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Fantomas y la XII Feria del Libro de Costa Rica

En Fantomas contra los vampiros multinacionales –texto ausente en la XII Feria Internacional del Libro de Costa Rica-  Julio Cortázar desarrolla una fábula sobre las luchas de Fantomas ante la misteriosa desaparición y destrucción de colecciones enteras de libros alrededor del mundo, y las amenazas de muerte que reciben algunos escritores, para obligarlos a no escribir más. Esta fábula es una alegoría del imperialismo cultural, que no escatima esfuerzos en destruir la cultura libre, el libre pensamiento, y cancelar la distribución equitativa del capital cultural, con tal de imponer una visión única del mundo, causalmente, la visión de la clase dominante. O bien, algo más sutil, más efectivo, hacer como si no hubiese visión de mundo posible, y como si no hubiese cultura dominante (lo cual oculta a esa misma cultura dominante), y cancela la posibilidad de una visión alternativa. Karl Marx lo decía claramente: las ideas dominantes son, en cada época, las ideas de la clase dominante.

En Fantomas contra los vampiros multinacionales –texto ausente en la XII Feria Internacional del Libro de Costa Rica-  Julio Cortázar desarrolla una fábula sobre las luchas de Fantomas ante la misteriosa desaparición y destrucción de colecciones enteras de libros alrededor del mundo, y las amenazas de muerte que reciben algunos escritores, para obligarlos a no escribir más. Esta fábula es una alegoría del imperialismo cultural, que no escatima esfuerzos en destruir la cultura libre, el libre pensamiento, y cancelar la distribución equitativa del capital cultural, con tal de imponer una visión única del mundo, causalmente, la visión de la clase dominante. O bien, algo más sutil, más efectivo, hacer como si no hubiese visión de mundo posible, y como si no hubiese cultura dominante (lo cual oculta a esa misma cultura dominante), y cancela la posibilidad de una visión alternativa. Karl Marx lo decía claramente: las ideas dominantes son, en cada época, las ideas de la clase dominante.
En la XII Feria Internacional del Libro de Costa Rica ocurre algo muy similar a la historia de Fantomas, solo que el método es distinto. En lugar de la destrucción de libros, se destruye la posibilidad de acceder a ellos, y si acaso se puede acceder, es necesario tener las armas suficientes para luchar y sobrevivir ante la saturación de una serie de obras que van desde los lugares comunes de la literatura –de los cuales algunos quizá podrían ser valiosos, pero se consiguen en las mismas librerías presentes en la Feria, con solo visitar esas librerías, sin necesidad de ir a pagar una entrada, y a los mismos excedidos precios– hasta los más afamados best-séllers: Stephen King, Paulo Coelho, J.K. Rowling (Harry Poter), Stephenie Meyer (Twilight), miles de libros de autoayuda y similares. Esto es muy parecido a la fábula de Cortázar, pero al revés, en lugar de destrucción, sobreproducción de un tipo de literatura particular, y sobre todo, exclusión de algunos sectores sociales, lo cual es igualmente destructivo e impositivo, tal como los vampiros multinacionales contra los que lucha Fantomas.
Una de las consignas, y de los mal llamados compromisos de la Cámara Costarricense del Libro, y por tanto de la Feria, es “promover el hábito de la lectura”. Innecesario resulta la perspicacia para darse cuenta que tal como está planteada la Feria, ese compromiso no solo es anulado, sino que se convierte en su contrario.
El precio de la entrada es un monto que una gran cantidad de familias de las clases económicamente desfavorecidas del país no van a pagar, pues hay necesidades de sobrevivencia más urgentes. El  elevadísimo precio de los libros suprime el carácter de Feria, donde deberían darse precios razonables; basta visitar el puesto de la Librería Francesa y de otras librerías para constatar lo alto de los precios. Resulta también impresionante que, la poca representación de Francia que se anunció como el célebre país invitado, sean solamente las conferencias brindadas por algunos autores franceses -sobre la relación “amorosa” e intrascendente de Vargas Llosa con Francia, por ejemplo– la proyección de algunas películas que se encuentran fácilmente en Internet, y uno que otro visitante  francés.
Lo anterior hace de la llamada “fiesta de la lectura” un desafortunado evento de exclusión social, de distinción de la alta cultura (pues la cultura se compra como toda mercancía, y hace que surjan ficciones como la distinción entre el culto y el inculto, el civilizado y el bárbaro, que no es más que la distinción entre el que puede pagar y el que no) y lo peor, un episodio de desestímulo de la lectura para cientos de miles de costarricenses, quienes por sus condiciones económicas, quedan inmediata e inminentemente excluidos del capital cultural que está en juego en el campo de la alta cultura ilustrada.
Se podrá contraargumentar que en la Feria se desarrollan algunas actividades, como conferencias, proyección de filmes, cuentacuentos, pintacaritas, conversaciones con autores de “ciencia ficción” costarricense (quienes viajaron en meses anteriores a la Feria del Libro en Panamá como representantes de la literatura nacional a decir que su modelo a seguir es J.K. Rowling) y otros espectáculos, que no son más que eso, espectáculos perecederos y exclusivos para los que pueden pagar.
Retomando la fábula magistral de Cortázar (quien en la Feria del libro de nuestro país, estaba mucho menos presente que Paulo Coelho, Walter Riso y Walter Mercado) y observando la actual Feria del Libro, podemos concluir que da lo mismo que los vampiros multinacionales destruyan los libros, a que otros destruyan el acceso a los libros para la mayoría, y que la literatura, las ciencias y las artes, se conviertan en un capital cultural exclusivo de algunas clases sociales. Pero lo más inmoral es que después de todo, se culpe a aquellos que son excluidos de este juego, de incultos, desinteresados y pésimos lectores, rasgando vestiduras y lamentando que en Costa Rica se lee poco o nada.

  • Carlos Morales 
  • Opinión
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