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Cine del oeste y negro, fin de la inocencia

Diestros jinetes, hombres prácticos que no se amedrentan ante el polvo y el sol y que saben qué hacer con una soga o una res, y “femmes fatales”, devoradoras de hombres, salvajes e impredecibles, crueles, seductoras y traicioneras, son algunos de los rasgos que caracterizan a los personajes principales de dos géneros cinematográficos producidos por Hollywood, entre 1939 y 1962: el oeste o western y el negro o noir.

Diestros jinetes, hombres prácticos que no se amedrentan ante el polvo y el sol y que saben qué hacer con una soga o una res, y “femmes fatales”, devoradoras de hombres, salvajes e impredecibles, crueles, seductoras y traicioneras, son algunos de los rasgos que caracterizan a los personajes principales de dos géneros cinematográficos producidos por Hollywood, entre 1939 y 1962: el oeste o western y el negro o noir.


Estos géneros reflejan un mismo estado de ánimo de los estadounidenses marcado por la ansiedad surgida de una serie de cambios económicos y sociales que habían comenzado en la segunda mitad del siglo XIX y de la repentina hegemonía planetaria de esa nación después de la II Guerra Mundial.
Estos textos fílmicos brindan dos tipos de respuestas: la muestra de una sociedad y unas instituciones en crisis, en el caso del cine negro, o el regreso a un pasado idealizado, anterior a la fundación de estas instituciones, en el caso del cine del oeste.
 
 

A pesar de sus diferencias, estas narraciones fílmicas coinciden en temas, en la construcción de los personajes y en el recurso de la violencia, pero sobre todo, en la pérdida de la inocencia.
Así lo establece el profesor de la Escuela de Estudios Generales, Mag. Bértold Salas Murillo, en su tesis Visiones de mundo en filmes western y negro, producidos en el sistema clásico de Hollywood entre 1939 y 1962, presentada para optar al grado de Maestría Académica en Artes con énfasis en Cinematografía de la Universidad de Costa Rica.
El objetivo de esta investigación era establecer las semejanzas y diferencias en la visión de filmes “representativos” de los géneros western y noir, producidos en Hollywood en dicha época, para la comprensión de la sociedad estadounidense en ese período. Para ello fueron analizadas más de 100 películas.
Según Salas, el western y el noir tienen la particularidad de que, aunque en apariencia son por completo distintos, coinciden en sus períodos de mayor esplendor artístico y comercial en las décadas de los 40 y 50. El western con historias que se desarrollan en el pasado estadounidense, generalmente entre 1865 y 1890, en espacios rurales y a la luz del día. El noir con argumentos que aluden al que entonces era el presente, ocurren en la ciudad y casi siempre durante la noche o en interiores.
Entre 1939 y 1962, el éxito de estos filmes es tal que cuentan con la participación de los más prestigiosos directores y guionistas de la época, como John Ford, Howard Hawks, Fritz Lang y Billy Wilder, así como de las principales estrellas: Humphrey Bogart, Gary Cooper, Burt Lancaster, James Stewart y John Wayne.
Su producción y estreno coinciden con la participación de Estados Unidos en la II Guerra Mundial, la consolidación como principal potencia militar en el mundo, el comienzo de la Guerra Fría, la paranoia anticomunista a finales de los años 40 y la emergencia de nuevas contradicciones: etarias, étnicas y gremiales en los años 50, que finalmente se manifestarían en la década de los 60.
En cuanto a la historia estética de Hollywood, este período se caracteriza por la consolidación de la forma narrativa clásica, pero también con su ruptura, principalmente a partir del cine negro.
EMPODERAMIENTO DE LA MASCULINIDAD
De acuerdo con Salas, casi la totalidad de los filmes catalogados como western sitúan sus relatos en algún punto entre el oeste del río San Luis y el este de la frontera de California, y en un momento entre el final de la Guerra de Secesión, en 1865, y la desaparición de los ranchos libres, la muerte de los forajidos y el cierre de la “frontera”, que traía implícita la desaparición de los nativos americanos como oposición, alrededor de 1890.
Este género juega un papel educativo crucial en la formación del sentimiento histórico de generaciones de norteamericanos y se convierte en una especie de obsesión nacional. Está cargado de imágenes inconfundibles como el jinete, el paisaje del desierto o la montaña, el regimiento de caballería y los nativos americanos.
También da cuenta del mito de que América es una tierra abierta, de ilimitadas oportunidades a los fuertes, ambiciosos y emprendedores.
Su principal protagonista es un hombre blanco y protestante, valiente y diestro con el revólver, con voz y gestos autoritarios, que no flaquea, que no muestra sus sentimientos, que no se “feminiza”, pues no asume las actitudes de las mujeres presentadas en los textos fílmicos. Es un héroe grandulón, maduro y poco atractivo físicamente.
Entre tanto, la mujer cumple los roles que la sociedad patriarcal le ha atribuido: madre, esposa o hermana del protagonista, o la novia o la prostituta con la que trata. A veces es la enfermera o la maestra del pueblo y su figura está asociada a la no violencia.
“El western contiene relatos que afirman el empoderamiento de la masculinidad y la blanquitud, la construcción de instituciones firmes, la exaltación de la patria y del espíritu práctico y emprendedor que la hizo posible y la invisibilización del capitalismo”, afirma Salas.
Sin embargo, señala que la esencia de este género contiene su extinción, pues por definición sus historias vuelven con nostalgia sobre su pasado en el que fueron necesarios el hombre de la ley, el vaquero y la violencia para someter a la naturaleza y a los nativos, pero también reconocen la necesidad de abandonar el pasado para erigir los valores de América y entrar en el siglo XX.
SURGIMIENTO DE LA “FEMME FATALE”
En cuanto al cine negro, debe su nombre a los críticos de cine francés Nino Frank y Jean-Pierre Chartier, quienes denominan cinéma noir o cine negro a una serie de filmes estadounidenses que aparecieron entre 1940 y 1946, con argumentos insólitos, atmósfera cruel y un erotismo particular.
Según Salas, es un género que tuvo como telón de fondo los años de la posguerra y el comienzo de la Guerra Fría, así como el enrarecimiento del clima político por la paranoia anticomunista.
Estos textos fílmicos son un fenómeno inusual, pues el sueño americano de la felicidad y el progreso es abiertamente superado y reemplazado por una visión de hombre más oscura.
El escenario por excelencia de este cine es el espacio urbano, el cual es representado como poco favorable y caracterizado como el origen y el seno de las historias criminales que dificultan la convivencia social.
Tiene como protagonista de la mayoría de sus relatos al ciudadano promedio, que es potencial delincuente, o a gánsteres y policías carentes de condiciones morales excepcionales.
Uno de los rasgos más representativos de este género es la presencia de la “femme fatale”, una figura inédita en el cine de Hollywood, que se caracteriza por perturbar la autoridad y el autocontrol del protagonista, poner en entredicho el poder patriarcal y desafiar la hegemonía masculina. Es casi siempre una mujer rubia, atrevida, pero probablemente frígida, tan inteligente como inescrupulosa.
El cine negro cuenta la desintegración del hogar, la descomposición social, la corrupción de las autoridades y las instituciones y el fracaso del “sueno americano”.
DEMASIADO INGENUOS PARA LOS 60
De acuerdo con Salas, el cine negro agoniza durante la segunda mitad de los años 50, pues sus textos tienen poco que decir a una sociedad que entonces entraba en un nuevo período de prosperidad y calma, después de más de 30 años de cambios trepidantes.
Por su parte, el western rima más con el creciente y acrítico optimismo de finales de los 50, y su auge se sostiene una década después de la desaparición del noir. Sin embargo, su prosperidad comienza a menguar cuando sus relatos y cosmovisión resultan demasiado ingenuos para los contestatarios años 60 y los cínicos 70.

  • María Eugenia Fonseca Calvo 
  • Crisol
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