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En Guatemala, la violencia contra las mujeres, ya sea física, sexual, psicológica o patrimonial, es un grave problema de grandes dimensiones. Sólo el año pasado ocurrieron más de 437 asesinatos de mujeres y la mayoría han quedado impunes.
La Relatora Especial de Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, Yakin Ertürk, expresó en un informe luego de visitar ese país: “Según las estimaciones más prudentes, el 36% de las guatemaltecas que conviven con un hombre son víctimas de violencia doméstica.
Las mujeres son también víctimas frecuentes de otros delitos de la esfera privada que no suelen denunciarse o sancionarse”.
Estas mujeres que sufren graves violaciones pasan a ser una estadística más, o una crónica pasajera en los medios de comunicación. Por ello el caso de la joven Cristina Sicavizza, puede considerarse un caso emblemático por varias razones.
Primero, porque su esposo, supuestamente el responsable del asesinato de Cristina, tal y como lo declarara la empleada doméstica en la fiscalía, está prófugo de la justicia y ha desaparecido con sus dos hijos.
Segundo, la madre de él, quien fue la primera mujer Presidenta de la Corte Suprema de Justicia, está detenida en relación con el caso, hecho insólito en un país donde la impunidad y la inseguridad alcanzan grados alarmantes tal y como lo advirtiera este año la Alta Comisionada adjunta de la ONU para los Derechos Humanos, Kyung-wha Kang.
A la expresidenta de uno de los máximos poderes se le detuvo, pues hay indicios de su tráfico de influencias para obstaculizar la marcha de la justicia, activando su red de contactos, cobrando favores, apelando a lealtades, instigando a una testigo a la mentira, y facilitando la fuga de su hijo junto con los dos menores.
Las reacciones en la sociedad guatemalteca y la comunidad internacional han sido de sorpresa ante esta detención, preguntándose ¿que hizo que la justicia se activara en un caso concreto donde los padres del supuesto asesino son personas influyentes? Una de las explicaciones más convincentes es el surgimiento de un movimiento espontáneo de jóvenes indignadas que decidieron ser la VOZ DE CRISTINA y de tantas mujeres que sufren la violencia.
Sin experiencia alguna, su indignación las llevó a organizarse y han utilizado todos los medios a su alcance para exigir justicia, transparencia y verdad. Se les ve haciendo plantones, utilizando las redes sociales, buscando espacios en los medios de comunicación, haciendo alianzas con organizaciones consolidadas que luchan por las mujeres y sus derechos, pero también arriesgándose a las críticas de una sociedad permisiva e indiferente, y arriesgando sus vidas.
Pero como ellas han manifestado: Nos unimos para quedarnos… y sobre todo siguen su lucha contra la impunidad, porque como dijo el poeta maya Humberto Ak´abal: Hablo para taparle la boca al silencio.
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