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Lamentablemente, la reseña histórica, que acompaña ese desarrollo industrial bélico que ha adquirido el Estado Imperial, en las últimas tres décadas, con sus guerras, es nefasto y criminal, que ha dejado profundas heridas en la humanidad que aún no cicatrizan; pueblos que han sobrellevado este sufrimiento con angustia, dolor y muerte, producto de una política irracional, hegemónica y perversa.
Como lo señala Chomsky: «El comportamiento del Estado Imperial, frente a una desobediencia» para «aseguraese que sus mandatos son leyes, una superpotencia canalla debe mantener la «credibilidad», el hecho de no respetar su poder conlleva graves penalizaciones. Esta idea se invoca con regularidad para justificar la violencia de Estado»…
A la vez, buscan, cómo doblegar y quebrantar la voluntad de lucha de los pueblos, principalmente islámicos o musulmanes árabes, que adversan esta cultura del terror.
Donde las víctimas civiles nos dejan una terrible realidad, de proporciones asombrosas, ciudades iraquíes y afganas que han sufrido el bombardeo, intervención y ocupación militar por más de diez años, ejecutados por los Estados Unidos; y recientemente Libia que fue prácticamente arrasada por la acción militar desproporcionada de la OTAN, experimentando el poder destructivo de esta sofisticada tecnología militar, al servicio de la destrucción y muerte, de los Estados soberanos.
Ahora, estas intervenciones o guerras preventivas, que prepara la superpotencia canalla, fueron creadas a partir del 22 de junio del 2002, cuando el expresidente Bush proclamó la doctrina de las guerras preventivas y sorpresivas en total desprecio a los países del Tercer Mundo u «oscuros rincones del mundo». Conllevan un discurso demagógico, creando arbitrariamente «espacios de protección humanitaria» o «zonas de exclusión áerea», en acatamiento a resoluciones del Consejo de Seguridad.
Que, contradictoriamente, hace caso omiso e ignora, las resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas: como levantar el bloqueo criminal a Cuba, y el respaldo a su gendarme del Medio Oriente, Israel, en la continuidad del bloqueo al pueblo palestino.
Este comportamiento demencial, que raya en la prepotencia y desprecio, a las normas internacionales de convivencia pacífica y derechos humanos, ha servido de andamiaje en la construcción de un adversario para seguir alimentando el ego perverso de su poder militar, en la justificación de las guerras preventivas. Hoy, las élites enquistadas, en la vida institucional de los Estados Unidos, con una voracidad de poder y dominio, una vez más pretenden arrastrar a la humanidad hacia el abismo de un conflicto bélico, de consecuencias catastróficas contra Irán.
Para el imperio, las guerras en Irak y Afganistán no son suficientes, sus desfigurados rostros que muestran las tropas en retiro evidencian su contundente fracaso.
La campaña de intimidación, críticas, condenas y amenazas de intervención militar la implementa con delirio Washington, a través de las resoluciones del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), creada en 1957 por la ONU, bajo la sombra del imperio.
Tiene como odjetivo fundamental, desligitimar al gobierno de Teherán y estigmatizar por esa vía el desarrollo institucional y tecnológico en el campo nuclear, acusándolo sin razones probatorias, de estar desarrollando un programa de armas nucleares con fines militares, que no son consistentes con el principio jurídico de presunción de inocencia. Irán ha demostrado que su programa cumple al pie de la letra, con lo establecido en las normas internacionales con respecto al uso de la energía núclear con propósitos pacíficos, y con base en el derecho que le asiste a través del Tratado de No Proliferación de Armas Núcleares.
Sin embargo, Estados Unidos continúa reforzando el Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudita, Qatar, Bahrein, Kuwait, Omán, los Emiratos Árabes Unidos) con sofisticadas armas de alto poder destructivo.
Para esto, cuenta también, con el arsenal bélico que almacena Israel, cuyo historial guerrerista en Medio Oriente es desafiante a la paz, y estabilidad de la región. En el 2004 invadió Líbano, en 2008 agredió a Gaza, en 1981 destruyó el reactor nuclear Iraquí de Osirak, en 2007 destruyó el reactor sirio en Dayr Az-Zawr, contando con el silencio de Naciones Unidas
El peligro, que hoy acecha a la humanidad, es un mundo donde prevalece la Ley de la selva, el poderío militar del imperio, y sus «guerras preventivas».
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