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El chef Cascante

A mi amigo y primo Juan Diego Murillo Araya. Por su solidaridad.

A mi amigo y primo Juan Diego Murillo Araya. Por su solidaridad.
Con la clara convicción de que la vida sigue después de la muerte, el chef Cascante enfrentaba ahora la suya con optimismo y  heroísmo.
Seis meses atrás el doctor le diagnosticó una enfermedad que no tenía cura. El profesional le dijo que comenzara a arreglar las cosas, hablar con su familia. Le dijo que no le quedaba mucho tiempo.
El famoso chef no se sobresaltó al oír la noticia. La escuchó apolínea, olímpica, tranquilamente. Puesto que su firme convicción era que la muerte no era el fin de todo si no la entrada en un mundo distinto, no se seguía, según él, el sufrimiento, la tristeza.
 
“¡Hay que tratar a toda costa de no sufrir! Evitar el sufrimiento. ¡Hay que luchar por permanecer contento, vital!”, decía el creativo chef en su filosofía de la vida desde hacía mucho tiempo. Y ahora era consecuente con su manera de pensar.
Unos días después de escuchar la noticia y hablar con su familia, se dedicó a la tarea de preparar sus mejores platos y bocadillos para el día de su funeral.
Había que convertir el funeral en una fiesta, en una celebración. La fiesta de despedida de un hombre que pasaba a otra vida. De un hombre que fue feliz y auténtico en su trabajo y con su familia.
Su libro de comidas titulado “Recetas del chef Cascante”, había cruzado las fronteras. En su libro se incluían 25 recetas vegetarianas inéditas, para los clientes que gustaban este tipo de comidas.
Alicia García era una clienta y gran admiradora del menú vegetariano del célebre chef. Alicia se lamentaba de que los tipos que le salían en su vida eran: posesivos, celosos, con fijaciones raras. “¿Cuándo me toparé con un tipo normal, natural, tranquilo?”, se preguntaba Alicia García.
Apareció la noticia en uno de los periódicos de la muerte del querido chef. Estaban invitados al funeral todos sus clientes, a quienes había dejado apetitosos platos y bocadillos. Alicia leyó la noticia. El día siguiente era el funeral en la mansión del chef. Alicia llegó a la gran casa. Unos de los hijos del chef que la conocía le dijo que su padre le había dejado a ella y Arturo, otro cliente vegetariano, el plato favorito de ellos: brócoli con puré de papas y camote. “¡Vamos a buscar a Arturo!”, le dijo el hijo del chef. “¡Yo los presentaré!”, agregó.
El muchacho presentó a  Alicia y Arturo. Fue amor a primera vista. Segura, le preguntó a Arturo de entrada:
—¿Eres posesivo, celoso, raro, violento?
—¡No nada de eso! Soy una persona normal y natural —le respondió Arturo.
—¡Entonces  vamos a llevarnos muy bien! —le dijo  Alicia
—¡Esto no es azaroso. ¡Creo que el chef Cascante quería unirnos! ¡Vida eterna para el chef!
—¡Brindemos por él! —le dijo sonriendo a Alicia.

  • Héctor Andrés Naranjo Rojas (Cuentista y profesor)
  • Opinión
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