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Otro autogooool…!

Un jugador de fútbol que es defensa jugando en su posición, pero desplazándose en el campo como si fuera delantero… ¡Desastre!

Un jugador de fútbol que es defensa jugando en su posición, pero desplazándose en el campo como si fuera delantero… ¡Desastre!
Un jugador de fútbol, defensa o no, que anota de cabeza un autogol… ¡Error… y no casualidad! Error que consiste en no percibir al enemigo y en actuar sin tino, sin concentración y sin dirección ni objetividad. El jugador está dormido. O como tal no existe. O no está presente en el encuentro futbolístico. Ese es el error. El craso y espectacular error. Y además de todo eso, intenta pasar por inocente, y se justifica. Un jugador de fútbol desconcentrado y poco dueño de su propio rendimiento y que esgrime justificaciones como si cualquier cosa. Un deportista accidental y accidentado. Un desastre espectacular que se justifica a sí mismo y ante una multitud de seguidores y no seguidores…
El autogol debiera ser leído y entendido como fracaso de concentración, como agotamiento del jugador, como un muy bajo y poco deseable rendimiento profesional, debiera ser entendido como deshonor. Pero eso del honor ya no se estila en el deporte. Hoy por hoy los jugadores, por estas latitudes, se llaman a sí mismos profesionales, pero temen morir desgastándose en todos y cada uno de los encuentros. Temen entregarse totalmente hasta las últimas consecuencias. Sus entregas, por lo tanto, son parciales, evidentemente raquíticas, desnutridas y deslucidas, en una palabra: mediocres. Mediocres con ganas. Eso sí, casi todos, por no decir todos, en su gran y patético individualismo, se consideran que merecen, ya no sólo formar parte de la Selección Nacional, sino, y ante todo, ser dignos, necesarios, exigidos e incuestionables jugadores de todo equipo europeo. El posterior rendimiento dentro de esos equipos, la indisciplina tan notable y evidente y la falta de profesionalismo y trabajo en equipo termina por sentenciarlos a ser jugadores “de banca” en Europa y a volver con el rabo entre las piernas a su país de origen.
El autogol debería ser un deshonor y como tal ser evaluado y sancionado. Los equipos debieran tomar sus respectivas medidas ante estos “fallos”. La complacencia ante tales “fallos, sin embargo, puede venir de todos los sectores, incluso puede llegar acompañada de risas y de chistes. Como colmo, la mediocridad se justifica a sí misma, se reproduce y se perpetúa.
Pregunta: ¿Es esta una nueva forma de mediocridad futbolística? ¿Y qué se va a hacer para corregirla? ¿O no es necesario corregir estas desviaciones tan ajenas al pundonor deportivo? Ser deportista es tener espíritu deportivo, quiere decir, morir luchando, gastándose todo el esfuerzo humano y sobrehumano por el único resultado honroso: la victoria total y contundente. Pero esto no lo huele ni lo entiende, ni lo quiere entender la mediocridad.
¿Quiénes contribuyen a silenciar y perpetuar esa mediocridad, ese cáncer futbolístico? ¿Acaso los medios de comunicación, los programas deportivos, los entrenadores, los dirigentes de fútbol, los mismos futbolistas, la ausencia de una honesta y profunda reflexión en todos y en cada uno de estos factores? ¿Los ciega el fanatismo por un equipo particular y específico y por tanto nadie se atreve a atacar el problema porque se estima que esto sería atacar al equipo de sus amores?
Parece que la mediocridad progresiva se va apoderando, desde hace mucho, de diversas entidades e instituciones sociales; el fútbol nacional parece que no es sino uno de los agentes también enfermos…

  • Hernán Mora C. (Filósofo)
  • Opinión
FootballIndividualism
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