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Memoria y epistemología

El profesor Mario Zúñiga, en un nuevo comentario (Semanario UNIVERSIDAD, 11-4-2012), señala que, dadas las diferencias en “raigambre y conformación social”, la militancia de la memoria asociada con las organizaciones pro derechos humanos debe ser categorizada diferenciadamente de la asociada con colectivos conservadores. Asimismo, se pronuncia en contra de la supuesta contienda que enfrentaría a “grupos de la sociedad civil organizados por diferentes tipos de reclamos de memoria” con “profesionales de las ciencias sociales predominantemente del ámbito académico”.

El profesor Mario Zúñiga, en un nuevo comentario (Semanario UNIVERSIDAD, 11-4-2012), señala que, dadas las diferencias en “raigambre y conformación social”, la militancia de la memoria asociada con las organizaciones pro derechos humanos debe ser categorizada diferenciadamente de la asociada con colectivos conservadores. Asimismo, se pronuncia en contra de la supuesta contienda que enfrentaría a “grupos de la sociedad civil organizados por diferentes tipos de reclamos de memoria” con “profesionales de las ciencias sociales predominantemente del ámbito académico”.
También afirma Zúñiga que “los ‘reclamos de memoria’, lejos de presentar afrentas a las disciplinas históricas, conforman un interesante campo de estudio”, y enfatiza que “las formas de recuerdo diferentes a la académica plantean serios retos analíticos que deben abordarse como preguntas sobre el orden social, superando así la descalificación a priori de los recuerdos no institucionalizados y sensibilizándose acerca de las realidades sociales que los hacen posibles”.
En pocas palabras, en su comentario Zúñiga postula la categorización diferenciada de un mismo objeto de estudio con base en criterios de carácter ideológico o político; desconoce la dimensión específicamente epistemológica que media entre el investigador y la evidencia que analiza; y equipara la producción académica con la elaboración de recuerdos.
Al igual que lo  hizo en su primer comentario (Semanario Universidad, 8-2-2012), Zúñiga vuelve a demostrar un conocimiento precario, por decir lo menos, de los fundamentos epistemológicos de las ciencias sociales; por tanto, no sorprende que, además de lo ya indicado, confunda fuentes primarias y secundarias, y defina la investigación de archivo como una fuente.
Mediante estrategias basadas en descontextualizar y tergiversar mis puntos de vista, Zúñiga procura, nuevamente, construir argumentos para impugnarlos. Así, la diferencia que establezco entre elaboración de recuerdos y producción académica, Zúñiga la convierte en una contienda entre grupos de la sociedad civil y profesionales de las ciencias sociales (una interpretación que, aunque él es el que la formula, me la atribuye a mí). De manera similar, mi énfasis en que es necesario someter todas las fuentes (incluidos los “reclamos de memoria”) a una crítica sistemática, parece proporcionar la base a Zúñiga para pronunciarse en contra de la descalificación a priori de los recuerdos no institucionalizados.
Por el uso de tales estrategias, Zúñiga está dispuesto a pagar un precio muy alto: convertirse en defensor de una perspectiva según la cual lo único que las ciencias sociales producen son recuerdos institucionalizados.

  • Iván Molina Jiménez (Historiador)
  • Opinión
Notas

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