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Duerme, Naranjo en flor

Repasar los pasos, las palabras de Carmen Naranjo, casi medio siglo de producción literaria ininterrumpida, se siente como junto a un inmenso río. Un rumor sabio y antiguo que a veces se agita con furia; cargado de profundidades inquietantes y luminosidades saltarinas.

Repasar los pasos, las palabras de Carmen Naranjo, casi medio siglo de producción literaria ininterrumpida, se siente como junto a un inmenso río. Un rumor sabio y antiguo que a veces se agita con furia; cargado de profundidades inquietantes y luminosidades saltarinas.
Así, su obra horadó la montaña de convencionalismos y dobles discursos. Suena y resuena moliendo piedras.
Carmen Naranjo fue una escritora sin sosiego. Desde niña la impactó la doble función de la palabra de decir y no decir, de manifestar y ocultar. En sus primeros años, quería pintar y dibujar el mundo, toda la belleza que conmovía su gran sensibilidad, pero muy pronto se vio atrapada por el mundo de las palabras y las miles de imágenes que estas contenían. Pero su lectura no era como la de los demás, no le bastaba con la anécdota, sino que encontraba profundidad en cada palabra.
Empezó a anotar por aquí y por allá escasos versos y luego se decidió a estudiar filología y literatura.
El signo poético o lírico marcó para siempre toda su creación.
Eran los años 60, de cambios y revueltas en el siglo pasado. La sociedad costarricense también se transformaba, particularmente la capital. Carmen Naranjo trabajaba como funcionaria en la Caja Costarricense de Seguro Social, había escrito varios poemarios donde mostraba ya esa intensa relación con las palabras, que la apasionan, la inquietan y la fascinan.
Del entorno captó voces, conoció historias, dramas personales y las vidas de costarricenses que son muy distintos a la figura convencional que de ellos se tiene. Así surgió su primera novela “Los perros no ladraron”.
Las formas narrativas convencionales no son suficientes para lo que quiere contar, deja a los personajes hablar, ser por lo que dicen. De esta manera, involucra al lector, lo ponen en ese lugar a escuchar esas historias, duras, contradictorias, extrañas y cotidianas.
Esa novela marca un rumbo narrativo para Carmen Naranjo y para la literatura costarricense una huella definitoria.
Para la escritora nada volvería a ser igual. Sus constantes búsquedas en la poesía ahora se trasladan al mundo de la narrativa. Precisamente su novela “Memorias de un hombre palabra” retoma lo que podría ser un personaje de su novela anterior y lo desarrolla desde la perspectiva de este; con lo que vuelve a ese mundo, pero ofrece una visión distinta, la de este monólogo interior.
El mundo de aquella vida urbana, de los burócratas que entonces eran de clase media, es el ámbito en que Carme Naranjo hace un repaso crítico de la sociedad costarricense.
El cambio de una sociedad pueblerina a una citadina ha engendrado una nueva forma de angustia y nuevos procesos de enajenación y sufrimiento. Aunque se habla de progreso, la sociedad no ha mejorado porque no resuelto las lacras que perviven desde su fundación. Carmen Naranjo apunta cuestiones humanísticas y critica la doble moral, los mecanismos del egoísmo, la frustración y la corrupción, pero lo señala además desde la perspectiva social y la individual.
Abocada narrar ese mundo complejo y cambiante, la escritora despliega un conjunto de recursos estilísticos, de estructura y formales de verdadera innovación en la narrativa nacional.
En adelante acude siempre a la experimentación, juega con el sentido de las palabras, en particular con los pre-sentidos o ideas preconcebidas de un concepto o imagen, con lo cual pone al lector siempre alerta. Su vocación poética lleva la narración más allá de la anécdota y desarrolla un mundo envolvente de imágenes y sensaciones.
En el juego del ser y el parecer, de las apariencias, entra un personaje fantasmagórico, ambivalente en su novela corta “Camino al mediodía”, donde un personaje que se ha suicidado repasa en una especie de desdoblamiento lo que ha sido su vida de impostura.
Esta obra complementa las dos anteriores en una especie de trilogía.
En el caso del personaje anónimo, porque no tiene nombre, de “Memorias de un hombre palabra”, busca su reivindicación en la apropiación de la palabra, en dejar de ser uno más atrapado en el entorno. De la misma manera que Carmen Naranjo busca rescatar el sentido de las palabras, de cada palabra y rescatarla de ser solamente instrumentos del discurso.
De la soledad, la incomprensión y la separación de un entorno de cruel indiferencia, da cuenta “Responso por el niño Juan Manuel”, de 1971, donde una vez más afirma el juego de imágenes y los comportamientos de la sociedad urbana.
Afirmando la perspectiva social de los problemas que señala, en 1974 publicó “Diario de una multitud”, donde apuntó los fallos y mitos de la sociedad costarricense.
Carmen Naranjo fue una mujer de inquietudes profundas hasta el desasosiego. Podía parecer dura por su mirada incisiva o su forma de hablar directa, pero siempre lo aliviaba con una tierna sonrisa y un gesto de cariño. Pero era enemiga personal del doble discurso, las zalamerías, las hipocresías y las mentiras, las piadosas y las despiadadas.
Sabía que la franqueza de su manera de ser contrastaba con la idiosincrasia nacional, situación que muchas veces la arrancaba un suspiro profundo y estoico.
En su insaciable búsqueda literaria, experimentando con estructuras, jugando con el lenguaje y dibujando y desdibujando personajes, de la novela pasó a los relatos y al cuento, pero nunca abandonó la poesía.
En 1977, publicó su libro de ensayos “Cinco temas en busca de un pensador”, donde ya sin recursos literarios de ficción expone las ideas que ha presentado reiteradamente en su obra narrativa.
Crítica, aguda, precisa, directa, Carmen Naranjo tiene una visión comprensiva de algunas de los problemas idiosincrásicos del ser costarricense. Por eso, su obra no solo representa un disfrute estético y un aporte indudable a la literatura nacional, sino un recurso de reflexión y análisis.
En su conjunto de relatos o novela fragmentada, atinadamente titulada “En partes”, de 1994, ya no se circunscribe al mundo de los burócratas urbanos, sino que abarca más allá, la Costa Rica del fin de siglo.
Y con la novela “Más allá del Parismina” de 2001 retomó un mundo rural una utopía bucólica, el paraíso perdido, con lo que parece acusar qué es lo que hemos hecho con la gracia de la naturaleza en que nacimos.
De ese mismo año es +En esta tierra redonda y plana, bello poemario que un canto a la vida, lleno de amor y ternura.
Finalmente, un hermoso legado es su libro “Oficio de Oficios” de 2007, acompañado con un disco en que la voz de la escritora cuenta sobre su vida, su obra y los escritos, mientras los poemas son leídos por Cristy van der Laat.
Carmen Naranjo dejó una obra a la cual acudir reiteradamente, por su calidad literaria y por su amor inclaudicable por este país y por su gente.
Al asomarse a sus libros, la palabra está florecida, como siempre.

  • Manuel Bermúdez 
  • Los Libros
Seguro Social
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