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Las enfermedades crónicas son un real problema mundial, que afecta a naciones ricas y pobres, prácticamente sin excepción, que viene evolucionando a marcha forzada desde hace varios años, no solo desplazando de los primeros lugares en importancia a la patología infecciosa, ambiental y carencial, sino también infringiendo un severo costo económico y social a todos los países, por sus características de larga y larvada evolución, tratamientos clínico-quirúrgicos muy costosos, elevada causa de enfermedad y mortalidad, así como origen de muchas discapacidades.
Los máximos organismos de salud internacional como la OMS, así como diversas fundaciones privadas de reconocido prestigio de diferentes países, vienen insistiendo muy vehementemente desde hace varias décadas, pero muy en particular, en los últimos años, ante todos los países, para que tomen medidas a fin de enfrentar con éxito, a la pandemia de enfermedades crónicas que azota al mundo. Son innumerables las resoluciones, declaraciones, informes, monografías y artículos que se han producido desde entonces en el mismo sentido. Precisamente hace pocos días, entre el 19 y 20 de setiembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas, con la presencia de jefes de estado y de gobierno, por segunda vez en su historia, abordó un tema de salud (el primero versó sobre el sida) al tratar la prevención y control de las enfermedades crónicas. Se trató de un hecho sin precedentes, por la majestuosidad e importancia del marco en que se abordó este grave problema de salud pública, que trasciende sus límites específicos, dado que afecta el desarrollo económico de los pueblos y muy en particular, el de las naciones en desarrollo.
Esta reunión del más altísimo nivel posible, concluyó con una declaración política y con un Plan de acción para la Estrategia Global de prevención y control de las enfermedades crónicas. Los gobiernos tendrán ante sí, un reto muy significativo, ya que muchos de ellos no podrán continuar escurriendo el bulto, ignorando el grave problema que representan las enfermedades crónicas para la salud de sus ciudadanos y para los mermados presupuestos dedicados a esa misma área, cuando es ya materia aceptada, que son enfermedades que se pueden evitar, tratar adecuadamente y prevenir sus daños y secuelas que producen discapacidades.
Costa Rica durante toda la segunda mitad del siglo XX alcanzó un nivel de salud muy elevado, que fue un ejemplo por seguir para otros países en vías de desarrollo. Durante el quinquenio 1950-54, el porcentaje de la mortalidad en menores de cinco años sobre la mortalidad general alcanzó el 53,3 %, mientras que para el quinquenio 1995-99 apenas llegó al 8,1 % y continuó descendiendo. La mortalidad de ese grupo etario era casi toda de tipo infecciosa, apoyándose en altas cifras de desnutrición y un pésimo saneamiento ambiental. El país hizo su entrada a la transición epidemiológica y su perfil de salud cambió drásticamente, empoderándose de los primeros lugares de mortalidad y de morbilidad, la patología crónica. Pero el país no ha sido exitoso para enfrentar estos nuevos retos de la salud pública. De hecho, ha carecido de una política de salud en ese sentido. Avanzó en la atención de pacientes con dichas patologías, tanto en el nivel primario como el secundario y el terciario, pero no diseñó políticas para el control y la prevención de los principales factores causales de la patología crónica no transmisible.
Como se ha dicho, la crisis actual del seguro social tiene muchos y muy diversos factores causales, pero se ha soslayado la ausencia de una real política de promoción de la salud, de prevención y control de factores de riesgo de las enfermedades crónicas. Hago énfasis en la palabra “real”, puesto que programas y actividades aisladas las tiene la Caja, pero no así, programas nacionales integrales que, por supuesto, requieren asignación de justos presupuestos, para darle apoyo al personal requerido, a la capacitación adecuada y a los necesarios recursos para llevar a cabo las tareas asignadas.
Recientemente, en una interesante entrevista publicada en este mismo semanario (número 1922), el doctor Juan Jaramillo, exministro de Salud, atribuye a la “medicalización de la atención primaria “, la principal responsable de las dificultades financieras y de la crisis de los servicios médicos del Seguro Social. Sin entrar a juzgar la justeza y pertinencia o no de tal argumento, es indudable que en dicho nivel no se lleva a cabo con propiedad, actividades y programas de prevención de las enfermedades crónicas, que son las que atiborran los servicios hospitalarios. Coincidimos con el ilustre colega en que la atención médica de pacientes en los EBAIS ha sido el principal cometido de los equipos de salud. Quizás incluso se podría mejorar la capacidad de resolución de problemas en el nivel primario para descongestionar el nivel terciario, pero sin duda alguna, lo indicado y pertinente es la priorización de acciones de prevención de factores de riesgo, de prevención secundaria de las enfermedades crónicas y en general, de promoción de la salud a todos los niveles. Para que ello ocurra y tenga impacto demostrable se requiere de un cambio de política de salud por parte de las autoridades de la Caja, para que los funcionarios de salud, de todos los niveles, tengan directrices y recursos suficientes para emprender esas nuevas tareas. Entonces, se necesita de un cambio de timón decisivo para que la Caja mejore el rendimiento de sus recursos y así, la salud de los costarricenses vuelva a alcanzar cotas excelsas, como lo hizo en el pasado.
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