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¿Sabe usted adónde irá después de la muerte terrenal?

Nuestro Señor Jesucristo tiene para usted una morada en el cielo

Nuestro Señor Jesucristo tiene para usted una morada en el cielo
A través de los tiempos y de las generaciones antecesoras y presentes, existe un pensamiento que frecuenta la mente de los seres humanos; y es así como con cierta regularidad nos preguntamos: ¿Qué sigue y qué nos espera después de la muerte terrenal?
A través de la historia, este pensamiento ha generado gran cantidad de respuestas y teorías, expuestas verbalmente, en libros y otros escritos. Pero lo cierto es que después de la muerte solo hay dos destinos, que son excluyentes: a) el cielo en la gloria del Dios Padre, o b) el infierno, lugar de tormento.  Un día el corazón dejará de palpitar y este será el fin del cuerpo mortal, pero no es el final, ya que pasaremos a la eternidad. La vida terrenal es apenas una etapa de preparación para la vida eterna.
¿Cómo tener certeza de vida eterna en la casa del Padre? Debemos buscar la respuesta con nuestro Creador, en el manual de vida que nos dejó: La Biblia. Su palabra nos dice en San Juan 5:24, “El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a él condenación”. Escuchar la palabra de Dios y creerle a Jesucristo, nos da la vida eterna en la casa del Señor y nos libra de ser condenados al tormento del infierno. Cuando leemos estos versículos y reflexionamos, probablemente todos deseamos la salvación y vida eterna que nos ofrece Cristo Jesús. No obstante, estamos tan inmersos en las actividades diarias y las prisas del día a día, que  la decisión de rendir nuestra vida al Señor, creerle, confesarle y recibir salvación, parece no ser relevante. En ese sentido, lastimosamente, muchas personas transitan por la vida sin la certeza de su salvación y de cuál será su destino después de la muerte.
Entonces la clave es creer y confesar en fe que Jesucristo fue crucificado, resucitó y está a la derecha del Padre. Este extraordinario sacrificio por el perdón de nuestros pecados, por nuestra salvación y por la vida eterna que pasaremos junto a Él, no se gana ni se compra, se recibe por gracia de Dios y sin importar nuestros antecedentes pecaminosos. Al rendirle nuestro ser al Señor y expresarlo, accedemos a la salvación, así está escrito en Romanos 10:9: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios se levantó de los muertos, serás salvo”.
Nuestro Señor Jesucristo nos preparó una morada (casa) en la gloria del Padre Celestial, para cuando partamos de este mundo, así lo indica en San Juan 14:2: “…voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. En una exquisita y excelsa declaración de su amor por nosotros, El Señor nos cursa cordial invitación en San Juan 14: 3 para que vayamos donde El está: “y os prepararé lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Pero no sólo nos preparó donde pasar la eternidad, vendrá a llevarnos con El para vivir la plenitud de su gloria.
En mis años de niñez y juventud, mis padres y vecinos conversaban acerca del  futuro después de la muerte, sobre el cielo y el infierno. Estos temas me causaban angustia y temor, ya que no deseaba ir al infierno, pero tampoco tenía la certeza de ir al cielo.  Conforme está escrito en la Biblia, una vez que declaré a Jesucristo como Señor y Salvador de mi vida, tengo la certeza de la salvación y vida eterna en la casa de Dios; y que un día estaré en el cielo disfrutando su gloria.
Ahora usted ya sabe dónde irá después de la muerte terrenal. Es mi fe y esperanza que obedezca la palabra de Dios, que tome la decisión de declarar a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida, que por gracia disfrute la gloria del Padre Celestial. Así, un día llegaremos al cielo y escucharemos al Padre decirnos: “Bienvenido, entra en el gozo de tu Señor”. Entonces seremos felices y dichosos, al disfrutar la plenitud de la gloria de Dios.  Nuestro Señor Jesucristo tiene para usted una morada en el cielo, crea y actúe de acuerdo con su palabra.

  • Elí Garro Valerio (Escritor)
  • Opinión
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