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Ser docente universitario no quiere decir que se entienda a cabalidad la docencia en secundaria. Aquí no aplica necesariamente aquella vieja idea que dicta quien puede lo más puede lo menos, pues ninguno de los dos ámbitos de la docencia es más ni menos que el otro. Ambos poseen enormes diferencias en cuanto a necesidades de formación, dificultades, sensibilidad, y también diferentes gratificaciones. Tampoco se malentienda, no planteamos que desde la docencia universitaria no se pueda contribuir en la educación secundaria, se puede y mucho, solamente que es necesario tener en cuenta que son espacios académicos y profesionales diferentes.
Wilfred Carr y Stephen Kemmis, en Teoría Crítica de la Enseñanza señalan la necesidad de superar la dicotomía entre teóricos oficiales y prácticos oficiales de la educación. Esto es: abolir esa tendencia vertical e impositiva, de crear directrices sobre cómo debe ser la educación, desde la absoluta comodidad de las oficinas, gozando de notables privilegios, mientras son otros, aquellos que están en las aulas, en el campo de las luchas, y dotados de menos privilegios, quienes tienen la tarea de cumplir tales directrices.
¿Qué papel han tenido los estudiantes de las carreras de enseñanza en la resolución VD-R-8782? Ninguno. ¿Qué opinión de los egresados de las carreras de enseñanza fue considerada en la resolución VD-R-8782? Ninguna. Ante lineamientos autoritarios, los estudiantes de las carreras de enseñanza siguen siendo considerados como futuros prácticos oficiales, que deben acatar lineamientos, imposiciones arbitrarias o violencias simbólicas, desde su formación hasta su práctica profesional. Tampoco fueron considerados en esa resolución, distintos acuerdos tomados entre las comisiones compartidas y la Vicerrectoría de Docencia durante el trabajo realizado el año 2011, y que constan documentalmente.
La idea de superar esas dicotomías entre teóricos y prácticos oficiales, es fundamental en la educación nacional de hoy, pues mientras algunos, desde empresas privadas, pagadas por el Estado con millonarias consultorías –empresas que enfrentan “procesos” de investigación por presunta defraudación al fisco- diseñan programas éticos y estéticos para formar “buenos ciudadanos”, programas impuestos a los docentes por el Ministerio de Educación Pública, otros, dentro de la Universidad de Costa Rica, piensan en reformas que son contrarias a la reglamentación universitaria, a los derechos de los estudiantes, a las necesidades reales de la educación nacional de hoy, y a las necesidades formativas y profesionales de los futuros docentes.
Reforma que además cancela el diálogo interdisciplinar que tanto bien le hace a la formación docente, y crea fricciones caracterizadas por añejos prejuicios, y por una doxa que no considera contraargumentos. Se sigue confirmando así, el problema señalado por Carr y Kemmis, pues son teorías oficiales, resoluciones elaboradas desde un platonismo que poco ha tenido que ver con la dura materialidad y realidad de los profesores y de las aulas de educación secundaria, sus problemas y necesidades.
La formación docente que ofrece la Universidad de Costa Rica sin duda debe cambiar y mejorar en diversos aspectos, y debe además ser pensada interdisciplinarmente, ser inclusiva, centrada en el diálogo, aprovechando consensos y disensos, nunca debería ser fragmentada, ni autoritaria. Debe ser sólida en el plano disciplinar, sólida en el plano pedagógico, y no suponer bajo ninguna circunstancia, que la formación en lo disciplinar da por sentada la formación pedagógica.
Todas las unidades académicas de esta Universidad y de cualquier otra poseen fortalezas y debilidades en niveles diferenciados, la madurez está en reconocer esas debilidades, y no en pensar que ya todo está resuelto y que se ha llegado a un estado de perfección, un estado arquetípico, áurico en el sentido más idealista del término, y que por ello se tiene el monopolio de la verdad, o de las mentiras socialmente aceptadas, tanto en su disciplina, como en otros campos del saber, incluyendo la educación secundaria.
Potenciar las fortalezas, y solventar las debilidades es la tarea, y esto debe realizarse académicamente, no desde el sentido común y la doxa, debe realizarse por medio de serios procesos de evaluación y autoevaluación que incluyan a todas las Unidades Académicas participantes, donde se revise el trabajo de todos, nunca mediante la fragmentación de la formación docente.
Las distintas Unidades Académicas que comparten la formación de docentes con la Facultad de Educación, deben poner todo su empeño en continuar brindando esa sólida formación disciplinar que todo docente necesita, y que han venido desarrollando con niveles diferenciados de éxito, teniendo en cuenta que siempre hay elementos, cursos, y muchos otros aspectos por mejorar. Al mismo tiempo, la Facultad de Educación, que cuenta con docentes que hemos estado en las aulas de educación secundaria, y que hemos sido formados para ello, debe seguir brindando ese capital cultural en lo que respecta a las diversas cuestiones relativas a la práctica de la docencia, mejorando también en distintos ámbitos. Intentar la descomposición interna de la Universidad en la formación docente no es el camino. Entender, e incidir positivamente sobre los grandes problemas de la educación nacional, desde la Universidad de Costa Rica, es el verdadero tema.
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