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Hace varios años una estudiante universitaria me entrevistó; entre otras cosas quería saber cuáles eran los “materiales femeninos” que yo utilizaba para realizar mis esculturas. Esta pregunta me dejó desconcertada, pues nunca me había pasado por la mente que los materiales tuvieran una connotación de género. Cuando le respondí que utilizaba máquinas de soldar, cinceles, mazos, taladros, varillas de hierro, cortadoras de metal, cemento, arena, entre otras cosas más, la desconcertada entonces fue ella.
El enfoque de la pregunta, que pretendía afirmar lo femenino desde una perspectiva compleja y hasta cierto punto inútil, no aporta nada sustancial y concreto al arte. Mucho menos si los artistas lo asumimos como un espacio de comunicación, de conocimiento y de construcción de nuevos lenguajes y de puntos de encuentro.
Es importante reflexionar cómo a través de la historia de la humanidad los seres humanos, en general, queremos expresar, de la mejor manera posible, nuestros sentimientos, emociones, costumbres y formas de vida, entre muchas cosas más. Todo ello a través de la magia del arte, pero con un carácter crítico y develador de lo que conocemos como realidad.
A través de la seducción de imágenes y conceptos que provoca el arte, se puede estimular el florecimiento de las más hermosas cualidades humanas, para transmitirlas a través de los diferentes medios de expresión con que cuenta la actividad artística. Desde esta perspectiva, el arte no es una cuestión de género, sino un proyecto humano que debería interesarnos a todos.
La violencia con la que convivimos, desde que la especie humana aparece en el planeta, desgraciadamente se transforma, asistida por la ciencia y la tecnología, perfeccionando sus armas. Por eso, aunque cambie de formas o color, siempre será la misma violencia. Es decir, la violencia estructural afecta todas las relaciones humanas sin distingo de género, raza, y credo religioso o político: nos agrede y afecta a todos por igual. Este es un concepto básico en el cual deberíamos profundizar, para aportar en la transformación de la vida en estado de violencia por una vida en estado de paz. Y en esa perspectiva es esencial la participación activa y comprometida del arte y de los artistas.
En este orden de cosas, Las 7 magas elaboramos nuestras obras con la convicción de que el arte es una de las posibilidades para transformar las energías más violentas y negativas en positivas. Es la posibilidad de recordarnos que existe la ternura, la paz, la solidaridad y la alegría de vivir. Eso es lo que queremos compartir con ustedes. *Texto leído en la inauguración de la exposición colectiva “Las 7 magas”, la noche del martes 6 de marzo en la “Galería Pueblarte”, en barrio Escalante, San José.
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