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Modelo de vida y engorde

¿Qué tipo de calidad de vida queremos para nuestros compatriotas? De acuerdo con los cánones de la industria alimentaria actual, de las empresas nacionales e internacionales de comidas, el estándar es el de vivir para comer, cuando lo correcto que señala la experiencia y la historia de la medicina  es comer saludable y con balance para vivir.

¿Qué tipo de calidad de vida queremos para nuestros compatriotas? De acuerdo con los cánones de la industria alimentaria actual, de las empresas nacionales e internacionales de comidas, el estándar es el de vivir para comer, cuando lo correcto que señala la experiencia y la historia de la medicina  es comer saludable y con balance para vivir.
La diferencia entre ambas concepciones de vida está en el sentido de la existencia y la búsqueda de realizaciones optimistas, duraderas y sinceras, enfrentadas a la maquinaria del negocio y el fin de lucro activo y sin límite que llevan a cabo las empresas que se dedican a labores de vender cualquier tipo de producto gaseoso, líquido, o sólido.
En su estructura mercantil y organización de trabajo, las empresas tienen una “visión” de aparentemente servir al consumidor, eufemismo que significa cliente, satisfacer una necesidad ficticia que ellos se encargan de fantasear y mercadear subliminalmente en el consciente colectivo; el éxito de los dueños de fábricas, físicas o jurídicas, está en vender y vender y vender, hacer del negocio una empresa en constante crecimiento y poder de posicionamiento local, regional y nacional, luego internacional.
¿Existe tal necesidad de productos, o por la boca muere el pez? ¿Quién es el pez? ¿Qué se pesca en ese mercado de necesidades y gulas?
La naturaleza humana se provoca y deleita en la exploración alimenticia, engulle lo que sea de acuerdo con su síntesis cultural y al entorno social donde tiene la cuchara para la ingesta, aunque luego genere dependencia, gordura con hinchazón y lamentos con enfermedades, disminuyendo su calidad de vida, o su relato de traumas y esfuerzos para superar esa etapa de su adicción, a una marca, a un producto, a su engorde porquerizo de una enfermedad creada y estimulada por el comercio.
De lo anterior tenemos que los empleos y la economía crecen o se ven en crisis si la gente come más o menos basura, sin importar calidad de salud y expectativa de vida prolongada en aumento. Porque hay otra industria paralela, la de la medicina curativa, supresora de males adquiridos socialmente, cuando lo correcto debería ser la medicina y salud pública preventivas.
De ahí que los médicos y las industrias farmacéuticas transnacionales también se asocian a otro negocio lucrativo, vender medicinas, investigar mezclas que alivien, curen y produzcan efectos secundarios, como es bien sabido por las etiquetas que podemos leer en su descripción de fármacos al cliente.
También es claro que la eficiencia de esta cadena se asocia con los gimnasios para producir salud, no la meditación trascendental, interna, sino el ejercicio físico en bruto, muscular, para restablecer el cuerpo de su exceso de grasas y bloqueo de eventuales efectos secundarios con signos de fatalidad.
Es indiscutible que detrás de la planificación de sus estrategias comerciales hay profesionales que saben lo que hacen; el asunto está en que la educación que nos proponen es la mercantil, la de vendernos sus productos, no la de velar por nuestra salud.
En el mundo empresarial, libre, ¿cuál es el problema? Ninguno, salvo que los dineros públicos están a expensas de los tagarotes del mundo privado alimenticio, que nos venden tragar vidrios como si fueran bolo alimenticio de maíz, trigo, cebada, frutas, o alimentos que van por nuestra salud y no por el engorde poblacional y crecimiento de sus cuentas bancarias, campos de golf para multimillonarios que no siembran árboles ni cuidan las aguas de los ríos limpios, ni mucho menos del mar.
Será problema de nuestra naturaleza humana, empeñada en el negocio y venta de necesidades creadas especialmente para el negocio y el crecimiento económico del país o del mundo globalizado. Lo espantoso es que si revisamos detenidamente los  contenidos de miles de productos servidos en los estantes de los supermercados, megamercados y expendios al menudeo, advertimos la cruda realidad de que no nos ofrecen “gato por liebre”, puesto que la carne de gato bien preparada es rica, alimenticia y podría constituir un activo de salud utilizado en el control del exceso de gatos que andan sin dueño y en una vida libre licenciosa de tejados, reproduciéndose como ratas sin ley.
¿Qué hacer? La educación comienza en la casa de cada uno, en las instituciones públicas, entre ambas deben dar el ejemplo; si la necesidad es real, que se atienda con calidad de producto, pero si es una creación estrictamente económica, que no se infle más el grito que pegan los empresarios del rubro en cuestión, de que van a tener que despedir empleados, y eso sería terrible para la economía del país, más en tiempos globalizados de crisis.

  • Miguel Rojas
  • Opinión
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