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En estos tiempos electorales, conviene también afinar el lápiz y analizar cuál es la proporción entre personal interino y personal en propiedad. ¿Han variado las tendencias por facultades y áreas en los últimos, por ejemplo, 10 años? ¿Cuáles podrían ser las prioridades institucionales en el mediano plazo? Si estos balances existieran, pareciera que no se han discutido en la comunidad universitaria. En esta dirección podría discutirse si la condición en Régimen Académico debería continuar subordinada al tipo de relación laboral (interinazgo o propiedad) o si una persona en condición de interinazgo podría ser, por ejemplo, catedrática.
III parte
Ya más en el terreno de la investigación, un tema cardinal son los criterios para conformar nuevas unidades de investigación. ¿Valdría la pena debatir y consensuar parámetros para iniciar nuevos programas, centros o institutos de investigación?
A lo mejor podría convenirse que no deberían surgir programas sin proyectos, que centros e institutos no podrían aprobarse sin al menos tres programas consolidados, desde los cuales se hayan finalizado satisfactoriamente proyectos y hayan surgido publicaciones, ojalá algunas de ellas internacionales. Una clave en este punto debería ser que la consolidación académica anteceda a la diferenciación institucional de una iniciativa. De otro modo, podemos correr el riesgo de crear unidades sin justificación en parámetros sustantivos y alimentar la ilusión que la formalización administrativa va a enriquecer, per se, el trabajo académico.
Una inquietud semejante a la anterior podría elaborarse en referencia a la Acción Social. La creación de programas tan importantes como el de Centros Infantiles Universitarios o el Programa Integral para la Persona Adulta Mayor, para citar apenas dos, debería, en la medida de lo posible y siguiendo la normativa universitaria, desarrollarse desde las unidades académicas, de modo que sigan formando parte de la Vicerrectoría, pero que sean las unidades académicas especializadas en un determinado tema, las encargadas de su concepción y gestión. ¿El hacer depender la ejecución de un número creciente y diverso de programas, todos ellos de sobra justificados, directamente de una Vicerrectoría –sea Acción Social o para el caso cualquiera otra- puede desvirtuar su propia condición de instancia coordinadora y darle el carácter de ejecutora de tareas que ella misma le corresponde supervisar? Por otra parte, la posibilidad de delegar la gestión de programas y proyectos a unidades académicas demandaría de éstas apertura, para asumirse más plenamente como parte de la Universidad y no como un coto disciplinario.
En cuanto al tema de acceso a la Universidad, en el primer Foro Institucional 2011 se informaba que, en promedio, el cupo de primer ingreso aumentó en 1.000 plazas durante los últimos 5 años. Sin embargo, no hemos tenido una discusión informada de si esta es una cifra alta o baja según las posibilidades institucionales y las necesidades del país. Si no la leemos respecto a ciertos a parámetros o metas en donde adquiera significación, la cifra en cuanto tal no nos dice mucho. Se nos dice que en la Sede Rodrigo Facio no hay aulas, pero la ironía es que en las sedes hay instalaciones disponibles. Aunque está muy bien la Sede Interuniversitaria en Alajuela, ésta alquila instalaciones en un centro comercial, mientras que hay sedes que pueden –y deben- albergar más carreras. Sin regionalización como prioridad institucional mayúscula, es muy difícil que mejoremos la inclusión y la cobertura. Continuará.
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