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“El proyecto todavía no está diseñado, lo que sí sabemos es que serán torres en el mismo terreno, en la parte que no use la carretera, para no romper el arraigo (…)” Me conmueve el optimismo de la ministra de Vivienda y Asentamientos Humanos ante el proyecto de erradicación del precario Triángulo de la Solidaridad. Me conmueve también toda esta hablada que al principio nos parece excelente y que nos motiva, que nos alegra de que entre tanta corrupción y chanchullo al menos se haga algo bueno. Y sí, en un principio me parece excelente, lástima que existan tantos intereses políticos de por medio. Si no fuera así, ¿por qué sacarían el gran proyecto a la luz si todavía está en pañales? La misma Ministra lo dijo, no tienen el diseño, ni han entrevistado a las más de 500 familias que viven en este precario. Ni han presentado solución alguna para los 800 inmigrantes que viven ahí. Sacar a la luz un proyecto así, fomenta la xenofobia y pone en evidencia familias como la suya o como la mía, con la única diferencia que ellas tuvieron que huir de su tierra para poder sobrevivir. Pero eso es un dilema que ni el Estado es capaz de resolver, ya que se contradice en su misma Constitución: “El Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando y estimulando la producción y el más adecuado reparto de la riqueza”. Habitantes, no ciudadanos.
¿Cuál es mi denuncia? Exijo, y hago un llamado a los demás ciudadanos a que reclamen su derecho a la información sobre la inversión de sus impuestos: que se exponga de manera clara este proyecto, con todos sus planes y propuestas. Me parece excelente, ya lo comenté, dejando de lado la política. Que se cumpla el derecho humano de una vivienda digna, todo muy bonito. Pero la carencia de vivienda no es el único problema que éste, ni otro precario tienen; es uno de muchos problemas que vienen de una misma raíz. ¿Pretenden regalar esas torres y nada más? Es como regalarle un libro a un niño que no sabe leer. Puede que aprenda, pero probablemente no lo haga solo. Se trata de trabajar en conjunto con estos asentamientos. De proporcionar herramientas que conlleven al empoderamiento paulatino de cada miembro de la comunidad. De una justicia social que no pretenda erradicar la diferencia entre clases sociales, sino la convivencia sana entre ellas, en la que todos sean beneficiados de una u otra forma. No se trata de regalar por regalar, se trata de ser solidario y darle un espacio a la comunidad para que se desarrolle al mismo tiempo que cada individuo se desarrolla en su núcleo familiar. Se trata de dar una educación que se adapte a sus condiciones y problemáticas de vida; que eventualmente pueda llegar a solucionar sus problemas económicos y sociales; que fomente la participación política y social y que erradique por sí misma su exclusión. La solución habitacional no elimina los problemas de drogadicción, violencia y desempleo. Un proyecto habitacional, para que funcione y tenga un verdadero impacto en la pobreza, debe ir de la mano de otro tipo de soluciones que involucren el trabajo en conjunto de la comunidad y los famosos políticos que lo planean. Y esa es la verdadera esencia del desarrollo autosustentable y la organización comunitaria.
Despertemos costarricenses, esto no es un acto de benevolencia, es un deber. Los políticos detrás no son “mejores” por proponer proyectos de esta índole, es pura apariencia. Nosotros, con nuestro dinero, somos los creadores de estos proyectos y los políticos son, o deberían ser, sólo nuestros servidores, quienes actúan por nosotros, como manda su responsabilidad con el pueblo. Porque no vale la pena avanzar individualmente si hay niños en la calle, si hay gente con hambre, si hay violencia en cada esquina. No nos dejemos engañar cuando este proyecto tenga instalado un gran rótulo que diga el nombre de algún político, o cuando salga en la tele y en los periódicos. Todo esto es un “autobombo”, como decía Yolanda Oreamuno, un ideal de “reconocer los buenos actos” que se nos vende.
Termino mi pequeña denuncia con dos extractos de una entrevista con el cura chileno Felipe Berríos: “La pobreza debe volver a escandalizarnos. Aquí hay niños que no tienen ningún futuro. Esto no nos debería dejar dormir tranquilos”. “Los pobres no tienen que aceptar regalos ni del Estado ni de particulares, y menos, de los políticos. Los regalos perpetúan la pobreza y hacen dependientes a los pobres”.
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