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O ya no entiendo lo que está pasando o ya no pasa lo que estaba entendiendo». Carlos Monsiváis
Las decisiones políticas no se toman después de hacer un silogismo porque no son una construcción del entendimiento. Se toman después de discusiones de argumento contra argumento; después de disputar significados y sobre todo, después de ponerse en contacto con las necesidades y los deseos propios y de los demás. Por eso, la decisión política es un atributo de la voluntad.
De la voluntad de la mayoría de las Escuelas de nuestra Universidad con carreras compartidas, surgió este proceso que culminó con la Resolución 8782 de la Vicerrectoría de Docencia. Algo se movió, algo cambió y lo hizo en la dirección contraria a lo pronosticado como inexorable. La resolución tiene la sensatez de crear una estructura genérica para organizar un universo poco homogéneo que mantenía una unidad aparente solo por la capacidad de veto de una sola escuela.
Publicada la resolución, surgieron advertencias tremendistas con profusión de adjetivos y escasez de sustantivos o pequeños detalles para invisibilizar los procesos de reestructuración plasmados en la resolución. Hubo (y hay) amenazas de diluvio que asustan sin motivo y que nos anuncian un futuro infernal o la llegada del lobo. Denuncias inverosímiles que muestran indiferencia hacia la voluntad mayoritaria.
Para nuestra cultura democrática, romper acuerdos es apenas un pecado venial. Pero donde se disuelve la máscara del alma bella, se ve nítidamente la intención del conservadurismo que no quiere cambiar nada. Pero en nuestra cultura democrática también está instalada la ética de que cuestionar a las autoridades es un derecho, pero respetar su investidura es un deber.
La resolución es una contribución conjunta que pretende crear un espacio legal y legítimo donde discutir problemas y proponer soluciones. La Educación no es un problema de una Facultad ni de una Escuela universitaria sino que afecta el funcionamiento orgánico de una sociedad.
Seguramente quedan cosas por debatir. Deberíamos tener claro que la resolución persigue objetivos virtuosos de concreción difícil. El debate es posible si hay condiciones políticas y sociales para continuarlo. Pero si llegara a revocarse, no solo caería la resolución sino que se afectaría seriamente el sistema democrático de nuestra Universidad y se pondría una lápida a las condiciones para discutir y cambiar.
Todo proceso de cambio tiene elementos suplementarios. Si las instituciones formadoras en educación persisten en su intento de ser idénticas a sí mismas como si fueran una materia sólida y homogénea, y siguen pensándose como una esencia inalterable, entonces ya no se trata de educación.
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