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Japón, antes la segunda potencia económica del sistema capitalista, hace tres décadas se debate en el marasmo de la depresión económica, constituyéndose en el signo premonitorio de la crisis general del sistema. Hoy USA, cabeza del capitalismo, sufre una crisis económica por todos los costados; sus soldados, repatriados de las guerras extranjeras, muy afectados sicológicamente porque no entienden su sentido, los obligan a matar a gente inocente, utilizando armas que son nocivas a su propia salud; en estos momentos, miles de ellos y sus familias se encuentran desesperados, porque no encuentran trabajo y el fantasma de la pobreza los acecha.
Algunos desorientados, romos de sentidos y de capacidad de análisis, o peor, otros que se hacen los tontos,” no ven”, y son incapaces de identificar los fundamentos y consecuencias del capitalismo.
Este sistema se basa en el espíritu del lucro, impulsor de la codicia, creando mecanismos permisivos para que las ganancias creadas colectivamente pasen, gruesamente, a manos privadas, y, contrariamente, cuando hay pérdidas, estas son pagadas por la colectividad.
Esto opera a través de la injusticia salarial, el despido, la baja en las prestaciones sociales, los altos costos de los alimentos, de los servicios básicos, la falta de inversión en salud, en educación, en vivienda, en seguridad ciudadana, en la intermediación financiera-mercantil, que se queda con la riqueza producida por el trabajo de agricultores, artesanos, pequeños y medianos industriales, así como de profesionales de todas las ramas; además de la especulación y el asalto de los fondos públicos y privados, como los de los ahorrantes, la evasión fiscal y el lavado de dinero.
Pero hay más, el sistema galopando en la codicia, para aumentar sus ganancias, destruye los ecosistemas y pone en peligro la vida misma sobre el planeta, el cambio climático es prueba de ello. Así es que, hoy, el sistema capitalista ha entrado en grave contradicción con la humanidad y la naturaleza.
Las cifras son elocuentes, hay decenas de millones de desocupados, 1500 millones de pobres y cada 3 minutos un niño muere de hambre, en el mundo.
Volviendo a los que tienen romos los sentidos, o se hacen los tontos, quieren confundirnos para hacernos creer que democracia y capitalismo son la misma cosa, cuando nada es tan alejado de la verdad.
Lo dicho en párrafos anteriores, constata la falsedad de tal afirmación; recordemos además, que en nuestro caso, el Estado y la Nación son cautivos de la alianza de la oligarquía con el capital transnacional, que los principales funcionarios del Estado y de las instituciones autónomas son formados en los centros del capital transnacional y se les designa para defender sus intereses, sobre los nacionales; asimismo, cuentan con una dictadura mediática, que todo se los justifica.
Los torneos electorales son mascaradas para tratar de ocultar la pseudodemocracia y la corrupción, mientras las mayorías, en la práctica, son marginadas y expropiadas. Hoy, más que nunca, no debemos olvidar el paradigma democrático de Abraham Lincoln: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
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