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No solo se hace camino al andar, sino también el caminante.
El pueblo de Corea del Sur ha tenido que transitar un camino difícil, empedrado, vertiginoso y trágico, donde la resistencia, sacrificio y determinación han sido el común denominador en sus luchas, no solo para hacer valer sus derechos sociales, políticos, económicos, laborales y culturales, sino también en la búsqueda permanente de mecanismos políticos y democráticos de cambio, que de forma creciente la sociedad coreana exige como producto del rechazo a las políticas neoliberales, aplicadas por el gobierno de Lee Myung-Bak.
Es así como se ha ido generando, un proceso de lucha alternativa, a lo que pueden ofrecer los partidos tradicionales enquistados en un método obsoleto de hacer política. Este proceso nace como expresión auténtica de fuerzas de diferentes estructuras sociales; integrando estratégicamente en sus luchas, la más amplia diversidad de sectores con criterios y puntos de vista muy heterogéneos, pero con un nivel de conciencia y compromiso inquebrantables.
Que, históricamente, han dejado un legado de testimonio, lucha y heroísmo ante las generaciones pasadas y presentes, y el altar de su patria; contra gobiernos déspotas y absolutos, que han gobernado con el poder de las armas, y no con el poder de la razón y la justicia. Marcando una tendencia hacia la concentración entre el empoderamiento de unos pocos y el desempoderamiento de muchos.
Es dentro de este contexto que el pueblo de Corea del Sur, en forma organizada, se opone tenazmente a la construcción de una base naval en la Isla de Jeju, llamada la «Isla de la Paz Mundial», que es recordada por sus pobladores como sitio de dolor, y tragedia de una masacre en 1948, donde murieron sacrificados cerca de 30.000 civiles, durante un levantamiento democrático.
Además por sus riquezas, con alta diversidad biológica, topografía, volcánica, única, la belleza escénica de sus mantañas, es Reserva de la Biosfera Mundial; y la cultura milenaria de su población, fue declarada Patrimonio de la Humanidad, por la Unesco.
Sin embargo, el gobierno de Lee Myung-Bak pone oídos sordos ante las protestas y movilizaciones de sus pobladores contra la construcción de la nefasta base naval militar, que por su ubicación geográfica y estratégica de la isla, servirá según las autoridades como un puerto de escala, para la navegación marítima de barcos militares de EE.UU. que dotarán de misiles balísticos, a su sistema de defensa.
Según los dirigentes sociales, está direccionada hacia China Continental, lo cual evidentemente pone en peligro y compromete la seguridad territorial de Corea del Sur.
Sumado a esto, las recientes afirmaciones del secretario de Defensa de los Estados Unidos, León Panetta, de que EE.UU. reforzará su presencia militar, en la Región de Asia- Pacífico, aumentando el número de tropas, y situará más armamento de alta tecnología en los países aliados, para los próximos cinco años.
Por el potencial de la isla Jeju, de convertirse en un objetivo militar ante un eventual conflicto armado, aumenta de forma exponencial el peligro no solo para la vida de la población civil, sino también para la paz, en la Región de Asia Oriental.
Muchos observadores, y grupos ambientalistas, sindicalistas, intelectuales y políticos comprometidos en la lucha, consideran imperativa e impostergable, la solidaridad internacional para evitar la construcción de esta base militar, en salvaguarda del medio ambiente y la prevención de la expansión militar, por el respeto a los derechos humanos, y la libertad de expresión y movilización del pueblo de Corea del Sur, que por sus conviciones y vocación de paz, dice: ¡¡ No a la base naval !!.
Hoy violentados por un gobierno, que trata de silenciar los anhelos y esfuerzos por conservar la paz y la convivencia pacífica de su pueblo, con los países vecinos.
Para firmar la petición, vaya a http: // signon.org/ sign/ save-jeju-island-no-naval
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