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Opositor al gobierno de Ricardo Martinelli, profesor de la Universidad de Panamá, investigador del Centro Ecuménico Latinoamericano, colaborador frecuente de páginas de opinión y sociólogo panameño Marco A. Gandásegui analizó para UNIVERSIDAD la situación política en su país y advirtió que en el actual clima político, las denuncias de corrupción y autoritarismo crean una inestabilidad que preocupa a Estados Unidos.
A continuación un resumen de la entrevista dada este medio en la capital panameña.
Usted ha hablado de una inestabilidad política en Panamá, que preocupa a Estados Unidos. ¿Cuál es su visión de este problema?
—Estados Unidos tiene, en general, una agenda internacional basada en tres puntos. Primero, respeto a sus intereses económicos y financieros, de modo que tenga ventajas sobre los demás países del mundo. Segundo, promueve negocios y necesita personas que les garanticen poder invertir en el país sin problemas. Tercero, necesitan estabilidad política. En el caso de Panamá, a esto se suma el interés por el Canal. Panamá lo está administrando muy bien. Sin embargo, Estados Unidos está preocupado con las circunstancias que hoy caracterizan a Panamá, como la corrupción, la desestabilización y el estilo autoritario del presidente Ricardo Martinelli. Como él mismo dice en todos sus discursos: Panamá está “Open to Business” (abierto a los negocios).
El país está en ebullición. Donde uno pone el dedo encuentra conflictos. Si no son los indígenas, son los campesinos; si no son los campesinos, son los pescadores, los enfermos o los jubilados. Todo el mundo está protestando. Esta inestabilidad política preocupa a Estados Unidos.
No nos olvidemos que poco antes de las elecciones, en enero del 2009, el socialdemócrata Partido Revolucionario Democrático (PRD), el Partido Panameñista y el partido “Cambio Democrático”, de Martinelli, iban más o menos parejos.
Pero la gente vio en Martinelli una esperanza de cambio y las encuestas reflejaban eso. Ahí intervino la embajada norteamericana: llamó a Martinelli y a Juan Carlos Varela, el candidato del panameñismo. Los reunió en la embajada y les puso un ultimátum: ¡pónganse de acuerdo, no pueden ir divididos! La intervención de Estados Unidos demostró, a muchos, que sin su influencia no tenemos país, no podemos tomar decisiones.
Martinelli avanzó en el control de los diversos órganos de poder del Estado y concentró en manos de su partido el control del Gobierno. ¿Con qué mecanismos, desde su punto de vista, logró ese control?
—A mediados del año pasado, Martinelli anunció que ponía fin a la alianza con el Partido Panameñista y al vicepresidente Varela, lo destituyó del cargo de canciller. Varela sigue siendo vicepresidente, pero sin funciones específicas.
Ahora Martinelli está navegando con su propio partido, el cual infló en estos tres años de gobierno con la compra de diputados, alcaldes y concejales. Comenzó con 17 diputados, el 2009, y ahora tiene 42. Compró unos 25 diputados, del PRD, del Partido Panameñista y de otros partidos menores. Pero esos diputados no pueden tener ninguna iniciativa si no es a través de una dirección ejecutiva del Presidente.
Del mismo modo, en la Corte Suprema logró una mayoría de cinco miembros —de los nueve que la integran—y ya está pidiendo transformaciones del régimen judicial panameño, que le darían todo el poder.
También, está preparando una jugada para controlar el tribunal electoral que tiene tres magistrados, que no son de su línea. A fin de año, se tiene que retirar uno y lo va a reemplazar con un aliado suyo. Van a quedar dos a uno. Todavía no tiene mayoría. Pero dicen que ya tiene los instrumentos necesarios para forzar la salida del segundo.
Eso hizo con la Procuradora General de la República, Ana Matilde Gómez, nombrada el 2005 por diez años. Sin embargo, Martinelli le creó toda clase de problemas y la forzó a renunciar en el 2010.
Las denuncias de soborno de una empresa italiana, que pretendía construir en Panamá unas cárceles móviles, ocupan las primeras planas de los medios. ¿Ese es un problema generalizado o es un caso particular?
—Todos los días hay un escándalo. El más reciente es con la empresa italiana Svemark, que iba a construir unas cárceles en Panamá y está acusada de soborno. Eso lo está diciendo un testigo italiano con lujo de detalles en una Corte en Nápoles. Un caso que comenzó a salpicar al presidente y a los ministros.
El presidente mantuvo cierto silencio hasta que, la semana pasada, dio una conferencia de prensa donde negó todo lo que dicen los periódicos italianos y la fiscalía. Un periodista le hizo dos o tres preguntas sobre el caso y él le contestó: “¿cómo le va con su problema de drogas?”.
Dice el periodista que esa mañana recibió un correo electrónico firmado por el presidente, preguntándole sobre su problema de adicción. Él pensó que era un interés del presidente sobre su salud, pero no se dio cuenta de que era una advertencia.
Con eso, lo que pretendió fue descalificar al periodista, decir que era un enfermo y que no era una persona con capacidad para hacerle preguntas. El caso tuvo repercusiones nacionales e internacionales. Los periodistas hicieron una marcha de protesta en Panamá y el presidente termino disculpándose.
En su opinión, ¿cuál es el secreto del crecimiento económico que ha mostrado Panamá en años recientes?
—La ampliación del canal es el motor del desarrollo inusitado que estamos experimentando en la actualidad. En torno al canal, se tejió una enorme actividad especulativa, bancaria y de seguros, que propicia un enorme crecimiento; especialmente a través de sectores de la construcción y adquisición de bienes raíces.
Uno sale a la ciudad de Panamá y parecemos un bosque de grúas. Esto, concatenado a negocios ilícitos (como las drogas, armas o la trata de personas), contribuye a este crecimiento extraordinario, que el año pasado fue de 10,5%. En el 2014, culminan las obras del canal y es probable que comience a disminuir esta especulación en torno a los bienes inmuebles.
Si eso ocurre, estaríamos en un serio aprieto. El Gobierno sacó una propuesta, que está implementando, para invertir $13.000.000 (la mitad con fondos del Canal y la otra con préstamos) para iniciativas muy importantes.
Se está revolucionando la red vial de la ciudad. Solo en el metro se están invirtiendo $1.800.000.000 (en el canal fueron $5,2 mil millones).
Pero los otros sectores de la economía han decaído. En 1980, el sector agropecuario representaba el 15% del PIB; el 200 bajó al 10% y ahora anda por debajo del 5%. La agricultura prácticamente ha desaparecido, igual que el sector industrial. La ganadería es lo único que no ha decrecido.
Con respecto al escenario político, ¿qué perspectivas ve usted de cara a las elecciones de mayo del 2014?
— Hay un movimiento popular que se está organizando. Hay dos sectores que tratan de posicionarse representando el punto de vista popular. Por un lado, el Partido Alternativa Popular, que promovió la candidatura de Juan Jované a la presidencia en las pasadas elecciones. Ese partido cuenta con sectores que constituyen un frente, la Unión de Lucha Integral del Pueblo (ULIP).
Asimismo, está la vieja izquierda revolucionaria panameña aglutinada en torno al Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Económicos y Sociales (FRENADESO). Acaban de crear un partido que se llama Frente Amplio Democrático (FAD), en un proceso para constituirse legalmente en partido para el 2014. Esta semana advirtieron, en un comunicado, que “el país transita por caminos peligrosos. La crisis que nos golpea presagia un dramático desenlace. A esta situación nos han conducido el autoritarismo, la soberbia, la avaricia, la corrupción”.
Por otra parte, el PRD está en una crisis que muchos estiman terminal. Su división es tal que ya no pueden conversar un sector con otro. Su fuerza, en la década de los 80 o 90, era la diversidad. Hoy se ha convertido en su verdugo. El PRD tiene actualmente seis cabezas. Cada una representa una fracción del capital panameño que tampoco pueden hablarse entre ellos.
El Partido Panameñista, por su parte, quedó diezmado con esa aventura con Martinelli, que no solo les ha comprado diputados y alcaldes, sino que el mismo partido está muy debilitado a nivel de su dirección, encabezado por el vicepresidente Varela.
Y el partido del presidente, “Cambio Democrático”, es un globo, tiene un nombre y apellido: Ricardo Martinelli. Mucha gente habla del actual ministro de Gobierno, Ricardo Fábrega, como posible candidato para el 2014. Pero Martinelli quiere reelegirse.
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