Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
El personalismo político es una forma reduccionista de entender la política. Los militantes de un partido político están allí no por sus principios ideológicos, sino por su afinidad con una persona o porque ésta le permitirá materializar sus intereses individuales en el plano político, económico o social.
Los votantes por su parte, en la mayoría de los casos, están dispuestos a sufragar no por el partido político y sus planteamientos programáticos de política pública, sino por el candidato que mejor imagen tenga o por el que mejor habla aun cuando esa imagen y discurso sean falsos, demagógicos, llenos de palabras vacías.
El personalismo político tiene el problema de invisibilizar y quitar la atención de las propuestas de política pública y centrarse en características impostadas de la persona que pretende gobernar. Por ejemplo, en las dos campañas de Óscar Arias se ha presentado a este señor como un candidato social demócrata y como una persona con sensibilidad social; sin embargo, los hechos muestran que nada de eso es cierto y que las políticas públicas que se ejecutaron en sus gobiernos, han traído mayor inequidad social, han generado una economía que favorece a las transnacionales y que desfavorece a los pequeños empresarios industriales y del agro, en fin, una política contra el bienestar del mayor número.
También el personalismo político se desentiende de las otras personas que gobiernan desde otras instancias que son iguales o más importantes que la Presidencia de la República. Los ministros, viceministros y oficiales mayores, son los encargados de la ejecución de las políticas de gobierno; son ellos quienes van a determinar si una política va beneficiar a un grupo pequeño con intereses empresariales o si por el contrario, será de provecho para un grupo amplio de la población. Lo mismo ocurre en relación con los diputados y hasta con los magistrados del Poder Judicial o del Tribunal Supremo de Elecciones.
Para renovar la política costarricense es necesario cambiar ese personalismo político. Se requiere dejar de hablar del “Arismo”, del “Chinchillismo”, del “Ottonismo” y comenzar a exigir que los partidos políticos ejecuten políticas basadas en principios ideológicos, con los que comulgan las personas que sufragaran por ellos.
¿Habrá alguien que todavía crea que el Partido Liberación Nacional es socialdemócrata? ¿Habrá personas que piensen que el Partido Unidad Social Cristiana en algún momento se comportó como un partido con esa perspectiva ideológica? ¿Habrá personas que no consideren que el Partido Acción Ciudadana, bajo el mandato de Ottón Solís, se ha parecido más a un partido fundamentalista religioso que a un partido a la izquierda del espectro político?
Requerimos desterrar el personalismo político y dar lugar a organizaciones en que la vinculación de los militantes sea en función de sus principios ideológicos. Los votantes tienen que sufragar no por una persona, sino por una forma de entender y de hacer política; es decir, el ciudadano tiene que estar claro que si vota por un determinado partido, cualquier persona que sea el candidato o represente a esa agrupación política, desarrollará la acción política apegado a determinados parámetros ideológicos y no como sucede ahora, que se vota por una persona que hace todo lo contrario de lo que dice.
Los militantes de un partido político deben exigir a sus dirigentes que sean coherentes con los principios ideológicos que los rigen. Los candidatos en uno u otro puesto no pueden estar por encima de los principios y hacer lo que les da la gana. Si voto por un partido a la izquierda del espectro político, he de tener la seguridad que sus dirigentes abogarán, por ejemplo, por una política fiscal de impuestos directos antes que indirectos, por una política económica a favor de los pequeños y medianos productores, por una política social que incentive el acceso de los ciudadanos a la educación y a la salud. Esto no ha sido así en Costa Rica.
Si queremos que esto cambie debemos generar el cambio. Las personas honestas y preparadas que no se meten en política, le están dejando el espacio a los deshonestos y mediocres.
La transformación de la política costarricense no es fácil, requiere de mucha convicción y sobre todo de mucho estudio; ya sabemos que no es fácil eliminar el personalismo político, pero se puede lograr si se tiene claridad de miras.
Este documento no posee notas.