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En el caso de Panamá, el tema de las autonomías, en materia de gobierno propio y control territorial por parte de los pueblos originarios, se remonta a 1925, cuando después de un levantamiento armado de los kunas, basado en la demanda de independizarse del estado-nación panameño, se negoció el establecimiento de la comarca autónoma del San Blas, la que comprende una vasta región costera del Caribe hasta la frontera con la vecina Colombia. Como puede apreciarse, este tema no es nuevo dentro de la apenas centenaria nación panameña, sólo que en la presente coyuntura ha cobrado una mayor connotación y una significación bien diferente por los factores que hemos venido apuntando.
II parte
La importancia creciente que fueron adquiriendo los gnöbes y los bugles, erróneamente llamados guaymíes por las autoridades y los medios de comunicación de Costa Rica y Panamá, tanto en términos demográficos como de reafirmación de su propia identidad los llevó, durante la década de 1970, a demandar la autonomía territorial de la que ya venían disponiendo los kunas, en la ya mencionada Comarca de San Blas, alcanzando durante la época del gobierno de Omar Torrijos Herrera a conformar la Comarca Ngöbe-Buglé, cuya creación terminó por modificar de una manera bastante significativa la geografía político-administrativa del occidente panameño, un área próxima a la frontera con Costa Rica.
Por otra parte, la creciente agresividad del capital transnacional y la obsecuencia hacia sus intereses que muestran las elites del poder en Panamá, empezó a ser resistida por los gnöbes y los bugles, ya sea en su condición de trabajadores bananeros, tal y como sucedió en el caso de la huelga en la provincia caribeña de Bocas del Toro, o en su defecto a partir de su condición de habitantes de la región occidental del país, la que se ha visto reforzada por la existencia de la Comarca Ngöbe-Buglé y el surgimiento de nuevos liderazgos, como es el caso de la joven cacica de esa comarca, Silvia Carrera Concepción, una extraordinaria mujer que ha sabido aglutinar las acciones de resistencia de su pueblo.
Durante los próximos años y a lo largo de las décadas venideras, conforme la presión de las empresas transnacionales en el campo de la minería, el manejo del agua y otros recursos naturales vaya en aumento, veremos también articularse dentro de formas, cada más intensas y cohesionadas, las acciones de resistencia de los pueblos originarios en nuestra área continental y especialmente en la región centroamericana, en la que muchos de estos pueblos que mantienen formas de vida y organización comunitaria, se encuentran casi en la hora de su conversión postrera, después de una heroica y tenaz resistencia de siglos al genocidio y etnocidio, originado a partir de la colonización europea de la región.
En el caso panameño, al igual que sucede con el de Perú, con la resistencia de los pueblos de la Sierra Central, especialmente en el caso de Cajamarca, al Proyecto Minero Conga, el choque de intereses continuará siendo muy fuerte y los poderes centrales de ambos estados nacionales continuarán tratando de anular, las formas de resistencia y organización comunitaria de los pueblos originarios, haciendo mofa hasta de los convenios internacionales, como ha sido del 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acerca de los derechos de los pueblos originarios y las formas obligadas de consulta hacia ellos, que los estados nacionales deben propiciar, especialmente en esas materias. De esta manera, la tensión entre los estados nacionales y los pueblos nación que habitaban este continente, desde antes de la llegada de los europeos, seguirá siendo un tema de gran significación histórica al que será preciso seguir poniéndole atención.
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