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Las próximas elecciones para el nombramiento de otra persona que ocupará la Rectoría de la Universidad de Costa Rica constituyen una oportunidad especial para repasar el papel que juega la Universidad en la sociedad costarricense y los cambios que contribuirían a una simbiosis más productiva.
A pesar de ser la cabeza visible de la alma máter, en alguna medida es un puesto ceremonial -creo yo- toda vez que las decisiones están atomizadas en consejos y asambleas de escuela, lo que hace cualquier planteamiento sea solo algo más que una declaración de buenas intenciones. Por otra parte, ese debe ser uno de los pocos puestos para los cuales suele haber más de un candidato, toda vez que las elecciones a otros muchos otros, en los distintos niveles decisorios de la Universidad, son a menudo parodias caracterizadas por la votación para un aspirante único, hecho del cual nos puede ilustrar mejor el Tribunal Universitario de Elecciones.
No hace mucho tiempo, fue separada de su cargo la persona que ocupaba la Vicerrectoría de Investigación. Siempre he tenido en el subconsciente que quien ocupa este puesto se enfrenta a la tentación de repartir favores y concesiones, para hacer amigos electorales, percepción de una práctica nefasta que me apresuro a rechazar. Sin embargo, sí creo que sería un elemento de decencia que los aspirantes renuncien a sus puestos meses antes, en la medida en que desde estos puedan incurrir en prácticas electoralmente dolosas. Igualmente, me parece conveniente que quien aspire a un cargo de esa jerarquía debe abrir, para conocimiento de todos, su expediente en Régimen Académico para que cada elector pueda aquilatar mejor sus calificaciones. No se vale seguir poniendo en las propaganda electoral «con cursos de postgrado» o «ABD» -en inglés, “All But Dissertation»- para quienes dicen que cumplieron todos los requisitos sin conseguir el título final. O que fueron a una universidad inglesa y volvieron con un diploma de consolación porque en el sistema inglés uno quiere, pero ellos deciden, si uno puede. Deberían también los aspirantes abstenerse de incurrir en movidas académicamente dudosas, como las de un exrector de otra universidad quien fue candidato a la Presidencia de la República por un partido político, mientras se «encontraba de vacaciones».
El nuevo rector o rectora debería reiterar su compromiso con la transparencia y rendición de cuentas más allá de «los palanganeos». En el CONARE, por ejemplo, se debería promover la necesidad de que se actúe como un sistema integrado de universidades financiadas por el Estado costarricense, o sea por los contribuyentes. Entonces, los cursos deberían ser equivalentes, con nombre, horas, créditos y contenidos. Verbigracia, Estadística General, sería el mismo curso en todas partes y en todas partes se puede llevar -como sacar plata de un cajero automático-. Como sistema integrado, todo requisito final de graduación debería tener un examinador externo y una tesis de maestría en la Escuela de Economía de la Universidad Nacional debería incorporar en el tribunal un miembro de la Escuela de Economía de la UCR. Existen otras tareas más, ¿recuerdan que en la UCR la jornada de trabajo está limitada a tiempo y cuarto? Entonces, cómo es que existen nombramientos de tiempo completo, con dedicación exclusiva, etc. en una universidad estatal, con medio tiempo en otra? De la misma manera, de personas quienes laborando jornadas de tiempo completo en instituciones del sector público, disfrutando el beneficio de la dedicación exclusiva o prohibición, tienen nombramientos de medio tiempo en la Universidad. Situaciones como las descritas serían tal vez justificadas en casos de inopia, pero con el número de profesionales que han graduado las universidades es difícil pensar que dicho calificativo pueda sustentarse.
Por supuesto que tengo un ideal de rector . En estos días en que le dieron otro premio -quienes se lo otorgaron necesitaban enmendar la omisión, él debió recibirlo hace mucho tiempo- ¿qué les parece alguien con las cualidades de don Alberto Cañas para rector?
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