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De comunicación política y otros demonios

Digo lo que digo como yo quiero decirlo, más allá de si me entienden a mí me gusta decirlo como sólo yo lo digo. Este conjunto de palabras sin claridad podrían ser comparadas con la estrategia comunicacional utilizada por el gobierno de Laura Chinchilla.

Digo lo que digo como yo quiero decirlo, más allá de si me entienden a mí me gusta decirlo como sólo yo lo digo. Este conjunto de palabras sin claridad podrían ser comparadas con la estrategia comunicacional utilizada por el gobierno de Laura Chinchilla.
Las encuestas publicadas por los medios en los últimos meses han dado fe de cómo la popularidad de la presidenta ha ido en descenso. Sin embargo, parece ser que nada es suficiente para que en Casa Presidencial comprendan que “más” no es un sinónimo de “mejor”.
La administración Chinchilla Miranda será recordada como la que subestimó al poder de la comunicación como herramienta política y la que creyó que ser vocero del gobierno, más que un trabajo del mismo gobierno, es trabajo de los periodistas y medios de comunicación.
Irónicamente, gracias a las apariciones de la mandataria en diversos medios, se ha podido mostrar al pueblo a una persona que difiere de aquella candidata que fue esculpida por una cuidadosa estrategia de marketing político.

El concepto de imagen de un gobernante como la típica fotografía en la que está rodeado de niños  es un concepto anticuado. La percepción que tenga la población sobre un político está construida a partir de la  acumulación lógica y continua de acciones, decisiones y discursos. Chinchilla se ha caracterizado por presentar una imagen frágil, contradictoria y algunas veces desconcertante en los momentos más decisivos de su mandato.
La huelga de anestesiólogos, era un momento ideal para que ella se mostrara como una líder abierta al diálogo y a las normas legales que rigen el país. Pero desgraciadamente, su firmeza ante el conflicto podría ser confundida por alguien como terquedad a partir de que al fin y al cabo se aceptaron las demandas de los médicos y muchos se preguntaron si se podría haber evitado el conflicto desde el primer día si la actitud del ejecutivo hubiese sido otra.
Por otro lado, que Chinchilla comunicara que estaba negociando la venida de  profesionales del extranjero a trabajar obviando todos los requisitos establecidos para que esto fuera legal, hizo que ella misma fuera presa de su desgastado discurso de ingobernabilidad: si la presidenta no se apega a la ley, ¿por qué se queja de lo difícil que es gobernar al país?
En diversas oportunidades Chinchilla ha dado declaraciones poco felices, que denotan una desdibujada estrategia comunicativa desarrollada por ella y su equipo. En materia de comunicación  política, la frase  “no se puede gobernar bien y comunicar mal” (Riorda, 2008) tira abajo la credibilidad de Chinchilla, al pedir tiempo para que se entienda de qué se trata su gobierno.
La táctica comunicativa que se está utilizando se asemeja más a unas táctica de campaña (a futuro), que a una táctica propia de una persona en el poder (hoy). El sostén que obtiene de la comunicación política un gobierno no tiene precio. Si se comunica adecuadamente, los ciudadanos conocerán la meta del proyecto político del gobierno y  podrán visualizar el futuro del país de un modo creíble, claro y conciso. Gracias a estas estrategias y a la mezcla de toma de decisiones políticas menores y mayores, se verá cada vez más reforzado el mito de gobierno.
Algunas intervenciones de la presidenta a lo largo de estos dos años han dejado mucho que desear. Para muestra uno botón (o un par botones en este caso): “no hay familias cuando no hay niños y niñas” o su ya famoso “no es mi estilo buscar culpables” (ante una consulta sobre los responsables de  la crisis de la CCSS).
Es imperativo que el equipo de la presidenta estudie sus comentarios, discursos y publicaciones en redes sociales, para evitar que ella continúe cometiendo los errores que hasta ahora ha acumulado. Pero lo más importante, no sólo para generar el anhelado consenso, si no para tranquilidad de muchos ciudadanos, es que Chinchilla defina de una vez por todas si va a ejercer el poder que obtuvo legítimamente, para cumplir aquello que prometió en campaña… O va a seguir apagando incendios mientras transita por la presidencia sin rumbo definido.

  • Fiorella Alvarenga Barragán (Escritora)
  • Opinión
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