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En realidad ya no asombran los acontecimientos recientes en el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica (MEP). En esta ocasión uno de los protagonistas es un proyecto intitulado “Ética, Estética y Ciudadanía”, que dicen en el MEP es de “autoría nacional”…
¿Y por qué no causa asombro? Por los antecedentes del MEP, especialmente los que suceden a partir de la última administración Arias Sánchez. Por ejemplo, en el 2008, decían en el MEP que la “Reforma de las Normas Reguladoras de la Promoción y Repitencia dentro del Sistema Educativo Público Costarricense” (sic) había sido el resultado de investigación científica educativa.
Esa “deforma” educativa –es una pena que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española no registre “deforma” como sustantivo–, contrario a lo que decía el MEP, no se fundamentó en investigación científica educativa. Para colmo de males, esa “deforma” fue sacralizada, ya no solo por los que “apoyan por apoyar” con opiniones infundadas, sino por una exdecana de la Facultad de Educación de la Universidad de Costa Rica, que luego pasó a diputada… Y los resultados positivos –pero no los que confecciona el mismo MEP– ¿dónde están?
Los antecedentes del MEP se empeoran cuando, sin ningún criterio científico, imponen un Plan Nacional de Inglés de un banco internacional que culminó en la creación de su propia fundación privada, mediante la cual son dictadas las políticas públicas en la educación en lenguas distintas al castellano. Los resultados positivos de ese plan… ¿dónde están?
La estela de antecedentes en la infundada y copiada “deforma” educativa que ha impuesto el MEP podría decirse interminable, si a ella se suman los aspectos de índole administrativa ya conocidos por todos.
El ahora cuestionado proyecto “Ética, Estética y Ciudadanía” –además de cumplir su función ideológica adoctrinadora de corte neoliberal, y en concordancia con las políticas educativas neoliberales para el siglo XXI establecidas por la comisión precedida por el economista francés Jacques Delors, por petición de la UNESCO– produce una serie de interrogantes que deben ser contestadas específicamente por sus “autores”.
Las múltiples interrogantes surgen a partir del documento que se encuentra en el portal oficial del MEP, que por razones de espacio en este distinguido medio escrito, solo algunas pueden plantearse:
¿Dónde se encuentra disponible –fácilmente al público– el documento completo de la investigación científica conducida, que da origen a ese proyecto?
¿Por qué ese proyecto que el MEP dice es de “autoría nacional”, guarda tanta similitud con los desarrollados en Colombia, México, República Dominicana y otros países de la región latinoamericana y del Caribe? ¿Por qué un proyecto que es “lo mejor” del MEP –según campos pagados con fondos públicos plagados de generalidades para defender el proyecto por quienes son juez y parte en el proceso– no cita esas experiencias?
¿Cómo es que dentro de los programas se presenta la “bibliografía sugerida para el profesor o la profesora y el estudiantado”, pero no se presenta aquella que da sustento a todo el proyecto; la que necesariamente debe contener el documento de la investigación científica conducida? Por ejemplo, el título en la “Introducción” del documento dice “Ética, estética y ciudadanía: Educar para la vida”. En otras palabras, “educar para la vida” es un parafraseo de lo que estableció la Comisión Delors para la UNESCO: “la Comisión considera que el principio de una educación a lo largo de la vida debe incitar a todos los países”…y cuyos cuatro pilares son: “aprender a conocer”, “aprender a hacer”, “aprender a vivir juntos” y “aprender a ser”. Esto, los programas no lo mencionan. ¿Será que el documento completo de la investigación conducida sí lo hace?
¿Cuál es el fundamento para que, quien contrata y parte de los “expertos” y “especialistas” que fueron contratados para ese proyecto, sean a la vez citados dentro de las escogidas referencias bibliográficas al pie de página? Por ejemplo, el Sr. Leonardo Garnier, la Sra. Florisabel Rodríguez, el Sr. Fernando Herrero…
Tienen la palabra. La respuesta es sencilla: basta con indicar dónde se encuentra fácilmente disponible al público la investigación científica educativa conducida, de donde necesariamente surgieron esos programas…
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