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Con una docena de sus obras a cuestas, Fernando Carballo llegó al Centro de Conservación de Patrimonio Cultural, del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), para exhibir las “Mujeres de mi vida”, una selección de su creación más reciente.
Realizadas en las técnicas offset y óleo diluido sobre papel, el artista continua revelando cómo su trabajo pictórico y gráfico sigue evolucionando desde inicios de este siglo.
Las obras de formato mediano están colgadas en las paredes en las nuevas instalaciones de ese centro, ubicadas en la avenida central de San José frente a la Librería Lehmann, desde el pasado martes 8 de mayo.
Como parte de un homenaje al artista, ese día se proyectó un cortometraje realizado por estudiantes de la Universidad Estatal a Distancia (UNED). La exposición fue posible gracias a la Galería Pueblarte y al Centro de Conservación de Patrimonio Cultural, y estará abierta al público durante todo el mes de mayo. La entrada es gratuita.
MUJERES DE SIEMPRE
En la colección de “Mujeres de mi vida”, aparecen una serie de rostros femeninos, con los trazos inconfundibles de Fernando Carballo, pero siguiendo la tendencia de sus últimas muestras la profundidad serena que señala el derrotero del artista en la última década.
Con la misma fuerza que nacieron sus primeras obras en la década de los años 70 —que rayaba magistralmente en lo “grotesco”—, estas mujeres confirman que el mundo “carballiano” aún tiene facetas inexploradas.
“Esta nueva colección del maestro Carballo nos evoca todos sus recuerdos con mujeres de su vida, desde la madre siempre amorosa, las hermanas, las amigas, novias, amores y compañeras a lo largo de toda su fructífera vida“, afirmó Ignacio Carballo, director de Pueblarte.
“Las mujeres en mi vida son madres, hermanas, amigas, amantes, compañeras de esta vida, que sin su presencia no sería posible entender. Ellas son amor, divergencia, ternura, incertidumbre principio y fin”, dijo el artista.
Carballo explicó que «todos tenemos en la vida mujeres que nos han hecho bien. En mi casa, tuve 4 hermanas mayores que siempre me mimaron, me enseñaron cosas de la vida tan valiosas como ver formas en las nubes, colores de la tarde, perfumes de la noche. Me ponían a hacer teatro y así aprendí a valorar lo que es la interpretación. Me enseñaron a declamar poesías. Me enseñaron a bailar. Y sobre todo, una gran ternura y calidez, que es lo que uno sigue buscando en la vida en todas las mujeres. Esta serie no son retratos exactos de mujeres que he conocido. Son muchas en un solo dibujo. A la hora de hacerlas están presentes todas y no es exactamente ninguna”.
Del dibujo a la pintura
Fernando Carballo Jiménez nació en Cartago el 9 de julio de 1941 y creció en medio de una gran familia que incluía 16 hermanos, a sus padres y abuelos, todos habitando en una enorme casona cartaginesa.
Nadie imaginó que aquel joven, que en una ocasión fuera expulsado del Colegio San Luis Gonzaga, se convertiría en un referente contemporáneo de la plástica costarricense.
Luego de su salida de las aulas, su profesor de dibujo Marco Aurelio Aguilar lo recomendó para ingresar a la empresa Casa Gráfica, donde laboró por muchos años; ahí conoció sobre tintas y colores, y descubrió sus secretos, para convertirlos en maravillosas obras de arte.
En esa empresa, conoció a grandes artistas del momento, como Manuel de la Cruz González y Cristina Fournier. Después, gracias al paso por la industria publicitaria, cultivó la amistad de grandes maestros como Gonzalo Morales y Hugo Díaz, y fue éste último quien lo motivó a exponer su trabajo.
Luego pasó por la Facultad de Bellas Artes de la UCR, por invitación de su decano César Valverde. En las aulas, enseñó a noveles artistas sobre la serigrafía y el dibujo gráfico y publicitario.
En un inicio, a Carballo, se le reconoció como un dibujante de grandes dotes y fuerza expresiva. En sus primeros años, destacó su obra gráfica y esta se podría enmarcar en su periodo emocional más convulso como artista y ser humano. Su talento fue reconocido en 1978 con el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en dibujo, y en 1982, lo obtuvo en la rama de pintura.
Debido al origen de su obra, algunos lo criticaron por su paso a la pintura, aunque en la realidad Carballo no abandonó ninguna de las técnicas que le abrieron un espacio en la plástica costarricense.
Hoy, luego de sumar décadas de reconocimientos y un innegable crecimiento humano y artístico, Fernando Carballo es uno de los consagrados en la historia del arte nacional.
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