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El tema de la regionalización y la inclusión obliga a reflexionar también acerca de las prioridades de inversión en infraestructura. La discusión de los megaproyectos ha concentrado el esfuerzo de las autoridades en los últimos años. Buena parte de la discusión se ha concentrado en la modalidad y condiciones del préstamo y la entidad prestataria. Sin embargo, poco se ha discutido acerca de la escala misma de la propuesta, sobre todo si se vincula con el tema de la regionalización. De allí que bien vale la pena interrogarse si la escala “mega” es la más indicada. ¿Es viable construir megaproyectos en una miniciudad que no incrementa sus facilidades en forma proporcional? Es indiscutible que la Universidad requiere aumentar su infraestructura; la pregunta es si dicho crecimiento tiene que concentrarse en un mismo lugar. ¿No será que más que en clave “mega”, requerimos imaginar el desarrollo de mediano y largo plazo de la infraestructura universitaria en clave “meso”? Si quienes fundaron la Universidad de Costa Rica tuvieron el tino de imaginarla en Montes de Oca, ¿no nos tocará ahora redoblar el ímpetu de la regionalización y no insistir tanto en Montes de Oca? Incluso las ciencias sociales, a menudo asociadas a posturas críticas, parecen no advertir la ausencia de una estrategia de regionalización.
IV parte
Las interrogantes acerca de las escalas conducen hacia otras dimensiones territoriales, entre las que sobresale cómo se sitúa la Universidad de Costa Rica en Centroamérica. Al menos desde la experiencia de las ciencias sociales, la internacionalización de la investigación, la formación de redes, la formación de equipos, todo ello tan importante en esta época, enriquece y fortalece apenas tangencialmente los vínculos con colegas centroamericanos. Nos internacionalizamos mucho más hacia Norteamérica, Europa, en menor medida hacia América del Sur, pero mucho menos aún hacia Centroamérica y el Caribe. Si bien la seguridad alimentaria, los riesgos socioambientales, las migraciones o la violencia nos sacuden como región, aún no despegan iniciativas de largo aliento tanto en lo territorial como en perspectiva de mediano y largo plazo.
Hasta ahora se han mencionado interrogantes y temas para la discusión centrados en temas específicos. Conviene señalar que surgen también interrogantes en torno a la importancia de formación de sinergias o formas de trabajo en red. Por ejemplo, la sociedad costarricense produce ahora más riqueza, pero es al mismo tiempo más desigual. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos recién divulgó que el Índice de Gini se estima en 0,54 (en un intervalo entre 0 y 1, siendo cero plena equidad), un incremento descomunal frente a estimaciones anteriores (0,47%). Sin embargo, cuando se analizan encuestas en que se pregunta por cuál es el problema más importante del país, las personas no registran -aunque la vivan- la desigualdad con una intensidad semejante. Aquí tendríamos un ejemplo para afinar los vínculos entre investigación y acción social. Acaso requiramos precisar prioridades, estrategias y soportes en torno a las actividades de debate público.
En síntesis, es deseable y necesario que con suficiente antelación podamos disponer de los programas de trabajo de las personas que inscribirán sus candidaturas para la Asamblea Plebiscitaria. Programas en torno a retos sustantivos posibles de ser ejecutadas, serían insumos indispensables. Junto a los programas también se podrían presentar los equipos de trabajo que acompañarían a las personas candidatas de ser resultar electas. Ello podría facilitar la coordinación institucional, de modo que las vicerrectorías no parezcan tan alejadas unas de otras como ocurre en la actualidad. En fin, si la Universidad es compleja y demanda numerosos esfuerzos de quienes desempeñan los cargos de máxima responsabilidad, ¿no será que un reto de este proceso electoral es que las candidaturas deberían ser concebidas como equipos en que la dinámica cooperativa más que competitiva sea un punto ineludible de partida?
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