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Ciclo plebiscitario y participación estudiantil

Con la convocatoria a la elección de la persona que ocupará la rectoría durante el cuatrienio 2012-2016, la Universidad inició su “ciclo plebiscitario”. Aparte de designarse al “funcionario académico de más alta jerarquía ejecutiva”, de manera escalonada se producirá una renovación de los miembros administrativos y docentes ante el Consejo Universitario.

Con la convocatoria a la elección de la persona que ocupará la rectoría durante el cuatrienio 2012-2016, la Universidad inició su “ciclo plebiscitario”. Aparte de designarse al “funcionario académico de más alta jerarquía ejecutiva”, de manera escalonada se producirá una renovación de los miembros administrativos y docentes ante el Consejo Universitario.
En todas esas elecciones, salvo el caso de la representación administrativa ante el organismo inmediato en jerarquía a la Asamblea Universitaria, el colegio electoral lo compone la Asamblea Plebiscitaria. Ese órgano está integrado, entre otros, por todos los docentes en régimen académico con una jornada no inferior al cuarto de tiempo, y una representación estudiantil en número no mayor al 25% del total de profesores miembros de la Asamblea.
¿Aprovecha el estudiantado esa cuota de poder en los órganos de toma de decisión?  Luego de estar íntimamente relacionado con la estructura del movimiento estudiantil, sin titubeo alguno, puedo afirmar que no.
El movimiento estudiantil, según las reglas de representación, utiliza un sistema de designación en dos grados. Por unidad académica, en asambleas estudiantiles abiertas (cuya consecución de quórum suele ser un periplo, cuando no pseudoejercicio de representatividad que se arregla a través de una carpintería normativa que permite el funcionamiento “diez minutos después de la primera llamada con los presentes”), se designa ese 25% del que se hablaba al inicio. Prima facie, podría caerse en un espejismo: bueno, si la elección es para designar representantes, esos representantes tendrán un interés de participación pues para ello se postularon. ¡Cuidado! En no pocas ocasiones los nombramientos de estudiantes ante las Asambleas Plebiscitaria, de Facultad, de Escuela y Colegiada Representativa, suele ser un “gol” o una aventura hacia una zona desconocida.
Desde su fundación, padres de nuestra alma máter como el profesor Carlos Monge, creyeron indispensable la participación estudiantil en todas las instancias universitarias. La “comunidad” más numerosa de la institución debía tener voz y voto; debía asir una porción del timón que dirige el rumbo.
Empero, al conjugar ese ideal prístino con los índices de abstencionismo del sector estudiantil en este tipo de elecciones (valga decir que en la designación del Directorio de la FEUCR va de lo mismo), los números devienen rojos.
Existen, al menos, dos tipos de abstencionismo: técnico y sociocultural. En la Universidad, el organismo electoral llega donde tiene que llegar y brinda las posibilidades de acceso al voto, con lo que el aporte de factores técnicos al abstencionismo estudiantil es muy bajo. Por el contrario, al hablarse de factores socioculturales en el estudiantado, destacan dos: desconocimiento y apatía.
Como se dijo líneas atrás, en algunos casos la designación de representantes estudiantiles es azarosa. La necesidad de llenar cuotas puede llevar a nombramientos donde las personas elegidas no tengan interés de acudir a votaciones, como las de Rectoría o miembros docentes ante el Consejo Universitario o, simplemente, les venga igual quién resulte elegido.
De igual manera, el “ciclo del estudiante” se presenta como un óbice para la participación. Cuando se está en los primeros años, las fuerzas se centran en comprender un nuevo mundo: e-matrícula, guía de cursos y horarios, el crisol de personalidades y puntos de vista, un modelo de enseñanza distinto de la “experiencia controlada” que es el colegio. Después, cuando ya existe cierta experticia sobre esos aspectos, la prioridad es terminar la carrera, no durar más de lo necesario y “colocarse”.  En una palabra, al inicio no se participa porque se desconoce, luego se conoce pero ya no interesa.
Mal haría si sólo dejara incógnitas y el bosquejo de un paisaje en “escala de grises”; por esto, para paliar el mal sabor de boca, una sugerencia. Dentro de las capacitaciones e inducciones dirigidas a los estudiantes de primer ingreso, las dependencias concernidas podrían dedicar una parte de sus exposiciones a hablar de la estructura y participación estudiantil; asimismo -aunque tengo noticia que ya algunos docentes lo hacen- debería reflexionarse, en las aulas, acerca de la dualidad poder-deber que tienen los estudiantes de la Universidad Pública en la toma de decisiones.
Ser estudiante universitario de la UCR no es sólo asistir a lecciones, aprobar cursos, tener Facebook, hacer incursiones en “La Calle” o “La Cali” y discrepar con la autoridad, sino también ejercer los mecanismos de participación de manera oportuna y responsable.

  • Andrei Cambronero Torres
  • Opinión
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