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Beso, comunicación e individualidad

A lo largo del tiempo se ha documentado ampliamente los beneficios del beso en cuanto a bioquímica, etc.; sin embargo, se suele dejar de lado el universo socioemocional y su significado sutil en la comunicación. Si bien el acto de besar está contemplado dentro de las construcciones de la sexualidad, éste va más allá que un evento aceptado y propio del erotismo de los seres humanos.

A lo largo del tiempo se ha documentado ampliamente los beneficios del beso en cuanto a bioquímica, etc.; sin embargo, se suele dejar de lado el universo socioemocional y su significado sutil en la comunicación. Si bien el acto de besar está contemplado dentro de las construcciones de la sexualidad, éste va más allá que un evento aceptado y propio del erotismo de los seres humanos.
El beso juega un papel fundamental dentro de la interacción social y no se queda en una simple muestra de gracia entre personas. Ya sea de cortesía, aprecio, cariño, amor o de deseo; detrás del hecho se esconde una gama de representaciones y de significantes importantes de considerar. Aunque la mayoría de veces se ha de convertir en una faena casi refleja, más que a un impulso, el beso responde a un encargo psicosocial que cada individuo acarrea consigo.
Mientras las tecnologías de la comunicación dicen acortar las distancias entre los seres humanos, las sociedades se van alejando cada vez más de sus emociones y sensaciones. En este marco, la comunicación afectiva es uno de los elementos que más impactos absorbe. Es relativamente fácil comprender, por medio de palabras o símbolos, ideas o constructos; sin embargo, la emotividad siempre suele generar líos al momento de simbolizarla o vocalizarla. Se debe saber que un mundo afectivamente incomunicado no permite el surgimiento ni el ejercicio pleno de la individualidad, y esta negación es uno de los procesos que más tensiones y frustraciones causa sobre las relaciones interpersonales.
Las personas no pueden permanecer aisladas del contacto y la transmisión plena de las ideas, los conocimientos y las emociones. Son estos contactos los que hacen que en primera instancia esta singularidad sea sostenible. La forma de percibir, de sentir, de procesar y de expresar son elementos que mantienen a alguien del resto subjetivamente diferente. Por su naturaleza, y al no permitir el uso integral de estas individualidades comunicacionales; la tecnología hace que el sujeto se vaya dilucidando dentro de la masa.
Las necesidades de socialización-individuación colapsadas se canalizan en otras tareas que no son sustitutivamente satisfactorias. De esta forma se van degenerando las capacidades del contacto social y de la interacción personal, y los grandes negocios de la industria de la artificialización de las comunicaciones aportan combustible a la tragedia.
Dentro de este descontrol de la comunicación y del contacto se vuelve cada vez más complejo el empeño de codificar y decodificar el mensaje emocional. Sin embargo, sin saberlo, desde tiempos antiguos las sociedades han compartido uno de los fenómenos que salda ese vacío. La distancia entre el significado y el significante es muchas veces satisfecha con la manifestación que conocemos efectivamente como beso que, más que ritual, es un encuentro cercano que propicia la compenetración física y -más importante- emocional entre las personas.
El beso permite literalmente dejar las palabras de lado y sentir a plenitud el intercambio a través de la comunicación más primitiva: la corporalidad. De diferentes maneras este acto, siempre que esté libre de prejuicios, es una expresión que mantiene un gran significado durante la vida de un individuo por el mensaje que transmite.
La relación del beso y el mensaje se determina de diferentes formas, métodos, gustos, sabores, etc.; sin embargo para quien recibe, el significante del beso dependerá de aspectos fundamentales como: emisor, dirección, duración e intensidad. Lo calificará de esperado o inesperado, debido o indebido, apropiado o inapropiado, según considere. Por otro lado, para quien emite el significado varía según el momento, lugar y receptor. Sin esperar nada a cambio, debe preocuparle si el mensaje fue franco, aceptado y eficaz.
Sea como sea, en la sociedad de la despersonalización y la involución de la comunicación, el beso no debe someterse a relaciones de poder ni debe considerarse mercancía de intercambio. En los seres humanos siempre existirá la pretensión de ser individuos en la jungla de la sociedad; por lo tanto, se debe resguardar recelosamente aquellos elementos que permiten a las personas ser únicas. Ante todo el terrorismo informático los besos se convierten en una herramienta importante de supervivencia de la individualidad que es preciso rescatar.
Las in-comunicaciones digitales no pueden negar que el mensaje racional o irracional del beso es y seguirá siendo natural y físico.

  • Michael Fernández Moya (Estudiante)
  • Opinión
FranceTerrorism
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