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Portada del libro “Luchas Maricas y Derechos Humanos en América Latina”.
El “malévolo matrimonio entre el Estado y la Iglesia Católica” es una de las principales razones por las que el país se encuentra paralizado en los temas de derechos humanos de las minorías gais, lesbianas, transexuales y travestis, así como fertilización in vitro, aborto, bancos de esperma y matrimonio igualitario.
A esa conclusión llegó el investigador y profesor de la Universidad Nacional (UNA), Juan Gómez Meza, al presentar el libro “Luchas Maricas y Derechos Humanos en América Latina”, el pasado 16 de mayo en la Facultad de Letras de esa universidad pública.
La investigación, que inició en el 2002 como un trabajo de tesis doctoral del autor, se extendió por casi una década hasta el 201. Este año, el texto busca visibilizar la situación de las minorías lésbicas, gais, transgénero, transexual, travesti en Costa Rica y en la región centroamericana.
“Encontramos, en este aspecto, grandes semejanzas con países de los cuales somos muy críticos: tenemos una negación que nos asemeja a los peores países de América Latina y África”, comentó Gómez.
El autor pudo encontrar que el país se encuentra paralizado en temas de derechos humanos comparable con el de los países árabes, lo cual es un reflejo de “los prejuicios religiosos representados en la decisión política”.
Por ello, señaló enfáticamente que se requieren “gobernantes que representen a los que creen, a los que no creen en Dios ya los que crean cualquier otra idea”, asevera Gómez.
¿Por qué luchas “maricas”? Gómez respondió que buscaba una palabra con macro-comprensión y significado en los países de la región Iberoamericana.
CONTRASTE DE REALIDADES
El libro además de dar énfasis a la situación en el país, repasa las distintas realidades de las poblaciones sexualmente diversas en la región latinoamericana.
El investigador primeramente identifica la cantidad y el alcance de los distintos movimientos sociales y activistas en torno a la defensa de los derechos LGTB (Lesbianas, gais, transexuales y bisexuales). “Hay diversidad temática, también estrategias creativas de manifestación y de visibilización. En el libro vamos viendo país por país, cómo son esos grupos”.
Otra variable de la investigación regional es la respuesta de los gobiernos a esas exigencias de los grupos activistas. En el libro, Gómez clasifica los países en tres tipos: los que tienen mayores avances en políticas y derechos, los que presentan ambigüedad y los que presentan hostilidad o represión.
Entre los países con mayores avances cita a Brasil, Uruguay, Argentina y México; estos dos últimos ya reconocieron el derecho al matrimonio homosexual en el 2010 y en 2011 (respectivamente).
Aclaró que si bien en estos países no se ha erradicado la homofobia por parte de ciertos grupos, sí se han implementado políticas de igualdad importantes y hay una resistencia a la interferencia de la Iglesia Católica en las decisiones de los gobiernos.
En segundo lugar, ubica a los países ambiguos como Cuba o Colombia. El primero presenta un discurso de derechos humanos, sexuales y reproductivos; no obstante, no hay un mayor accionar del Estado. Colombia muestra una constante violación a los derechos y mucha resistencia de parte de los grupos activistas.
Finalmente, están los gobiernos con posturas de represión e invisibilización de derechos, en los que localiza a Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Panamá, República Dominicana y Honduras.
Este último país ostenta la mayor violencia hacia los grupos LGTB, principalmente hacia los transexuales, quienes son asesinados por los militares.
A pesar del panorama, al autor se muestra optimista sobre el cambio de la situación en el país. “Es un movimiento que hay que ayudar, los medios de comunicación tienen responsabilidad. El cambio viene; no con el gobierno actual, pero viene. Hay que dejar la ideología de mojigatería e hipocresía y ser crítico”.
El autor destacó que se deben dejar los estigmas religiosos para poder avanzar en el tema de los derechos humanos en el país, y así dejar esa forma de pensamiento “colonial”.
“La Iglesia no es ninguna institución honorable que venga a decir cómo nos debemos comportar con nuestro cuerpo o que somos ciudadanos de segunda categoría, porque ellos creen que nos vamos al infierno”, puntualizó.
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