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El río Madeira, uno de los principales afluentes del Amazonas, es imponente y poderoso. En esta estación lluviosa alcanza su nivel máximo y, desde su margen oriental en Porto Velho, la capital del estado de Rondonia, se le ve correr con fuerza, llevando sobre sus aguas enormes troncos a velocidad sorprendente para un río de esta envergadura.
Pocos kilómetros río arriba de Porto Velho, en las márgenes del Madeira, se encontraban hasta hace poco tiempo varias villas de pescadores fundadas precisamente en un punto donde el río se estrecha y sus aguas se precipitaban furiosamente, por entre rocas enormes, en una serie de cataratas y rápidos conocidos como Cachoeiras do Teotônio. A quienes moran en las riberas del Madeira y de otros ríos amazónicos, en casas flotantes, y viven de los recursos que los ríos proveen se les conoce como ribeirinhos.
Desde la margen, los ribeirinhos de Teotonio construían puentes de troncos que se extendían sobre los rápidos a baja altura, casi rozando el alboroto del agua reventando. Habían desarrollado una técnica única y admirable para pescar. Subían al puente y caminaban cuidadosamente hasta su extremo, sobre la parte más furiosa de las cataratas. Se sentaban y desde allí pescaban, ya con cuerda y anzuelo, ya con arpones. Hasta la base de esas cataratas llegaban muchas especies de peces, especialmente de bagres, pero también otros conocidos como jaús y dorados. Balanceándose sobre la precaria estructura, los pescadores de Teotonio eran capaces de sacar bagres enormes y pesados. Su labor era peligrosa y dicen que no era inusual que algunos cayeran, lesionándose seriamente o incluso muriendo ahogados en los poderosos remolinos formados en la base de las cataratas. Pero trabajando así sobrevivían ellos y sus familias, pescando lo que podían para comer, y para vender quizá parte de la pesca y así suplir otras necesidades.
Sin embargo, en Teotonio ahora se construye una represa hidroeléctrica para aprovechar el potencial energético de la corriente del Madeira. Hace pocos días se cerraron finalmente las compuertas de la represa y ahora el gigantesco embalse se está llenado, inundando las villas de los ribeirinhos, condenadas a desaparecer. Han desaparecido ya las cataratas de Teotonio.
Reclaman lugareños y académicos de la Universidad Federal de Rondonia, que para los ribeirinhos los planes de reubicación planteadas no son efectivos ni les ofrecen alternativas económicas, mucho menos culturales. Es probable que estos ribeirinhos acaben viviendo en las favelas cercanas a Porto Velho. Y se ha perdido ya el medio natural en el que surgió la técnica de los pescadores y la cultura de la que ésta era expresión.
Todo esto se ha perdido en nombre del “desarrollo económico” de un país que puja, que crece, pero sacrificando a los más débiles, arrebatándoles los recursos vitales para su bienestar. Irónicamente, en Porto Velho los apagones son constantes. La energía producida no es para esta región, sino para las regiones urbanas y más industrializadas del país.
Ojalá esta tragedia nos sirviera a los costarricenses para reflexionar y sopesar el estilo de desarrollo que hemos logrado y el que queremos procurar en el futuro, por ejemplo en nuestras costas del Pacífico y del Caribe, y en la región del Diquís. No sigamos un camino en que las comunidades locales se vean atropelladas, y sus recursos arrebatados, en nombre de un “desarrollo” sin justicia social.
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