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A la memoria del Dr. Carlos Manuel Quirce Balma
Marx es para mí un desconocido, si no es a través de quienes se llaman marxistas y utilizan sus propuestas de análisis social. Escribió: «La religión es el opio del pueblo». En su contexto la frase no está sola y valdría la pena recuperarlo, pues quienes se han sentido aludidos en su religión por la crítica marxista, tendrán elementos para discernir quién ha estado equivocado en la interpretación de las palabras de Marx. Pero considerando lo que hemos entendido por “la religión es el opio del pueblo”…
Marx se refería al momento que le tocó vivir y conocer. Si le hubiera tocado ver y palpar la Iglesia latinoamericana (alguna) y su divorcio de la jerarquía mundial para optar y morir por el pueblo, si hubiera sabido como sabemos ahora que la religión, que es una forma de espiritualidad, es inherente al ser humano y que hasta mejora la salud de las personas, entonces Marx no hubiera podido escribir esas palabras. Pero cuando lo que se manifestaba era la masa del pueblo sumida en la pobreza y una Iglesia que pedía resignación y ofrecía el reino de los cielos al morir, no había duda de que aquella frase, aún la descontextualizada, era cierta.
Pero la ingeniería de la clase gobernante, que modula al Estado y deja hacer siempre y cuando les beneficie en sus negocios, ha creado otros opios, que nos hacen flotar, vivir otra realidad donde todo está bien. Y mejor que la religión, ofrece felicidad en tiempo presente. Pero igual que aquella religión opiácea, nos adormece para no tocar el statu quo. Concursos de culos, combates entre cuerpos descerebrados semidesnudos, fútbol y «programas deportivos» sobre todo radiales, conciertos (¿han notado la proliferación de conciertos con los «grandes» del planeta?), amarillismo en el periodismo, mucha mucha publicidad para vender lo que nadie necesita, hacen cada uno por aparte y como un todo, la droga que impide pensar y criticar, menos entonces levantar un brazo para protestar.
El concurso de «belleza» que lleva al extremo el culto al cuerpo perfecto según los cánones prefijados, es el de culos. Increíble. No importa nada más!!!!!!!. Millones de años de evolución en la inteligencia humana, y en una fracción de tiempo retrocedemos al momento en que un par de músculos importan más que el uso de la mente. Los combates entre equipos de descerebrados semidesnudos, con algo de esfuerzo personal en el gimnasio, pero compitiendo en concursos estúpidos y repetidos, llevan una emoción artificial al extremo del ridículo. ¿Han oído un programa deportivo? Son comentarios sobre los temas del fútbol -que no son “deportivos”, ni siquiera de fútbol- triviales, porquerías, nada sobre el deporte en sí, sino sobre las estupideces que este deporte genera. Y risas entre los locutores cuyo origen se desconoce, saludos interminables, todos son amigos, silencios prolongadísimos, frases estereotipadas. Y por supuesto, los 15 segundos de fama de cuanto ocurrente quiera llamar. Los programas matutinos de variedades, especialmente dirigidos a las mujeres, que las llenan de información inútil y la que es útil, imposible de ejecutar. Pero son -junto con las telenovelas- un poco de variedad en el día a día que muchas personas tienen. Y para postre, los programas humorísticos que son bochornosos, estúpidos, racistas, misóginos, hechos por sinvergüenzas para un público de analfabetos funcionales. Estos programas enumerados son una parte del menú que ante la ausencia de regulación, pululan y llenan los espacios que la inteligencia no. Estos otros opios adormecen al público que no se entera de nada más, que vive en un mundo difícil por el que nada hay que hacer que esté a su alcance. Pero son precisamente estos espacios opiáceos los que son sostenidos por las grandes empresas, incluyendo las grandes empresas que son los partidos políticos millonarios (o de millonarios) y que compran minutos para colocar su vulgar propaganda. Pero ante un público drogado, se presentan como una novedad. Ante un público hipnotizado al límite de la idiotez, cualquier político con recursos marcará una pauta. Por eso es que a la mitad de la población costarricense, la que no consume estos opios, nos parece increíble que nuevamente se presenten los mismos diciendo lo mismo, y lo peor: que ganen elecciones. Es que la otra mitad está drogada, y cualquier mensaje parece diferente, parece novedad, y podría, para ellos, realmente serlo.
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