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España sufre una de sus peores crisis, hay 5 millones de personas sin empleo, especialmente entre la gente joven; el costo de la matrícula universitaria viene en alzada y la seguridad social está en franco deterioro.
Mientras tanto, su majestad gasta miles de euros en un safari y mata un elefante. Es cierto, dio una tibia disculpa, la cual fue aceptada con gran algarabía por sus vasallos. “Gloria eterna a Colón soberano…”
Señor rey, a usted que le gusta el deporte en que se matan animales, lo invito a mi pueblo para que venga a disfrutar las peleas de gallos los fines de semana. No se preocupe por el carruaje, simplemente lo encarama en la acera, ya los peatones estamos acostumbrados a tirarnos a la calle de tanto carro mal aparcado. No tenga dudas, su majestad, también puede llevar al principito y a la princesita, total que muchos parroquianos se hacen acompañar por menores de edad, posiblemente sus hijos o hermanos. Ellos también disfrutan la fiesta de las peleas. También hágase acompañar de su reina, que también ella puede participar de la algarabía. “…de los mares estrella polar…”
Mi rey, sí le aconsejo que traiga su botellita de vino borgoña; es común ver a los parroquianos con latas de cerveza junto con los sacos en los que cargan a sus mascotas peleadoras. Algunos ya vienen encanfinados. Se les ve transportar sacos que a la entrada se ven limpios y a la salida lucen ensangrentados. Le aclaro, eminencia, que en mi pueblo le llamamos saco a lo que en su atildada corte llaman costal; véngase con el suyo mi señor rey. “Isabel en estático idilio…”
No se preocupe por la policía, esta nunca llega; así que usted no saldrá en primera plana cargando su gallo muerto en caso de que haya redada. Tampoco, usía, llegan del Ministerio de Salud, ni de Hacienda, ni del Tránsito, ni de la Municipalidad, nadie… como es domingo por las tardes los funcionarios tienen libre. “… de sus joyas le dio su valor”
En mi pueblo no hay elefantes, majestad, pero hay peces gordos que no se dejan pescar fácilmente; total, la fiesta se pone buena. Le recomiendo que en el mismo saco en que envuelva a su gallo, se traiga su paella real, es que los parroquianos tienen la costumbre de cargar gallos de salchichón o de papa, a veces chicharrones. Me preocupa que luego vuestra excelencia vaya a sufrir un problema estomacal con estos manjares ticos. Otra aclaración, rey, cuando oiga hablar de gallos de comer se trata de tortilla con alguito adentro, no de los que se pelean entre apuestas, improperios y escupitajos.
No se desanime, alteza, por la ley antitabaco; ¡ah, su señoría no fuma! Entonces le aconsejo que se haga el desentendido, ahí se fuma y de la fuerte. Tranquilidad, excelencia, esto es pecata minuta. “De la América en puerto dichoso con cariño plantaste la cruz…”
En fin, majestad, en nuestro pueblo por ley las peleas de gallos son prohibidas, pero qué importa, la multa es ridícula… ni por asomo la suma que usted gastó en el safari. Además, no se conformará solo con un animal muerto como vuesa merced lo hizo con el elefante, ahí se encontrará con al menos una veintena de gallos martirizados. Al final de cada pelea se recogen los cadáveres para iniciar con dos nuevos ejemplares armados con navaja.
Por último, lo invito a echarse la famosa canción de “…sigo siendo el rey”, tráigase su guitarra… tal vez le den pelota mientras en el ruedo se cambia un gallo ahogado en su propia sangre, por otro nuevo nerviosamente dispuesto a la defensa. Mientras corren las apuestas usted nos puede amenizar con esa ranchera pegajosa, quien quita si algún político afecto a estas jugadas le pueda hacer segunda.
Señor rey, el himno a Colón soberano me lo aprendí en la escuela, pero un día revisaron la verdadera historia y lo excluyeron de la enseñanza escolar. Es aquel que dice “Conquistaste fortuna en tu nombre y tu gloria no tiene rival…”, en el nombre de vuestro reinado, apreciadísima majestad.
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