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Es difícil hablar del mejoramiento de condiciones laborales cuando el país está en un momento económico tan complicado. Pedirle a empresas grandes, pequeñas o medianas que inviertan en sus trabajadores puede verse como un obstáculo para el fin de las mismas: generar utilidades.
Abogar por una visión en la que el trabajador no es un costo de producción más puede considerarse contrario a los intereses de nuestro país, ya que las empresas internacionales encuentran un nicho de perfectas condiciones, aprovechando nuestras políticas de atracción de inversión extranjera en las que se promociona incesantemente la mano de obra nacional, barata (en comparación) y bien calificada.
Muchos se preguntarán, entonces, si pone en peligro la generación de utilidades y atenta contra nuestras políticas de inversión extranjera, qué beneficio tiene la promoción de mejores condiciones laborales. Pero sobre todo, en qué se relaciona con la Responsabilidad Social (RS).
Empecemos resolviendo la segunda interrogante. Contrario al pensamiento general, la RS no se enfoca exclusivamente en el medio ambiente. Es decir, ser “verde”, no hace a una empresa socialmente responsable. Optar por prácticas que disminuyan el impacto ambiental es un paso de muchos hacia la responsabilidad, empero no el único.
La RS tiene muchas facetas y podemos encontrar una dirigida principalmente a la formulación y aplicación de buenas prácticas en el ámbito laboral. El fundamento de esto deviene de una verdad insoslayable: el trabajador es por antonomasia parte fundamental de la empresa. De este no debemos ver solo su esfuerzo físico y mental, ya que dependiendo de la relación que tengamos, puede llegar a ser el fanático o detractor número uno de la empresa, puede ser el mejor o peor comprador del bien o servicio comercializado y ser el método de publicidad –positiva o negativa– más eficaz. De acuerdo con lo anterior, lo lógico es pensar que el empleador se preocupe por ellos, velando y salvaguardando sus intereses y expectativas.
Ahora bien, con respecto a la primera interrogante, debemos señalar que, de acuerdo con la RS, la lucha por el mejoramiento de las condiciones laborales no es un ataque frontal a las finanzas de la empresa y la economía nacional. No se debe olvidar que hoy los consumidores demandan de las empresas no solo productos de calidad, también exigen que las mismas funcionen con parámetros socialmente responsables, tales como condiciones laborales satisfactorias. Actualmente, las empresas se enfrentan a consumidores informados, que desean bienes y servicios con un valor agregado. La historia nos ha enseñado que el menosprecio a tendencias del mercado puede acarrear pérdidas millonarias, por lo que la empresa que no se adapte al cambio puede verse gravemente afectada.
Por otro lado, existe una creciente trascendencia a la motivación de los trabajadores en su propia empresa. Un empleado motivado es un empleado productivo; la empresa cuya fuerza de trabajo tenga un alto grado de sentido de pertenencia y lealtad dará un paso más hacia el éxito. Muchas veces olvidamos que la relación de trabajo se ve estrechamente ligada con la vida personal, por lo que en su empleo el trabajador encuentra no solo su salario, sino también la manera de determinar su calidad de vida en aspectos personales (ascensos laborales, desarrollo de su capacidad intelectual, actividades culturales, disposición de tiempo libre y familiar, etc.). En otras palabras, las personas esperan algo más de su relación de trabajo, algo más allá de la simple ganancia material.
La correcta gestión de lo laboral permite, entre otras cosas, la reducción de costos (litigios y conflictos, accidentes laborales, salud ocupacional), atraer y retener a los mejores empleados (reduciendo rotación), aprovechar óptimamente su potencial innovador (generando mayores ingresos y tasas de retorno de inversión más alta) y anticipar sus expectativas cambiantes en relación a temas de índole laboral (ser preventivo y no correctivo).
Ahora bien, poder aplicar ideas que nos permitan llegar a ese norte es ciertamente complicado, en el tanto muchas de las empresas que hoy conocemos tendrían que modificar grandes aspectos de sus esquemas y realizar inversiones económicas cuantiosas. No obstante, este cambio no es imposible. Mediante una planificación y administración adecuada, se pueden convenir objetivos a mediano y largo plazo que permitirán esa transformación. Es sobre todo, una cuestión de voluntad.
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