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Vecinos del río San Juan claman por oportunidades y piden desterrar diferencias

Los diferendos y la guerra verbal que se atiza desde San José y Managua, y que mantienen en un bajísimo nivel las relaciones entre Costa Rica y Nicaragua, parecen no desvelar a las comunidades ubicadas a lo largo de la zona fronteriza norte, que casi a gritos piden mayores oportunidades de trabajo, salud y educación. (Ver recuadro 1: Costa Rica y Nicaragua protagonizan un espectáculo vergonzoso, advierte politólogo Alberto Cortés.)

Los diferendos y la guerra verbal que se atiza desde San José y Managua, y que mantienen en un bajísimo nivel las relaciones entre Costa Rica y Nicaragua, parecen no desvelar a las comunidades ubicadas a lo largo de la zona fronteriza norte, que casi a gritos piden mayores oportunidades de trabajo, salud y educación. (Ver recuadro 1: Costa Rica y Nicaragua protagonizan un espectáculo vergonzoso, advierte politólogo Alberto Cortés.)
UNIVERSIDAD realizó, el domingo 22 de enero, un recorrido por varios pueblos de la región, donde el gobierno costarricense, cobijado en un decreto de emergencia, construye una carretera de 160 kilómetros, gran parte de la cual corre paralela al río San Juan. Se trata de una obra que, al igual que sucedió con la invasión nicaragüense a isla Calero-Los Portillos en octubre del 2010, volvió a encender los ánimos entre la clase gobernante de las dos naciones.
“Esta zona ha estado siempre olvidada por los dos gobiernos; entre los pobladores no existen problemas, estos se atizan allá (en Managua y San José), dijo, en los Chiles de San Carlos, el médico Ronald Rojas, jefe de cirugías del hospital de Ciudad Quesada.
 
UNIVERSIDAD realizó un recorrido de casi 20 horas junto con Rojas por varias comunidades y caseríos ubicados a lo largo de la vía, cuya construcción avanza con rapidez, pese a los reclamos del gobierno nicaragüense que acusa al Estado costarricense de cometer “un crimen contra la naturaleza” en la cuenca binacional.
En el puesto fronterizo de Tablillas, en los Chiles,  donde pocos kilómetros más adelante el proyecto del gobierno de la presidenta Laura Chinchilla se abre paso entre zonas de pastizales y áreas boscosas en dirección hacia la frontera demarcada por el río, el movimiento de personas desde uno y otro lado era continuo el pasado domingo  22 de enero.
A unos diez kilómetros de la frontera, el gobierno del presidente Daniel Ortega construye, con financiamiento de Japón, un puente de unos 100 metros de largo, con el que pretende enlazar las ciudades del interior con la zona limítrofe.
De los gigantescos cultivos de cítricos localizados a ambos lados, salían, esa mañana, hombres, mujeres y niños, quienes se suman a la recolección de la fruta, con bolsas y sacos de yute al hombro y algunos enseres, para visitar a sus familiares en el interior.
La vigilancia, tanto del sector costarricense, como del de Nicaragua, era apenas perceptible.
“Aquí sólo queremos paz, no problemas, todos somos hermanos y necesitamos comida”, dijo a UNIVERSIDAD, detrás de la malla que separa a ambos países, el nicaragüense Juan José Miranda, luego de empujar y arrancar un destartalado vehículo, en el que a empellones y como en lata de sardina, se acomodaron varios trabajadores para dirigirse hacia el puente nicaragüense.
“No hay aquí ninguna rivalidad, ni por la carretera ni por el pleito de Calero; los nicaragüenses necesitamos trabajo y ustedes nos ocupan a nosotros para recoger las cosechas de naranja y piña”, un cultivo que invade con enorme rapidez gran parte de la zona norte de San Carlos. “Hay muchos inventos, esos son pleitos de los políticos”, aseguró el “taxero”  nicaragüense.
Un sargento del ejército de Nicaragua, quien pidió no ser identificado, atendió sin dilación nuestro llamado para conocer sus impresiones sobre las diferencias que separan a su país con el nuestro.
“Mire, la verdad es que esta es una frontera ilegal, la gente pasa como puede. Eso de los problemas es cosa de los gobiernos, en toda esta zona no hay ningún problema entre nuestros habitantes”, aseguró el oficial.
“Estos soldados son traídos desde Nicaragua a los puestos fronterizos y muchas veces los dejan ahí hasta seis meses, algunos metidos en la montaña, si agua, luz y con poca comida,  por eso, de los dos lados lo que existe es solidaridad entre la gente para sobrevivir”, explicó el doctor Rojas.
UNIVERSIDAD abordó a un policía guardafronteras de Costa Rica, destacado en el puesto fronterizo de Tablillas, quien aseguró que a lo largo de toda la zona fronteriza lo que domina es la calma y la tranquilidad, pese a la imagen que se tiene en San José y Managua de que la tensión es el denominador común en la región.
“Mire, a veces hacemos un  cafecito y le pasamos un poco a los soldados del otro lado, incluso algunas veces les cargamos sus teléfonos (celulares) porque no tienen acceso a electricidad”, comentó el oficial, oriundo de San  Carlos.
En muelle de los Chiles, donde se encuentra el atracadero del río Frío, numerosas lanchas, una de las cuales con la leyenda Instituto Nicaragüense de Turismo, esperaban en la  mañana de ese domingo el arribo de turistas para llevarlos por esa vía y a la desembocadura en el San Juan.
“Yo soy nicaragüense pero tengo 27 años de vivir en Costa Rica. Con mi lanchita me gano la vida y trabajo sin problemas en los dos lados. “En toda esta zona, y a lo largo del San Juan, lo que hay es paz”, “que nos dejen  trabajar,  es lo que pido a los dos gobiernos”, dijo el botero.
Luego de visitar el atracadero, UNIVERSIDAD, con el apoyo de Rojas, prosiguió el recorrido en busca de la polémica vía fronteriza. La misma tiene su inicio, en la zona de San Carlos, en los Chiles, donde una antigua trocha fue acondicionada hasta cruzar por un costado el humedal de Medio Queso. La maquinaria facilitó el paso al reforzar un relleno de unos dos kilómetros, donde un talud separa la vía. Un puente enlazará el segundo tramo, que sigue en dirección a la frontera y de ahí en busca de la margen derecha del San Juan.
Unos diez kilómetros más adelante, luego de pasar el poblado de Cuatro Esquinas, se pueden apreciar, en toda su magnitud, los boquetes gigantes que los tractores  abrieron en la tierra color arcilla, donde la vía corre paralela a la frontera con Nicaragua, con dirección al sector de Tiricias, en cuyas cercanías el San Juan ya sirve de límite.
En esta parte de la frontera terrestre es donde la construcción de la ruta deja entrever importantes impactos ambientales del lado costarricense. Enormes árboles (Roble Coral, Yema de Huevo)  con sus raíces al aire yacían acomodados a un lado en varios puntos,  mientras avanzábamos por el trayecto,  interrumpido ese día en un sector fangoso, a la altura del lugar conocido como Isla Chica,  y donde el equipo de UNIVERSIDAD y el doctor Rojas sudamos gotas extras para sacar el auto del mar de lodo cobrizo en el que quedó atrapado.
En la comunidad de La Trocha, varios kilómetros más adelante, Rojas tiene una finca de 160 hectáreas, que alquila a un agricultor, y donde siembra ñame y otros productos agrícolas.
“La carretera es importante, aunque hay cosas que no han gustado a los vecinos, que hayan arruinado algunos cultivos, tirado cercas u obligado a demoler o reubicar construcciones casi sin previo aviso”, comentó el médico.
“Nos han dicho que tenemos que botar la casita y levantarla más adentro”, narró a este semanario Juana Juárez, oriunda de Nicaragua y quien vive en La Trocha desde hace más de 20 años.  Algunas de estas casitas estaban ubicadas en territorios de la milla fronteriza, zona inalienable, por donde corre la vía.  Debido al decreto de emergencia las órdenes de desalojo no necesitan mayores procedimientos burocráticos o de tipo legal.
UNIVERSIDAD contactó otros casos similares, como el de Wilbert Álvarez, en Boca San  Carlos, donde el San Juan ya es frontera, y cuya casa quedó reducida a la mitad, con el paso de la  maquinaria.
Álvarez dijo que este imprevisto en su rutina tiene implicaciones económicas, pero se mostró contento con la carretera. “A pesar del perjuicio, creo que ayudará a desarrollar estas regiones, que son muy pobres”, aseguró.
Leonel Morales, también vecino de Boca San Carlos,  es otro afectado. Los funcionarios del CONAVI le obligaron a demoler una parte de su lechería y ahora le han dicho que debe “correrse más”, porque el gobierno ocupará más terreno para completar la obra, aseguró.
Juan Rafael Siles Jiménez, dueño de una pequeño local de abarrotes y del bar San Juan, se vio obligado a demoler parte de este último negocio.
“Yo accedí, me costó dinero, pero creo que la carretera traerá beneficios”, dijo a UNIVERSIDAD.
En Boca San Carlos pobladores consultados dijeron también estar ajenos a los diferendos entre San  José y Managua. “Usted puede ser testigo, aquí no hay problemas, todo está tranquilo”, dijo  don Juan Rafael.
“No tenemos por ahora problemas para navegar, uno pasa a la otra ribera y se reporta”, dijo Siles Jiménez, a quien se sumó Arsenio Duarte, un nicaragüense con 37 años de vivir en el lado costarricense.
“Hace días no vienen, pero antes incluso los soldados nicaragüenses cruzaban  y venían a tomar cerveza y comprar comida”, relató el dueño del bar San Juan.
Mientras la apacibilidad domina el ambiente en las comunidades ribereñas, los gobiernos de los dos países han atiborrado a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) con sendas demandas, una por violación a la soberanía y otra por presuntos daños ambientales provocados por la carretera.
La Corte Centroamericana de Justicia, cuya jurisdicción no es reconocida por Costa Rica, ordenó suspender la construcción de la trocha. La intromisión de ese organismo desembocó en una ofensiva diplomática costarricense ante los países centroamericanos con el objetivo de ponerlo en “cintura”.
Mientras tanto,  los pobladores fronterizos esperaban el inicio de clases para que sus niños, muchos de origen nicaragüense, recorran el río sin contratiempos y puedan acceder así a la educación en escuelas locales.

 
Alberto Cortés, politólogo: Costa Rica y Nicaragua protagonizan un espectáculo vergonzoso

El politólogo y miembro del Consejo Universitario, Alberto Cortés, advirtió que Costa Rica y Nicaragua están protagonizando un “espectáculo vergonzoso” ante los foros internacionales, con sus demandas y contrademandas y los reiterados diferendos fronterizos.
“Ha sido un gobierno o el otro, dependiendo del momento político, el que usa el río San Juan como excusa para generar un conflicto. Primero fue Nicaragua el que inició esta dinámica con lo de Calero y en el pasado fue Costa Rica con los reclamos para el tránsito de policías armados”, dijo Cortés.

“Venimos de la Corte de La Haya, en el 2009. En ese entonces, lo que hizo (la Corte) fue leernos el tratado y ponerlo al día. Y para eso cada país se gastó cinco millones de dólares, dinero que pudo ser utilizado para el desarrollo transfronterizo.

En vez de estar peleando,  ¿no deberíamos de estar cooperando?”, se preguntó Cortés.

El politólogo y académico recomendó a los dos países impulsar un  proceso “desde abajo”, a nivel de sociedades, que detenga la influencia política de las capitales.

“Por grandes intereses económicos que existen hay una gran presión para desarrollar enclaves agrícolas vinculados a la piña, la naranja, a los tubérculos para exportación, primero en Costa Rica y ahora también del otro lado”, indicó.

“Es un conflicto que beneficia a bufetes, abogados, asesores políticos, etc. Creo que deberíamos ser capaces de desactivar esa lógica del conflicto y volver a reactivar la lógica de la cooperación para alcanzar un desarrollo transfronterizo sustentable en la zona”, puntualizó.
 

  • Ernesto Ramírez 
  • País
Invasion
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