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El Parque Nacional Isla Calero es una excelente motivación para seguir protegiendo desde la visión costarricense, nuestro patrimonio natural, nuestra soberanía territorial y nuestra historia y dignidad nacionales. No hay nada que compartir con la agresiva Nicaragua, no hay que informarles nada, no hay que rendirles cuentas de nada a sus gobernantes, empresarios y militantes sandinistas de aquel país que forma Centroamérica, junto con Honduras, El Salvador, Guatemala y Belice.
Los costarricenses nos debemos a nuestra patria, no hay ninguna patria centroamericana, hay una sola y es la que tenemos la obligación de administrar con inteligencia aplicada, con desarrollo sostenible, con equilibrio y armonía acorde con nuestros recursos y sentido de justicia, incluida la injusticia y la burocracia gorrera que se engorda a vista y paciencia de los domesticados ticos.
No pertenecemos a ningún “parlamento centroamericano” de vagos, burócratas y parlanchines, que no sirve para nada, ni tampoco a ninguna “corte de justicia” porque tenemos nuestra salvaguarda desde dentro de nuestras instituciones. Eso no les cuadra, porque quieren vernos en las arenas movedizas de su circo. Tómese debida nota que todos esos países citados tienen riquezas materiales, naturales y culturales enormes. Que se dediquen al progreso de sus pueblos, de su gente humilde, y no a exprimirlos y a exportarlos con su pobreza, con hambre y desarraigo.
Fuimos en la colonia española una Provincia de España, no de Guatemala, ni de Nicaragua, ni de México; nos tuvieron en el olvido y nos explotaban. No heredamos ciudades coloniales con sus majestuosas edificaciones y su arquitectura, no tuvimos imprenta, ni puentes de piedra majestuosos, ni fortalezas en las costas, ni signos de que significáramos algo, todo lo contrario. Y aun así, esos países del norte que anotamos, aprovechándose de los beneficios españoles de la época, se abusaron con nosotros; ni siquiera teníamos que haber obedecido en lo religioso a León de Nicaragua, centro de poder político, económico, social y religioso, sino que pertenecíamos a Lima, Perú, en ese rubro espiritual. Hermoso tema que ansía lo saquen de la guadaña que solo beneficios le produce a Nicaragua y apocamiento a nuestra historia. Tuvimos que pelear fuerte y conseguir nuestra independencia religiosa de Nicaragua en 1850, cuando Roma aceptó la separación y nuestra organización y mandos internos; pero los nicas hacían propósitos en contrario, no les convenía.
Así que por qué tenemos que estar en enredos con esos vecinos fronterizos y transfronterizos, si lo que nos ha costado es sacudirnos las pulgas que nos dejamos anidar desde que llegaron los invasores españoles a estas tierras, ahora transmutados en invasores nicas contemporáneos desde el 20 de octubre del año 2010, cuando invadieron civil y militarmente Isla Calero de Costa Rica, convirtiendo aquella zona tica en un verdadero cementerio ecológico, un ecomicidio que debería ser castigado duramente por la comunidad internacional. ¿Cuál comunidad? Nadie vela por nosotros, si no lo hacemos nosotros con nuestros medios, nadie lo hará.
Algunos llamados “conservacionistas” costarricenses y otras bocas que solo benefician a los invasores, hacen proclamas ambientalistas que solo defienden a los nicas; muchos otros siguen callados desde el 20 de octubre del 2010. Por eso la nueva vía de comunicación terrestre Juan Rafael Mora Porras, paralela al río San Juan, es un signo más de que hay que seguir la ruta de nuestros héroes de 1856-1857, echar a los invasores, recuperar y fortalecer nuestra soberanía y nuestro progreso.
No tenemos que compartir ninguna cuenca ni río, sí defender nuestros derechos de navegación en el río San Juan, definidos en el tratado Cañas-Jerez de 1858, y que tantas veces Nicaragua ha querido burlar, anular y tirarnos sus intereses, enconos y conflictos internos.
Lo sentimos, no hay que darle ningún ejemplo a ningún mundo, sino administrar mejor nuestra patria, marcando cancha en nuestras fronteras, particularmente en la norte, donde los nicas han hecho su baile con nuestra ingenuidad, abandono y consideración de “pobrecitos”.
Parte de su problema actual es que tienen una ideología y un ejército profesional, armado hasta la coronilla de la idiotez, pero no tienen a quien encaramárselo, salvo dos frentes posibles de tiro, su propio pueblo y nosotros, los que no queremos seguir siendo la carne que sacie su bestia expansionista y la propuesta de guerra que les corre dentro de sus apetencias.
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