales que brindan impecable verosimilitud, y mantienen la tensión y el interés durante todo el metraje. Sean Penn (Pena de muerte, Río Místico, Milk), acaso el mejor actor de cine contemporáneo, y la notable Naomi Watts (Promesas del este, El internacional, Funny Games) descuellan junto a un elenco armónico que no se excede. Luego de una rigurosa investigación, una sobria y brillante puesta en escena y una estupenda fotografía y sonorización completan un filme tan entretenido, al decir popular, como significativo.

  • Gabriel González Vega 
  • Cultura
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