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Por esos toros

“Por esos toros, doña Eugenia, por esos toros, por esas benditas fiestas voy a quedar viuda y en la mayor pobreza”. Esas palabras en boca de una humilde mujer, son el corolario de toda la tragedia que se narra en un cuento del libro de Ernesto Ortega,  “Cuentos del Terruño”, escrito en los años treinta del siglo pasado. Cuenta las “corridas” de las Fiestas que se hacían en Los Ángeles de Cartago, que traían gozo y dejaban dolor.

“Por esos toros, doña Eugenia, por esos toros, por esas benditas fiestas voy a quedar viuda y en la mayor pobreza”. Esas palabras en boca de una humilde mujer, son el corolario de toda la tragedia que se narra en un cuento del libro de Ernesto Ortega,  “Cuentos del Terruño”, escrito en los años treinta del siglo pasado. Cuenta las “corridas” de las Fiestas que se hacían en Los Ángeles de Cartago, que traían gozo y dejaban dolor.
La tradición sigue, y el alma en vilo de tanta sufrida madre también, aunque hoy ya no frente a la casa de la “Negrita”, quien en esa ocasión se interpuso entre el animal y Clemente, el compañero de doña Eugenia, para salvarle la vida, ordenándole al toro no golpearlo más. Y es que “las corridas” causaron, causan y causarán siempre, tragedia, dolor y miseria, para unos; y  mucho dinero y opulencia para otros.

Por eso leo y repaso esa narración -y otras- del libro de mi papá, que escribió con tanto empeño y pasión, y caigo en la cuenta de que muy poco hemos avanzado en tanto tiempo, en materia de sensibilidad social, a pesar de que leyes y más leyes unas, y otras hasta con carácter constitucional, lo pregonen. (Convenciones Americanas de Derechos por doquier.) La actividad taurina en nuestro país, que data desde la Colonia, las “corridas a la tica o las corridas bufas”, amparadas hoy  por las televisoras y sus patrocinadores, se han convertido en un negocio multimillonario que no va a desaparecer, pero que debe ser regulado.
Si existe Ley que protege a los animales de los actos del hombre (Ley de bienestar animal 7451 de 13-12-1974, Ley de Conservación de Vida Silvestre 7317 de 30-10-1992)  deben existir normas, también, que protejan a los “aprendices de torero”, al “improvisado” como eufemísticamente le dicen, de esa “belleza de animal”, como los sueña “El Cañero”, y lo sentenció en diciembre anterior. Recordemos que el derecho a la vida es  un Derecho Superior a todos. Y en cuanto a la salud, el artículo 1º de la Ley General de Salud que nos rige estipula que: “La salud de la población es un bien de interés público tutelado por el Estado”.
No puede darse ese contrasentido de que al “montador”, sujeto de amplia experiencia que tiene esa actividad como su medio de vida, se le dote de tres armas frente al toro: casco, chaleco y terribles espuelas, mientras que a esos jóvenes imberbes e inexpertos (como decía Juanito Martín Guijarro, en su programa deportivo) los traten como “muñecos de trapo”, poniéndolos al frente de esos astados que dan escalofrío  de solo verlos. 500 y más kilos de carne frente a escasas 170 libras o menos de más hueso que posta, con un simple calzoncillo Olimpo como única defensa.-Insólito e inadmisible-. Ya en el año 2008, el diputado Alexander Mora propuso un proyecto de Ley para eliminar las corridas de toros.
No hay razón ni lógica en las afirmaciones que hacen, tanto “Carlos”  como “Cañero”, por Canal 7, defendiendo ese tipo de acciones, ante las críticas que ya se comienzan a oír, y más bien extraña esa falta total de sensibilidad de estos narradores, al decir que es un espectáculo y que quien va a los toros, va a los toros, no al cine ni a un restaurante o fiesta. ¿Cómo justifican la presencia de niños en una actividad  que es prohibida para menores, dada la extrema violencia que ahí se observa? ¿Y el PANI en dónde está? No más cacheras que son armas punzocortantes e ilegales en esas plazas.
O paran eso o vendrá la Sala IV de nuevo a poner orden en este país. Se ha desatado una feroz y dañina competencia entre nuestros ganaderos a cual gana más dinero, llevando a esas plazas a verdaderos asesinos que desnudan en el suelo a esos pobres “toreros” que van a dar al hospital con gravísimas lesiones. Debe existir regulación de toda la actividad. Toros sin cachos y  menos bravos. Así como se los preparan a “las modelos”, pues la gente goza y se divierte y nadie sale lesionado.
Bien podrían organizarse los “improvisados” en grupos o escuelas como las comparsas y otorgarles por orden la animación de las corridas, pues hay más gente de la cuenta en esas plazas y ya lo dijo la Cruz Roja ahí mismo. Muchos de los que  necesitan atención van bien “tomados”. En el tintero quedan muchas ideas para evitar esas masacres. “Por esos toros, doña Eugenia, por esos toros…” Escribía mi papá.

  • Óscar Ortega Moya (Abogado)
  • Opinión
Violence
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