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El representante administrativo que queremos ante el Consejo Universitario

A pocos meses de la elección para escoger el representante ante el Consejo Universitario por el sector administrativo, en el ámbito universitario se percibe el proselitismo político, las alianzas y los pactos de candidatos y candidatas.

A pocos meses de la elección para escoger el representante ante el Consejo Universitario por el sector administrativo, en el ámbito universitario se percibe el proselitismo político, las alianzas y los pactos de candidatos y candidatas.
Es sorprendente el interés  y la participación que despierta esta contienda, al grado de tener en el  pasado nueve personas aspirantes a un solo cupo; sin duda, es un botín político nada despreciable, importante de  ser analizado desde las ciencias políticas.
A mi forma de entender, una gran parte del electorado piensa que la mayoría de candidatos son motivados a la participación por la simple y sencilla razón de los pluses que ofrece el ser miembro del Consejo Universitario: el salario, las dietas, los viajes, estatus social y podríamos agregar algo más, la mayoría de estas personas se encuentran cerca de pensionarse y esta pensión se vería beneficiada por los altos salarios que se perciben durante los cuatro años.
Para esta elección, la tarea de los y las candidatas es cambiar esa mala  imagen que han dejado en el ámbito universitario los representantes del Consejo Universitario.
Difícil es creer y confiar en promesas políticas cuando el representante se pierde cada cuatro años en un entramado de comisiones, actividades y discusiones estériles, al estilo de una asamblea legislativa anacrónica y obsoleta,  en donde prima el interés personal ante lo público y mientras tanto en el ámbito laboral universitario  adolecemos  de las condiciones óptimas para un verdadero desarrollo  humano; cito varios ejemplos claros:
No tenemos un centro de esparcimiento y diversión para disfrutar de los tiempos libres; no tenemos un centro de atención de salud que al menos cuente con lo necesario, todo lo contrario, una oficina que más parece un dispensario de recetas de los  años setenta que un centro de salud en donde la atención está centralizada a lo inmediato; en donde la mayoría de los empleados no cuentan con una medicina preventiva, por ejemplo la mayoría de trabajadores de mantenimiento nos encontramos expuestos a altos contaminantes de todo tipo. Sin que al menos la administración se interese por hacer exámenes médicos periódicamente, ya tenemos casos de compañeros que presentan enfermedades de todo tipo,  desde alergias hasta cáncer de pulmón, por los contaminantes con que se trabaja. Otro aspecto importante es la poca capacitación que recibimos y la nula esperanza de ascender de puesto; esto por una mala  política de los concursos internos  de relleno que practica la Oficina de Recursos Humanos de plazas en propiedad;  en la mayoría se inscribe una gran cantidad de compañeros y compañeras  a sabiendas de que esos puestos ya tienen dueño; entonces uno se pregunta: ¿No habrá otra metodología más equitativa y justa para la elección de estas plazas?
La malicia indígena me dice que la persona elegida en el puesto ha creado fuertes vínculos laborales en el entorno de trabajo; por esa razón, es la más elegible; otra posible causa es la cuñita muy sonada en todos los concursos internos , de “tener ciertos meses de experiencia en el puesto” y otra más sutil y eficaz, “el compadre hablado”; esta, a mi parecer, es la más eficaz;  olvidémonos entonces de los títulos, los años servidos a la institución, la experiencia, la primacía de los graduados en la UCR sobre otras universidades, esto no pondera nada. La mala administración de esta Universidad hace que estos concursos sean el desencadenante de la frustración y la apatía hacia el trabajo de muchas personas: “El que nace para maceta del corredor no pasa”, reza el refrán, el cual se ha enquistado en más de uno de nosotros.
Esta política de administración del recurso humano tan pobre obedece a una obsoleta y anacrónica Convención Colectiva de Trabajo, la cual la mayoría de las juntas directivas del sindicato se han negado a negociar, por temor a quedarnos “sin el santo y sin la limosna”;  igualmente obedece a la falta de una política en lo referente al recurso humano de forma holística e integral , labor un tanto difícil si tomamos en cuenta la coyuntura actual del desfase entre los docentes, administrativos y estudiantes de los escasos espacios de poder del sector administrativo; visto desde la óptica de la comunidad universitaria como de tercera categoría, denigrado por algunas vacas sagradas de esta Universidad que inflan su ego en artículos de opinión en contra del sector administrativo.
Sin duda, el perfil de la persona idónea es difícil de descifrar, pero pecando de modesto, la persona idónea al Consejo Universitario debe renunciar a estos beneficios económicos que el cargo le da, al igual debe dejar el egocentrismo y los delirios de poder y grandeza, bajar del Olimpo; debe ser del proletariado, de la canalla y tener una visión humanista donde está ese otro semejante, dejar los discursos politiqueros iluminados de un sistema capitalista explotador en donde reina la desigualdad y la pobreza  y volver la mirada a la clase trabajadora universitaria.
Debe ser hijo de obrero campesino consciente de su condición de clase, con solo eso basta, no es mucho pedir.

  • Jorge Villalobos Rivera (SINDEU)
  • Opinión
Working Class
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