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Pareciera irónico, y a veces hasta una especie de humor sarcástico, la forma en que vive la desigualdad social y económica, solo para citar algún ejemplo, Sudáfrica y su faceta de gran ciudad. Con grandes avances, enormes edificios, y hasta las condiciones necesarias para albergar un evento mundial de gran magnitud y expectativa como lo fue un mundial de futbol, posee alrededor, una realidad abandonada y olvidada de tugurios; muchas de las condiciones más crudas del ser humano se viven ahí, por una falta de dinero, que a pocos metros se gastaba a manos llenas y sin remordimiento alguno.
Un poco más cerca de nuestros propios hogares, la desigualdad existe, vivimos entre ella cada día, indiferentes muchas veces, rodeados de indigentes, con noticias que hablan de situaciones precarias de muchos otros, exactamente, otros. Sigue siendo irónico, para algunos, un crimen a sangre fría, para otros, son cosas que tienen que pasar para que el sistema actual se sostenga.
-“El que es pobre es porque quiere”-, una frase comúnmente usada por un sentido común perverso. ¿En realidad es así? ¿En realidad la pobreza es una elección? Estudios recientes demuestran que unas condiciones de pobreza extrema tienen efectos reales en el desarrollo cerebral en los primeros años (Hackman, 2010) impidiendo desarrollar capacidades cognitivas claves para un buen desarrollo social, incluso, la criminalidad y otras de las más grandes problemáticas de hoy en día, podrían estar mediadas por malformaciones a nivel neuropsicológico; la inhibición de los actos va más allá de una fuerte conciencia moral… (Hanson, 2010)
Un recién nacido en dichas condiciones de verdad está en desventaja, realmente ve reducidas sus habilidades, y esto posiblemente se refleje en el proceso de escolarización. Podría terminar desertando, derrotado por un sistema de educación que no hace diferencia alguna en sus dificultades, que cada día involuciona en un sistema orientado a la creación de obreros y trabajadores, y no a buscar el desarrollo de cada uno como persona.
Sin una escolarización, sus opciones reales de crecimiento laboral (y posiblemente personal) se verían muy limitadas, e incluso tendría posibilidades muy altas de sumarse a la gran cantidad de desempleados del país, suponiendo que esta persona tuviera descendencia, esta tiene grandes posibilidades de nacer en un ambiente de pobreza extrema debido a la falta de recursos, empezando una vez más un círculo parecido a su progenitora o progenitor. ¿De verdad fue una elección? Nacer y crecer bajo estas circunstancias.
La visión puede ser algo pesimista a los ojos de algunos, pero eso no quita que sea una realidad. Por supuesto, muchos discursos con intereses económicos ocultan esta realidad, de la manera más cruel, sin necesidad de usar la mentira o la negación, peor aún, con la cruda indiferencia, tal como que en este hemisferio vendemos variaciones de teléfonos celulares más caros que algunos automóviles antiguos; y, al otro lado del mundo, mueren personas que podrían vivir, al menos un día más, con la centésima parte del dinero que se gasta en una tontería de estas. Sin importancia de lo que suceda, el mundo sigue.
Imagínese un mundo, donde 3 familias (las más ricas) muevan más dinero que 48 países juntos (los más pobres). Pues ese mundo existe, y es donde usted y yo vivimos.
El mejor camino para salir de la pobreza es la educación, parafraseando a un político nacional, esta frase resulta muy llamativa y cierta. La mejor forma de romper dicho círculo, es por medio de la educación formal, con el objetivo de dotar a la persona de las herramientas suficientes para desenvolverse de manera exitosa en la vida.
Pero, ¿es esto del todo cierto? ¿De verdad la educación, incluso superior, es garantía de una vida plena? Quizá debería redirigir esa pregunta a algunos universitarios (especialmente de áreas como ciencias sociales o bellas artes por poner algunos ejemplos) sobre si se sienten seguros en conseguir empleo en su área de desempeño profesional.
Como estudiantes nos vemos enfrentados cada día a la incertidumbre de no tener un mañana claro, un puesto fijo y estable en el cual nos desempeñaremos en el futuro. Pero esto no siempre ha sido así; las políticas neoliberales que convierten todo a su paso en algo que se puede comprar y vender han hecho de la educación, un objeto, una mercancía, completamente sujeta a un modelo de producción.
Una incertidumbre nacida de un futuro del cual no hay donde aferrarse a una vida segura, una situación de impredictibilidad del futuro, generadora de estrés, ansiedad y otros males humanos de los más silenciosos y comunes, pero letales.
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