Abrir Noticia Guardar

El dilema del empleo

El  objetivo primario de  la empresa capitalista es generar beneficios para que su propietario acumule más capital. Puede tener muchos objetivos adicionales o secundarios, como crear empleo, atraer divisas, impulsar tecnología, estimular inversión extranjera y aumentar valor agregado nacional. Seamos claros: el objetivo primario es lo esencial o sine qua non, es decir, si no se logra de modo sostenido y sistemático, la empresa es cerrada por sus propietarios; en cambio, un objetivo secundario puede ser muy importante para  trabajadores, clientes, proveedores, inclusive los mismos propietarios, pero la empresa se mantendría aunque se dejen de lograr.

El  objetivo primario de  la empresa capitalista es generar beneficios para que su propietario acumule más capital. Puede tener muchos objetivos adicionales o secundarios, como crear empleo, atraer divisas, impulsar tecnología, estimular inversión extranjera y aumentar valor agregado nacional. Seamos claros: el objetivo primario es lo esencial o sine qua non, es decir, si no se logra de modo sostenido y sistemático, la empresa es cerrada por sus propietarios; en cambio, un objetivo secundario puede ser muy importante para  trabajadores, clientes, proveedores, inclusive los mismos propietarios, pero la empresa se mantendría aunque se dejen de lograr.
Aclaremos todavía más: no me opongo, en principio, a las empresas capitalistas; pienso que  son necesarias y convenientes para el desarrollo de las naciones. Pero otros tipos de empresas también son necesarias y convenientes, para la sociedad total, aunque no generen beneficios para sus propietarios o administradores.
Lo dicho implica que la empresa capitalista no es –ni puede ser- la principal responsable de resolver el problema de desempleo, menos aún la única. Puede contribuir mucho y  convendría que contribuya mucho al respecto; pero no es su función principal. En  principio –y con mucha frecuencia- al empresario capitalista le convendrá limitar, inclusive reducir,  el empleo, para obtener beneficios y  aumentar su capital.
En eso, tanto los capitalistas como las autoridades deben ser realistas, transparentes y sinceros. Se crean grandes confusiones y errores de política económica al  proponer o dar a entender, falazmente, que a la empresa capitalista –y solo a ella- le corresponde resolver  problemas de empleo. Al respecto, los sociólogos nos han enseñado que conviene resguardarnos de  funciones manifiestas y funciones latentes en  formulación de política económica: las primeras se destacan abiertamente o se promueven explícitamente; mientras las segundas son las que ocurren realmente o cabe esperar con mayor  probabilidad. Por ejemplo: las autoridades públicas y empresarios privados pueden saber muy bien que ciertas inversiones nacionales o extranjeras favorecen principalmente el capital y solo marginalmente el empleo (función latente), pero destacan el posible empleo que generaría  (función manifiesta). Así, logran que los ciudadanos en general o  la opinión pública,  incluyendo los mismos trabajadores, apoyen ciertos proyectos, motivados por expectativas precarias y engañosas.
Consecuencia de lo explicado es que el eslogan “jobs,  jobs,  jobs” (“empleo, empleo, empleo”) en  Estados Unidos,  no solo es superficial e impotente para motivar a las  empresas privadas, sino que servirá para ahondar el capitalismo. No contribuirá, en sí,  a  aumentar el crecimiento del empleo; los estímulos a la producción, mediante subsidios a la inversión y la política de “bail out” (rescate de grandes bancos e industrias), estancarán el empleo todavía más a largo plazo.
No son meros  estímulos cuantitativos, los que requiere la economía norteamericana,  manteniéndose las estructuras actuales; tampoco bastan las innovaciones típicamente capitalistas, que suelen ser “ahorrativas de mano de obra”; los gastos en educación, capacitación y salud, para mejorar o aumentar la oferta laboral, como tal, tenderán a aumentar todavía más el desempleo y abaratar el trabajo.
“¡Pobre Obama! –dirán algunos-. “Está entre la espada y la pared”. O, ¿quién sabe?,  tal vez  otros digan “¡Honroso Obama! A lo mejor de veras tendrá que presidir una lucha abierta de clases, como anticipan y temen sus oponentes del Partido Republicano”. Y, mientras escribo, me pregunto ¿por dónde irán las protestas callejeras?

  • Róger Churnside (Profesor Emérito UCR)
  • Opinión
Capitalism
Notas

Este documento no posee notas.