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Desde la radicalidad

En el artículo de Mayer Tropper “Antisionismo radical” (Universidad # 1934) se me ofrecen aplausos y felicitaciones si un día el socialismo, superando errores históricos y renovado, se abre paso en el presente siglo.

En el artículo de Mayer Tropper “Antisionismo radical” (Universidad # 1934) se me ofrecen aplausos y felicitaciones si un día el socialismo, superando errores históricos y renovado, se abre paso en el presente siglo.
Gracias señor Tropper, no me aplauda, sólo felicíteme en mi regocijo, pues en nuestro continente latinindio (Latinoamérica para los vespucianos), con excepción de algunos países cuyos gobiernos permanecen de hinojos ante el imperialismo capitalista –como Costa Rica-, un fantasma recorre de sur a norte (Marx y Engels, El Manifiesto Comunista), y los pueblos (léase obreros, campesinos, artesanos e intelectuales marxistas o cristiano-socialistas) se han dado a la feliz tarea de construir el socialismo del siglo XXI, así proclamado por la Revolución Bolivariana de Venezuela, liderada por Hugo Chávez, y acogido por los países del ALBA; aparte del rumbo hacia el progreso social y la soberanía que la mayoría de países del cono sur ha trazado a partir del fortalecimiento de la democracia participativa. Esto, después de 500 años de sojuzgamiento por parte de los dueños del mundo; los mismos que imponen la paz a base de bombas inteligentes y prohíben a otros tener armas nucleares sin eliminar las suyas; los que compran conciencias endebles a cambio de la riqueza nacional, resultando el trabajo esclavizado su máxima expresión.
Al respecto, propongo hacer un breve esfuerzo de análisis histórico-comparativo y una concesión a nuestros pueblos desde la radicalidad, en mi caso, la marxista (por la causa de la justicia social en armonía con la naturaleza). Primero reconozcamos que el capitalismo lleva construyéndose, es decir, enriqueciéndose unos pocos, empobreciéndose muchos y depredándolo todo, medio milenio, y su paraíso liberal aún no alcanza a cubrir ni la mitad del mundo, ya que sus contradicciones internas (su naturaleza egoísta), en vez de repartir riqueza la concentra en pocas manos, siendo, eso sí, muy generoso en el despilfarro de la miseria (aquí hablamos de la relación 80/20 y más).
Por el contrario, la experiencia real del socialismo, con sus altibajos, aún no supera el centenario. De este lado del Atlántico apenas cumple la media centuria. Entonces, si durante quinientos años nuestro Continente ha soportado el yugo capitalista plegado a coyundas feudales de diverso matiz colonial, ¿por qué no concedernos la oportunidad de erigir nuestro socialismo en un período de 450 años? O sea, lo que faltaría para igualar en tiempo al capitalismo. Mas lo anterior sin olvidar las restricciones ambientales que se imponen en un mundo ordeñado hasta la postrera por las leyes ciegas del mercado liberal, lo cual haría más lento el proceso de desarrollo de una economía justa y ecológicamente viable, en donde el crecimiento de la producción de bienes y servicios no sea el principal indicador de progreso, sino más bien lo sea el grado de repartición de la riqueza material y espiritual, es decir, de bienestar.
Cuando usted, respetado interlocutor, en forma ecléctica y al más puro estilo sofista hace un parangón entre el comunismo y el fundamentalismo, podría metafóricamente parafrasear a Sartre y escribir un tratado con el título: “El comunismo es un fundamentalismo”. Le prometo que lo leería sin refutación adicional, ya que la diferencia entre fundamentalismo y ciencia (en este caso marxismo, o comunismo marxista) fue objeto de análisis en otras entregas (ver UNIVERSIDAD #1910 y 1924).
Respecto de la bibliografía por mí consultada y que su reflejo en artículos anteriores me convierte en mentiroso, le informo que en aras de la distensión ideológica –por aquello de la evocación prejuiciosa de la guerra fría- no acudí a las fuentes de la historiografía soviética, país cuya victoria gloriosa frente al fascismo alemán contribuyó enormemente con la liberación del pueblo judío y cuya versión histórica de postguerra difiere mucho de la occidental que referí.
Finalmente, si como usted dice, el año 2011 se fue sin que el “búho de Minerva alzara vuelo” (Hégel), -o por lo menos el “búho” por usted reclamado-, este servidor, labriego profesor de filosofía y de biología, armado del método dialéctico-materialista (marxista), ha dicho su verdad, que no es otra más que el acercamiento a la realidad comprobable (objetiva diría Lenin); y en ciencia –en este caso la historia- la realidad es tozuda y se impone.

  • Tito Méndez (Profesor)
  • Opinión
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