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La independencia y nuestra primera constitución política

Desligados  de España al decretar nuestra independencia el 29 de octubre de 1821, vino la transición hacia el gobierno propio. La cuestión era organizar la rectoría del país. El 1º de diciembre de 1821, tuvimos nuestra primera Constitución Política conocida como Pacto de Concordia. Los seres humanos entrados en civilización buscan un ordenamiento que permita y legitime su convivencia y sobrevivencia: leyes y reglamentos para su aplicación. La constitución española de 1812 que nos regía no iba más.

Desligados  de España al decretar nuestra independencia el 29 de octubre de 1821, vino la transición hacia el gobierno propio. La cuestión era organizar la rectoría del país. El 1º de diciembre de 1821, tuvimos nuestra primera Constitución Política conocida como Pacto de Concordia. Los seres humanos entrados en civilización buscan un ordenamiento que permita y legitime su convivencia y sobrevivencia: leyes y reglamentos para su aplicación. La constitución española de 1812 que nos regía no iba más.
A partir de ese momento histórico y jurídico de nuestra Acta de Independencia, quien fuera último gobernador de España en Costa Rica dejó de ostentar el cargo como Jefe Político y Militar de Costa Rica, y pasó a llamarse Jefe Político Patriótico, cargo que le dieron las autoridades del ahora estado natural; dicha transición dio otro giro el 12 de noviembre cuando se formó la Junta Provisional Interina.
El Jefe Político se dio cuenta de la imposibilidad de recuperar el poder para España y renunció. Quiso salir de Costa Rica para irse a vivir con sus compinches nicas en León de Nicaragua; para darle su pasaporte /salvoconducto, la Junta le puso tres condiciones: a) entregar toda la documentación de la gobernación, pues eran de Costa Rica y no correspondencia privada de persona; b) entregar el estado de los asuntos de caja de la Provincia, así como dejar en orden lo referente a las deudas de su persona; c) resolver la situación personal y de afectación para Costa Rica el hecho de que a pesar de estar casado con mujer que vivía fuera de nuestras fronteras, tenía tres hijos no reconocidos con la señora Josefa Ramírez, de San José. Resueltos a medias los tres asuntos, la Junta lo quería fuera y le extendió el permiso de salida; años después murió en León, Nicaragua.
El Pacto de Concordia no era la constitución española, quizás una síntesis ajustada el referente local en esa materia que sirvió para darle unidad y sentido a la nueva patria; se usó parte de su estructura y ordenamiento en función de Costa Rica y nunca para ligarse de nuevo a España. En otras palabras, sentó las bases del estado en ciernes; es obvio que en el contexto de la época, hubo deliberación y confrontaciones internas, luchas ideológicas y los consabidos intereses internacionales donde Nicaragua, Guatemala y México querían sacar su tajada de dominación y explotación sobre Costa Rica. Puede alegarse lo que se quiera a partir del día siguiente de la declaratoria de independencia el 29 de octubre, particularmente que no una declaratoria como la de los Estados Unidos, pero el 29 de octubre indiscutiblemente, fue lo que dio paso a nuestra primera constitución política, que en adelante sería crucial para no refrendar ninguna anexión de hecho y de derecho al imperio mexicano.
El Pacto de Concordia permitió que Costa Rica naciera con un sentido legalista, de diálogo intenso, diverso y posiciones duras, pero constitucional a lo interno.
Según concluye Gabriel Ureña Morales en su conferencia “Diálogo de las ciudades en la Independencia de Costa Rica” (Teatro Nacional, 1973): “La Junta convocó a un congreso el 2 de marzo de 1823, en Cartago, para definir lo de un gobierno republicano en Costa Rica. El día 3 se instaló esa Asamblea o Congreso Constituyente y fue presidida por D. José María Peralta; Rafael Francisco Osejo fue designado secretario. Se creó una Comisión especial para que dictaminara cuál era la verdadera situación de  forma. Esta dictaminó, manifestando que no existía unión. El Congreso en sesión del 8 de marzo declaró que “Costa Rica se halla libre e independiente de toda potencia y por consiguiente en el uso de sus derechos y el Congreso actual en el ejercicio de su soberanía”.
El juramento de fidelidad que México pretendía: “Juráis y reconocéis por Emperador Constitucional de la Nación Mexicana, al señor don Agustín 1º, prometiéndole obediencia y fidelidad conforme al juramento que prestó S.M. el 21 de mayo del año pasado al constituirse en la dignidad imperial”, no se juró; se topó con un muro de legitimidad y discusión interna soberana y nunca se llevó a cabo.
Fue el Pacto de Concordia el ojo previsor y avizor que inspiró a Costa Rica; la tuvo como carta bajo la manga, mancomunada de independencia y autonomía en la goyesca irrealidad de lo que fue una tal república centroamericana; nos salvó y nos llevó en su espíritu a la declaratoria de República en agosto de 1848.

  • Miguel Rojas (Catedrático)
  • Opinión
Spain
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