Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Para el cantautor Dionisio Cabal, la copla costarricense, más conocida como bomba, tiene su propia idéntica, pese a que conserva el espíritu y la influencia española, la cual ha permanecido por varios siglos.
En “Bomba, la copla costarricense” su nuevo libro, Cabal, aborda esta particularidad del folclor nacional, la cual se ha extendido por todo el territorio nacional como una forma de la cultura popular.
El volumen, que fue presentado la semana pasada en el Instituto de México, tiene un valor de ¢11.000 y se puede adquirir en las principales librerías del país.
Cabal es un estudioso de la cultura popular costarricense desde hace muchos años y es un heredero de su maestra Emilia Prieto.
Para Cabal, la copla o bomba, como mejor se le conoce en el país, es una práctica en la que se combinan el humor, la fisga y el ingenio del creador.
“Al ser la copla muestra del dominio de la poética popular, en particular de la fisga humorística y de la lírica, y al estar integrada al corpus de buena cantidad de cánones tradicionales, la copla es un vehículo sustancial de los elementos identitarios que se recogen en las manifestaciones folclóricas”, precisó.
Aunque es un fenómeno siempre presente en fiestas populares, encuentros culturales y ahora actividades oficiales, la copla es un género que no se ha estudiado del todo en el país, por lo que el volumen de Cabal es un aporte en este sentido, como el propio autor lo puntualiza, al consultarle si su texto llena un vacío en dicho campo.
“Puedo decir, con humildad, que así es. Se han publicado algunas compilaciones de coplas, pero no existe aparato crítico en esta materia. Este libro pretende aportar en ese sentido. Poner el fenómeno de la copla en perspectiva histórica y analizar su rol en el ocio cultural. Además, ya está muy adelantado mi trabajo para el segundo tomo en el cual se recogen 3.500 coplas con todos los datos referenciales de rigor, clasificadas, numeradas y comentadas”.
El objetivo, agregó, es que el libro sirva como referencia en escuelas y colegios en auxilio de maestros y profesores.
“Hay algo que considero más importante y es la idea de que esta obra pueda servir a docentes de todos los niveles, como un apoyo para desarrollar el conocimiento de los jóvenes en materia de literatura popular tradicional. Las coplas divierten, enseñan, emocionan y nos dan un sentido pleno de la libertad de expresión”.
Otro de los aportes del libro, según Cabal, es que el coplero cumple con una función social, al transmitir información y captar instantes de la vida cotidiana en distintos ámbitos.
De ahí que la copla permita, a su estilo, aprehender parte del ser costarricense y proyectarlo por medio de sus subgéneros.
“Si bien en los refranes donde se condensa la filosofía y la sabiduría popular, es en las coplas donde se profundiza, se desarrolla y contextualiza la expresión del ser nacional, entendido como identidad. Un refrán tiene valor de uso permanente, pero en cambio una copla improvisada es como la fotografía de un momento, de una vivencia, de algo que puede no volver a repetirse”.
Y ello hace que la copla tenga un valor social que, en muchas ocasiones, se pierde porque al pensar en ella los estudiosos se centran en los mecanismos humorísticos.
“Pues bien, ese es uno de los papeles sociales de la copla, convertirse en registro del acontecer en la memoria nacional. De ahí el papel importantísimo que por tanto tiempo tuvieron los copleros en la vida de las comunidades, porque el coplero hila sus versos para cantar las sencillas y también las trascendentes cosas de la realidad, con cuartetas, pareados, retahílas, corridos, y relaciones”.
Con “Bomba, la copla costarricense”, Cabal ya registra tres publicaciones dedicadas a estudiar la cultura nacional, al añadir la más reciente a “El refranero” y “Los agüizotes”.
Las coplas, para que tengan buen recibimiento entre las gentes, tienen que cantar e invocar motivos cercanos a quienes se dirigen.
El poeta Manuel Machado decía que si las coplas no las cantaba el pueblo coplas no eran, en unos versos que luego popularizaron diferentes versiones en forma de canción, sostenía:
“Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo
ya nadie sabe el autor”.
Antonio Machado, su hermano, también cultivó el género de las coplas, como una forma de captar el alma del pueblo.
De ahí que las coplas hayan tenido en España una importante difusión y arraigo. Lo que sucede con las coplas costarricenses es que se han adaptado al medio, en criterio de Cabal.
“Las coplas costarricenses, que aquí nos gusta llamar bombas, son una prolongación de las variantes de la copla popular española. Presente entre nosotros desde el siglo XVI hasta nuestros días, forman parte de nuestro rico acervo cultural”.
El haber alcanzado su propio estilo es lo que la hace nacional y despierta el interés dentro de las opciones que ofrece la cultura popular.
“Como acontece con toda la herencia ibérica de este lado del Atlántico, con el paso del tiempo la copla costarricense adquirió signos de identidad propia, y así configura una parcela propia en el mapa de la poesía popular tradicional de Nuestra América. Muchas de las coplas tradicionales de los ticos las compartimos como herencia común con los pueblos hermanos, pero en medio de ellas tienen brillo propio las nuestras”.
Este documento no posee notas.