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Conflicto entre ethos cultural institucional y ethos particular profesional

La palabra griega ethos da origen a la palabra ética y tiene varias significaciones: guarida, morada, habitación humana, espacio anímico interior, hábito o costumbre, carácter, disposición o actitud, praxis… Cada una ellas con toda una riqueza semántica que hace de la palabra ética algo mucho más abarcador. Ethos es un concepto pletórico de significados, cuya riqueza semántica cobra sentido en los actos humanos.

La palabra griega ethos da origen a la palabra ética y tiene varias significaciones: guarida, morada, habitación humana, espacio anímico interior, hábito o costumbre, carácter, disposición o actitud, praxis… Cada una ellas con toda una riqueza semántica que hace de la palabra ética algo mucho más abarcador. Ethos es un concepto pletórico de significados, cuya riqueza semántica cobra sentido en los actos humanos.
De acuerdo con lo anterior, la ética tiene que ver con nuestro espacio interno, emocional y racional; con el hábito de hacer las cosas de cierta manera; con el carácter y actitud ante la realidad vivida en nuestro entorno; y con nuestra capacidad de acción de acuerdo con un marco axiológico determinado. La ética remite a un saber que construye modelos teóricos para analizar las acciones humanas en cuanto correctas o incorrectas, procurando anticipar las implicaciones que determinados cursos de acción puedan tener.
Algunos cursos de acción suscitan conflictos éticos. Uno de ellos puede ser entre el ethos cultural de una institución y el ethos particular de un profesional. Las instituciones tienen cierto ethos cultural establecido que van configurando con el devenir de las relaciones humanas, muchas veces, más allá de la visión de toda organización. Como tal, una institución tiene cierto marco axiológico o cultura organizacional que marca su rumbo.
Por su parte, un profesional al incorporarse a una institución trae consigo su propia valija moral; es decir, una moral particular producto de influencias diversas, desde las religiosas hasta las etnográficas. Idealmente, trae a su vez una formación ética profesional (fuerte, débil o inexistente) que le permitiría enfrentar críticamente las responsabilidades que conlleva su profesión.
Merece atención analizar el conflicto ético que allí surge y cómo influye el ethos de cada uno en las instituciones.
El ethos cultural de la institución puede presentar varios escenarios: puede tener voluntad de acción o carencia de voluntad de acción; puede tener objetividad ética o carencia de objetividad ética. La voluntad de acción remite a la puesta en práctica de las principales políticas establecidas por la institución, enfocadas a su continuo mejoramiento; y la objetividad ética, al análisis crítico de las decisiones o cursos de acción por tomar, a la luz de una racionalidad secular alejada de cualquier dogmatismo. Hay voluntad de acción y objetividad ética o no las hay.
El ethos particular presenta igualmente, varios escenarios. Como se indicó, el profesional llega con su propia valija moral y deseablemente con una formación en ética profesional, lo cual puede influir notablemente en el desempeño de la institución.
El conflicto que se presenta tiene que ver con el choque de ambos ethos. Así las cosas, si la institución tiene voluntad de acción y objetividad ética, pero tiene profesionales que no siguen o se ajustan a las políticas de la institución de manera activa, la institución enfrentará retrocesos y hasta falta de credibilidad ante la opinión pública. Pero si la institución carece de ambos componentes y es el profesional el que intenta generar ese cambio, este se enfrentará a una titánica tarea: cambiar un ethos arraigado y anquilosado al interno de la institución. Aquí el profesional tiene voluntad de acción y objetividad ética, y enfoca su propósito en cambiar gradualmente políticas deficientes que afectan la institución internamente a la vez que afecta a la población a la cual están dirigidos sus servicios. Esto suele encontrar resistencias.
Desde luego, si un profesional o conjunto de profesionales intenta instaurar una cultura moral particular al margen de presupuestos éticos y dialógicos objetivos, el conflicto florecerá y encontrará resistencia. En este sentido, cuando los cambios dependen de una estructura jerárquica, esta debe asumirse como una dirección y no como una imposición autoritaria. El consenso racional y dialógico siempre será condición necesaria para descartar cualquier imposición.
La carencia de voluntad de acción y compromiso ético por parte de sus colaboradores puede debilitar una institución, lo mismo que la carencia de políticas de acción y de cultura ética de una institución genera mala percepción de sus colaboradores o funcionarios ante la opinión pública.

  • Wílmer Casasola R. (Profesor de Filosofía)
  • Opinión
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