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Desde el siglo XIX algunas ideas burguesas plantearon la historia como resultado de la acción de un individuo, de manera que era fácil asociar el brillo de los reinos a la sabiduría de sus reyes. Dicha noción resulta atractiva para los políticos que se presentan cada cuatro años a la consulta electoral, pero reducir la historia de un pueblo o de nuestras instituciones a una sola persona resulta simplista y muy alejado de la rigurosidad académica.
Contrariamente, Marx aseguró que el curso de la historia no está definido por las decisiones de un líder, sino que es una coyuntura específica la que crea las circunstancias y condiciones que permiten las actuaciones individuales. Es decir, el sujeto de estudio de la historia no son los personajes, sino que el proceso histórico está establecido por un conjunto de relaciones sociales en un determinado periodo.
En ese sentido, es que la polémica suscitada alrededor del nombramiento del nuevo director del Semanario UNIVERSIDAD en los próximos meses, como lo anunció el Rector Henning Jensen Pennington, hace reflexionar hasta qué punto es apropiado pensar que una persona es la responsable de asumir sobre sus hombros el prestigio que dicho medio de comunicación se ha ganado en la opinión pública.
Desde su creación, el Semanario UNIVERSIDAD ha crecido hasta convertirse en una tribuna crítica, y dependiendo de quien dirigiera su equipo periodístico ha enfatizado en una temática u otra. En la década de los ochenta los conflictos armados de América Central fueron habituales en sus páginas, en la siguiente los enfrentamientos por el avasallante aparato ideológico del Fondo Monetario Internacional sobre los gobiernos latinoamericanos y en la primera parte del siglo XXI la política partidaria nacional. En todos los casos, cada director ha marcado la historia del Semanario UNIVERSIDAD con su estilo, sería injusto decir que uno fue mejor que otro.
Nadie ha cuestionado la capacidad de la directora saliente Laura Martínez Quesada, pero flaco favor le hacen las posiciones de quienes han presionado al Rector Jensen para que extienda su nombramiento. La exacerbada adjetivación utilizada por sus defensores solo obvia que el Semanario UNIVERSIDAD es producto de las visiones de sus directores, del incondicional apoyo institucional y cientos de periodistas y otros funcionarios que han pasado por su sala de redacción.
Si mantuviéramos posiciones tan lineales en todas las instituciones del país no serían posibles la renovación organizacional y el crecimiento intelectual necesario en el ambiente académico. Los aportes individuales solo son parte de una gran raigambre, que se enriquece cuando otro toma uno de sus nódulos y los abona con nuevas ideas. Es imposible pensar que uno es dueño de esa red de pensamientos, como nadie es el propietario de la Internet, pese a los intentos por controlarla. Lo contrario a este flujo natural es el anquilosamiento, que ya se refleja en algunos ámbitos de nuestra vida nacional.
Es precisamente esta efusión intelectual la que ha permitido que el Semanario UNIVERSIDAD sea un medio con múltiples defensores, que abogan porque continúe siendo el periódico donde se debaten las ideas en un ambiente de total independencia a los poderes del Estado. Y todos coincidimos porque siga siendo así. Evidentemente, la nueva dirección traerá cambios, como ha sido a lo largo de vida. Es apresurado especular a partir de rumores y verdades a medias sobre su futuro. Ya hemos visto durante el proceso de votación del referéndum del año 2007 lo que una campaña de miedo es capaz.
Corresponde a la comunidad universitaria ser vigilante porque el Semanario UNIVERSIDAD continúe siendo parte de ese andamiaje social construido por la Universidad de Costa Rica para la defensa de la institucionalidad costarricense.
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