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La Constitución de la República establece dos principios para nuestra Universidad de Costa Rica (UCR): la independencia como plena capacidad jurídica para el desempeño de sus funciones y la libertad de cátedra.
La libertad de cátedra, según B. Russell, es la búsqueda de diversidad de criterios entre los docentes, en tanto la pluralidad de opiniones es el elemento esencial para una educación superior sana. Ningún ser humano pasará por educado, “…cuando solo ha oído hablar de un aspecto de las cuestiones que dividen a los demás.” Sin libertad de cátedra, la educación, dice el filósofo, en lugar de crear una nación de seres humanos, termina por producir un rebaño de fanáticos.
Junto con la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), el constitucionalista previó la autonomía de gobierno en dos instituciones que se hermanan durante una época del Estado costarricense, en donde en el contexto de las garantías sociales, se promulga el Código de Trabajo que viene a dar apoyo a la clase trabajadora en cuanto a sus deberes y derechos en materia de protección laboral, entre los que destacan, la seguridad en el empleo, el salario mínimo y las jornadas. También se incorpora el derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, así como el valor de familia como fundamento de la sociedad.
En momentos en que nos encontramos en un proceso de elección a la Rectoría, es necesario fortalecer en la discusión los componentes que dan vigor a la excelencia académica, la autonomía de gobierno, la libertad de cátedra y la esencia de funciones como la docencia, la investigación y la acción social; estos tres últimos en relación sinérgica y por ende con vasos comunicantes para el desarrollo del conocimiento, el adecuado empleo de los recursos y el diálogo con estudiantes, académicos y personal administrativo.
En la base de estos componentes, es importante la relación entre los principios de nuestra Universidad y su vínculo con las necesidades del país. Es la luz que debe expandirse en un país cada vez más estrujado por políticas que le impiden una mayor movilización social a las clases menos favorecidas y a regiones deprimidas económica y socialmente, de tal forma que ese “Lucem aspicio”, lema de la UCR, sea la luz que, descubierta, ilumine el camino de la democracia y la distribución de la riqueza. La Regionalización, planificada y orientada con recursos humanos y económicos suficientes, como parte del programa de don Héctor, contribuirá al logro de una mejor sociedad en general. Todo ello sustentado en la transparencia funcional que informe del quehacer institucional y de su impacto en la sociedad.
No dudo de la capacidad de cada uno de los candidatos a la Rectoría y de su buena voluntad por hacer crecer a la UCR. Sin embargo, don Héctor es la persona que posee una experiencia notable en materia de gestión universitaria y, por sus cualidades demostradas, puede con mayor facilidad convocar a distintos sectores de la comunidad universitaria y nacional para dirigir el trabajo hacia la consolidación de una educación superior más inclusiva. Don Héctor ha formado equipo para las complejas negociaciones del fondo de educación superior, así como para el desarrollo de planes de infraestructura, admisión, traslado de carrera y gobierno universitario, con resultados tangibles y todos ellos evidentemente perfectibles.
Esta facilidad de diálogo, permitirá una mejor negociación con otras instituciones del ámbito público, entre ellas la CCSS, en donde complementan sus programas académicos la mayoría de estudiantes de las áreas de la salud. Es necesario fortalecer los vínculos dentro del marco de cooperación conjunta, especialmente en estos tiempos en que se ha complicado el ambiente de la salud pública en general. Lo mismo ha de apuntarse para la diversidad de áreas en donde la UCR ha sido un bastión para el desarrollo de las ciencias, la innovación tecnológica, las artes y el pensamiento crítico, sin perder el norte de la excelencia académica, la libertad de cátedra y la autonomía de gobierno.
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