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“¿Pura vida?”, dice él. “¡Pura vida!”, dice ella. Y empiezan a caminar por la Avenida Central, o en el Tope de fin de año, o en el centro de Palmares, o en Cartago o en Liberia, o en el Pretil de la U.
“¡Pura vida!”, o “¿Pura vida?”. Y no recrimino la frase. Que cada quien la use si le place.
Advertencia, eso sí: “¡Pura vida!”, o “¿Pura vida?”. ¿Saben los (las) jóvenes que la usan lo que a oídos extranjeros eso significa? De eso es de lo que hablo. Mejor, de lo que eso ofrece a los oídos e intenciones de un extranjero. Mejor, de la corrupción de algún tipo (moral, sobre todo) que la frase esconde. ¡El lenguaje no es inocente! Alguien lo emplea sí, ¿pero quién sale beneficiado con su invento y con su uso y con lo que entiende y logra por su uso? De eso hablo. De gorilas beneficiados…
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