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El singular legado de un gran luchador

A la memoria de Luis Alberto Jaén Martínez

A la memoria de Luis Alberto Jaén Martínez
El haber recorrido a caballo todo el territorio guanacasteco allá en la década de 1950, cuando no había carreteras pavimentadas en esa región y se hacía un gran uso de la navegación de cabotaje, la que partía del muellecito en el estero de Puntarenas y atravesaba el Golfo de Nicoya y la Cuenca del Río Tempisque hacia los más diversos destinos, como un paso previo para poder entrar desde el centro del país a esa  extensa comarca, que empezaba a vivir una gran transformación histórica, fue apenas una dimensión dentro de la extraordinaria y fructífera existencia de Luis Alberto Jaén Martínez (1925-2011).
El que lo hubiera hecho en su condición de inspector de trabajo, en una decidida y tenaz acción por cambiar las condiciones de vida de los trabajadores de las haciendas ganaderas, lo hace todavía más significativo y relevante, sobre todo porque ese hecho vino a ser como una constante durante el resto de su itinerario vital. Lo suyo fue visitar, con constancia y tenacidad ejemplares, las diversas haciendas con el propósito de efectuar informes y hacer señalamientos a los patronos para que respetaran el Código de Trabajo y mejoraran las condiciones de vida de aquellos olvidados sabaneros, peones de las fincas ganaderas. Llegar a horas avanzadas de la noche a Santa Cruz o a Nicoya, después de interminables marchas a caballo, muchas veces bajo la lluvia, formaba parte de su cotidianidad, dentro de lo que fue una existencia consagrada, hasta el último de sus días, a defender los derechos de los trabajadores, tanto en aquella provincia donde el doctor Francisco Vargas Vargas había lanzado su grito de lucha, apenas unos lustros antes, como a lo largo y a lo ancho del territorio nacional.
Su paso por el movimiento estudiantil universitario, al concluir la década de 1940 y durante los primeros años de la de 1950, estuvo marcado por sus apasionados artículos y editoriales en la prensa del movimiento estudiantil, la Federación de Estudiantes Universitarios de Costa Rica (FEUCR), al lado de otras figuras que con el tiempo ocuparon posiciones relevantes en la política nacional, cuando en el país había una sola universidad, dejó una profunda huella que sería preciso escarbar y traer a un primer plano, alejándola del olvido a que somos tan dados los seres humanos.
En los años sesenta, se encargó de sacar de la modorra a las municipalidades de la región metropolitana promoviendo un amplio debate y la realización de cabildos abiertos acerca de la creación del Servicio Nacional de Acueductos y Alcantarillados (SNAA) y el encarecimiento de los servicios de agua potable, a que dio lugar. Estas y otras acciones llevadas a cabo desde la Federación Nacional de Juntas Progresistas, junto con otros connotados dirigentes de la época, lo llevaron a recorrer la geografía de los valles centrales de Costa Rica, al igual que lo había con los cantones guanacastecos siempre al servicio de los habitantes de nuestro país, algo que suena extraño en una época en la que algunos (probablemente los más) entienden que de lo que se trata es de servirse, sólo en beneficio propio y en daño de los intereses de la colectividad.
Su gran hazaña fue, sin embargo, durante el transcurso de las últimas décadas, el haber dado una batalla solitaria, y a veces casi silenciosa, en defensa de la seguridad social en Costa Rica, la que terminó por prender sólo en los meses recientes, cuando se hizo inocultable el saqueo a los fondos de la seguridad social y la complicidad, en comisión de ese desafuero, de casi todos los integrantes de los poderes públicos. Actuando en los bordes del sistema y hacia el interior de una sociedad en donde los principios de solidaridad se abandonaron hace mucho tiempo, su tarea fue mucho más allá de partidos o ideologías religiosas y terminó por ser, en cambio y por el contrario, cercana a las raíces profundamente libertarias del movimiento de los indignados que hoy sacude los cuatro puntos cardinales del planeta.

  • Rogelio Cedeño Castro (Catedrático UNA)
  • Opinión
Código de Trabajo
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