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La fruta prohibida

El Ministro de Hacienda Fernando Herrero, en “el país de las  frutas”, ha dicho una gran verdad: “El grupo más bajo consume pocas frutas, porque además son caras”. Por eso, un impuesto a este producto de consumo “suntuario” no afecta el bolsillo de la mayoría de los costarricenses.

El Ministro de Hacienda Fernando Herrero, en “el país de las  frutas”, ha dicho una gran verdad: “El grupo más bajo consume pocas frutas, porque además son caras”. Por eso, un impuesto a este producto de consumo “suntuario” no afecta el bolsillo de la mayoría de los costarricenses.
Mientras tanto, en las revistas periodísticas y televisivas abundan los  consejos para consumir frutas, por tratarse de un alimento fundamental de la dieta básica. Según sus recomendaciones nutricionales, hay que consumir cuatro porciones al día; puede ser en ensalada o en jugo, pero eso sí cuatro porciones. Sin embargo, lo más probable es que los miembros de una  familia de ingresos medios con tres hijos consuman una porción por día.
Se acabaron aquellos “gloriosos” tiempos cuando abundaban las frutas. Las arboledas de guayabas y jocotes en los potreros, y de naranjas y guabas formando hileras en las cercas de las fincas y los cafetales. La mesa servida al alcance de todos: los chiquillos hacían fiesta, como malabaristas de circo en el pináculo más alto del árbol, comiendo  manzanas de agua hasta hartarse.
En los países del norte la “comida rápida” -hecha a la medida de las clases medias empobrecidas- está cobrando víctimas por obesidad; quizá otro tanto de las que  se producen por el consumo de drogas. ¿Acaso será esta comida una especie de “droga” legalizada? Y lo peor de todo es que en este país nos estamos dejando llevar por la corriente. Esto, a pesar  de que tenemos el ejemplo de los abuelos más longevos del mundo en Nicoya, quienes se alimentaron al viejo estilo campesino: arroz, frijoles, huevitos caseros, verduritas, gallinita casera, pescado y, por supuesto, frutas.
Si bien es cierto, la dieta se enriquece con el intercambio cultural, también se empobrece con una inadecuada comercialización. Por lo tanto, es fundamental educar para un consumo inteligente y saludable, así como apropiarse de los valores culinarios de nuestra diversidad cultural. La promoción de prácticas alimenticias saludables debe darse en correspondencia con una política que facilite el acceso a alimentos de calidad.
Desde hace rato, la vieja clase política, viviendo en “el país de las frutas”, viene recetando carros BMW y motos Harley para los trabajadores de empresas privadas, y un mundo de ensueño en la era de la apertura y de la globalización financiera. Sí, el cielo ha descendido a la tierra en este país. Otros políticos -¿la generación de relevo?- se ha acostumbrado también a vivir “en el país de las frutas”, y no  le parece para nada fuera de lo normal que sean solo las clases altas quienes tengan derecho a disfrutar de este alimento de la dieta básica.
Que no nos metan “gato por liebre”. Somos privilegiados en biodiversidad: un país “ecológicamente rico”. Llegó la hora de garantizar seguridad alimentaria de calidad a nuestras presentes y futuras generaciones. Frutas en la mesa de todos los costarricenses. No nos prestemos a las viejas recetas fondomonetaristas: nocivas para la salud y  la paz social.

  • Álvaro Vega Sánchez (Sociólogo)
  • Opinión
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