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Afirmar o proponer que la sociedad entera tiene una “carga de deudas” no solo es ambiguo y engañoso, sino falso. Dicho en términos más precisos, la cantidad de “deuda”, referida a un fenómeno holístico o totalizador de una colectividad humana tiene que ser cero, en términos matemáticos. Como ilustración, haciendo abstracción de aspectos internacionales, los actores de un sistema económico en su conjunto no tiene “deudas”; deuda, en lógica económica estricta, es un concepto microeconómico; es arbitrario y confuso aplicarlo como variable macroeconómica.
Al respecto, el Premio Nobel y popularizador de la disciplina de economía Paul Krugman ha dicho: “Eso no significa que deudas elevadas no causen problemas –ciertamente pueden-. Pero tales problemas son de distribución e incentivos, no de carga general o global, como suele ser entendido… hablar de dejar una carga a nuestros hijos es especialmente disparatado o absurdo; lo que se deja son promesas de que algunos de nuestros hijos pagarán dinero a otros, lo cual es muy diferente”.
Cada “monto a pagar” por algunos será una “suma a recibir” por otros. Entonces, para el agregado no hay “carga” ni aumento de “carga”. Este razonamiento puede volverse complejo, tomando en cuenta traslapes generacionales y aspectos de costo/beneficio del uso del endeudamiento. Pero los resultados no son tan claros, directos o definidos, como se suele concluir en la retórica neoliberal-monetarista sobre consecuencias “para los hijos”. En todo caso, el problema es que, al examinar cuidadosamente la lógica de lo anterior, nos damos cuenta que algunos economistas y analistas financieros realizan ciertas cuantificaciones que crean importantes prejuicios, ideas ambiguas, equivocadas, engañosas e inclusive temores en el público que no tienen fundamento real y sirven principalmente para fortalecer los intereses de sectores minoritarios de la sociedad, en contra de las grandes mayorías. Una de las más importantes de ellas gira en torno a los llamados “RELOJES DE DEUDA PÚBLICA” que han sido construidos en los países más “desarrollados” del mundo capitalista. Estos son cuantificaciones que se realizan “a tiempo real” de deuda pública –identificada con “deuda nacional”– que se despliegan físicamente en centros financieros y también en INTERNET, mostrando el crecimiento de la deuda, minuto a minuto, segundo a segundo y fracciones de tiempo aún más pequeñas. Por ejemplo: en observaciones hechas durante la primera semana de marzo, constaté que el reloj desplegado en Wall Street (Nueva York) marcó 15, 493, 092, 098, 606.16 dólares americanos; el de Canadá, 626, 944, 597, 888 dólares canadienses; el de Reino Unido, 1, 39, 166, 302, 658 libras esterlinas; el de Francia, 1, 722, 060, 457, 558 euros; Alemania, 1, 961, 413,982, 009 euros; Irlanda, 120, 697, 750, 364 euros; Grecia, 345, 639, 272, 940 euros; y España, 643, 141, 017, 481 euros.
En el reloj de Wall Street, se presentan detalles de la deuda y muchos otros datos como gasto nacional, presupuesto federal (ingresos, gastos y déficit), base monetaria, balanza de pagos, importaciones y exportaciones con China, activos de pequeñas empresas, hipotecas, compras y ventas de oro, oferta y demanda de automóviles, etc.
Esos relojes sirven para crear conciencia permanente entre ciudadanos y autoridades sobre el “nivel de la deuda” y variables que inciden directa o indirectamente sobre ella. Los relojes de deuda generan una especie de presión psicológica implacable sobre actores económicos y ciudadanos en general (muy parecida a la que ejercen los relojes de tiempo natural que todos llevamos, para actuar a ritmo con la sociedad entera). Pero, ¿cómo es y se calcula esa llamada “deuda”? Estimado lector, estimada lectora, usted se sorprenderá con la explicación que le daré en un próximo artículo.
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